Colombia y Venezuela, hermanadas por siempre

Desde que nacemos nos tropezamos con un colombiano o una colombiana en la vida. Vive al lado o cerca de nuestra casa o es compañero o compañera de trabajo de papá o de mamá. Nunca es de otro país. No hubo frontera trazada. Decir colombiano es igual a decir caraqueño o maracucho o gocho. Hasta en nuestros primeros escarseos amorosos aparece una colombiana. En la escuela compartimos como hermanos la misma historia. Con los años, la lectura, me dijo que al Libertador y a la Gran Colombia, los acabaron los interesés económicos de los más ricos y unos cuantos políticos que se pusieron a sus servicios.

Cuando supimos de un conflicto por un pedazo de tierra, escuchamos una y otra vez el canto de Alí Primera. Leímos llamados a unidad que nos hicieron Gabriel García Márquez en Caracas y Miguel Otero Silva en Bogotá. Al mismo tiempo las oligarquías de ambos países se relamían por las ganancias que podían sacar de un conflcito entre hermanos. Los gringos atizaban el fuego. Nosotros marchábamos por la paz y la hermandad entre colombianos y venezolanos. Un poeta, internacionalista, médico y comunista, Eduardo Gallegos Mancera, nos daba lecciones de esa hermandad. Tanta hermandad nos ha permitido tener unos seis millones de colombianos viviendo entre nosotros, como hermanos.

En su discurso del martes 01 de sptiembre de 2015, el Presidente colombiano Juan Manuel Santos nos presentó a otra Colombia, a esa que nunca quise conocer. Vimos a un señor preocupado por los derechos humanos de colombianos que están de este lado de la Frontera. Pero estos hermanos están allí porque en Colombia no tienen derecho al trabajo, ni a la vivienda, ni a la salud, ni a la educación. En fin, no tienen derechos humanos. Se los negaron Santos y sus antecesores. Aquí los encontraron. ¿Qué reclama Santos? Ah, reclama que se deje en paz al contrabando porque éste le reseulve mucho la economía colombiana. Reclama que estén devolviendo colombianos a su patria. Hermanos que se vienen sin papeles. Sólo con su hambre. Es cierto, en las accines del ejército venezolano hay abusos. Deben ser castigados. Pero queremos colombianos hermanos, no delincuentes que nos hsagan la vida más difícil. Noo contrabandistas que se lleven lo nuestro. Con los nuestros tenemos. Hay mafias colombianas. Hay mafias venezolanas. Nos gustaría combatir sólo las nuestras. Y Santos que se encaargue de las de allá.

En algo tiene razón, el señor Santos, Colombia no es culpable de la crisis que vive en Venezuela. No es a Santos a quién le corresponde llamar al ministro Osorio y preguntarle por qué demonios Lacteos Los Andes, que era un orgullo de Chávez, parece no existir en la actualidad. Ni es responsabilidad de Santos armarle un vainero a ese mismito Osorio porque en Mercal se trata a ciudadanas y ciudadanos como animales. Tampoco le corresponde a Santos pedirle explicaciones al ministro Iván Gil por el fracaso de Agropatria. No es asunto de Santos que la frontera, del lado de Vebezuela, esté tan mal cuidada, que tengamos tantos guardias nacionales corruptos.

Queremos tener muchos colombianos de buena onda a nuestro lado. A Santos no. No nos gusta. Se nos parece demasiado a Santander.



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Pedro Salima


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