Chávez: ¡el buen hijo!. periodistas y medios: ¡que Dios los perdone!



El amor por la patria es más que emoción, banderitas y actos culturales, es, como el amor por la madre o por los hijos, un sentimiento. Tiene que ver con esa cualidad, -la más distintiva de lo humano- que hace algo de uno, que hace piel y sangre, todos los gozos y dolores de esta tierra, que tiñe de suaves colores todos sus paisajes, que hace ver nuestro cielo más azul y más profundo, más dorado su horizonte, más verde su follaje y más cercana, hasta la caricia, su gente. Es el irreprimible impulso de servirla, de hacerla bonita, de verla feliz.


Es, sentir el corazón henchido cuando su nombre es ensalzado y enaltecido, cuando es admirado y aplaudido por los otros pueblos del mundo. Eso lo hemos sentido, profundamente, cuando enloquecidas todas nuestras fibras, gozosas hasta el paroxismo, exultante de orgullo, hemos visto aplaudir a rabiar una danza de Yolanda Moreno en Madrid o Barcelona. ¡Que bonito se siente la Patria! Salta, brinca en el pecho, corre la sangre en estampida, hinchando, endulzando todo a su paso, es nacencia y origen. No conocía, -no creí nunca que pudiera llegar a conocer- quienes, envenenados de odio e insensibles frente a todo, pudieran no reaccionar ante un reconocimiento a la patria.


Tengo viva en mi mente la imagen de los exiliados chilenos, envueltos en su bandera patria, gritando: ¡chi, chi, chi, viva Chile!, aplaudiendo a rabiar a su selección chilena de fútbol hasta sudar patria. Sí, esa misma representación del tiempo del asesino Pinochet. Es claro que la procesión la llevaban por dentro y la patria en el corazón. El sentimiento por la patria les podía más que todos los dolores. Esto que estoy presenciando en nuestra querida Venezuela es único. Un caso para una historia triste. Sus hijos, haciendo coro a la jauría que arremete contra su madre. Entristecidos hasta la pena más honda por una lección de dignidad de un hermano, de un hijo grande de su patria. Presurosos por acallar el aplauso. Más presurosos aún por resaltar los argumentos del agresor. ¡Cuánto daño se le ha infligido al alma de esta pobre gente! ¡Qué deuda tan grande tienen con la historia los medios, empresarios, periodistas y políticos causantes de esta pandemia! ¡La historia los juzgará… yo, desde el amor herido, nunca desde el odio, ya los he juzgado!: ¡Culpables!


Son culpables de haber encallecido el corazón de muchos venezolanos. Son culpables de haber enfermado el alma de tantos venezolanos hasta robarles el placer de sentir un profundo orgullo viendo a Chávez, ante el mundo entero, cual David redivivo, blandir la honda de la dignidad de los pueblos y acertar en la frente del poderoso Goliat imperial. Es un crimen de lesa patria el que han cometido con paciencia y perseverancia sin límites durante todos estos años. Serán culpables de lo que pueda pasar. Serán culpables de los despropósitos, las aberraciones, los desatinos y extravíos que sus enfermos particulares puedan ejecutar allende el tiempo.


No se, si con el tiempo, algún tribunal internacional juzgará este crimen. Tampoco se si ellos mismos no se sienten juzgados por sus conciencias. No lo creo porque no la tienen. Si se algo, con absoluta certidumbre, la patria, exultante y orgullosa por la lección de dignidad de este hijo bueno, madre al fin de todos sus hijos, no puede evitar que una lágrima rebelde le corra por las mejillas. ¡Ustedes son culpables de las lágrimas de la patria!. ¡Gracias Chávez por existir! ¡Gracias por ser! No hay que esperar mucho, la patria ya te juzgó…¡eres un buen hijo! Eres de esos hijos que alegran a la madre. ¡Que Dios te bendiga!



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Martín Guédez


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