La opinión de Ramos Allup respecto a William Lara

  La vida en las grandes ciudades, especial si hemos tenido la oportunidad de ver la evolución de la gran aldea para convertirse en ciudad, o del pequeño i pobre conjunto de pueblos, en un gran terruño que empieza a ser verdaderamente un país. En los pueblos la gente se conoce casi toda, i armonizan hasta sin saberse sus nombres; en Moral de Hornuéz, un pueblecito o aldea de casas de piedra i algunos techos de paja, a una hora de Madrid, vi cómo alrededor de un gigantesco árbol, parecido  a los nardos que bordean la costa de Cádiz, en un redondel de cemento, en las horas de descanso de la labor de campo o en un domingo, los contertulios se sientan a conversar i ver pasar el tiempo. La amistad reina. Recordé a mi ciudad, Maracaibo, con sus habitantes haciendo comunas en la plaza Baralt, informándose sólo por Panorama, como pasaban los días i los acontecimientos, o los poetas e intelectuales en la Zulianita i alrededores del Mercado Principal. Era una ciudad de amigos i conocidos pacíficos, i uno que otro altercado o atropello de muerte, nos lo daba a conocer..¡Panorama! Desde entonces i cuando, conversaba con mi padre o mis hermanos mayores –Alberto abogado i Armando, médico− escuchaba que de oír hablar o gesticular a una persona, ya uno puede irse formando un concepto de la personalidad, lo que ahora acostumbran a decir, obtener un perfil. Papá, sin ser fiestero, ni beber siquiera cerveza, tenían muchos amigos, no solamente en el gremio médico, sino en el pueblo, porque como Belloso Chacín, médico; Jesús Enrique Losada, abogado; Luis Ángel Osorio o Humberto Torres, comerciantes i empresarios, era amigos del pueblo. Mi padre conseguía a veces el consultorio lleno; terminada la consulta, nos decía contento: más de la mitad fueron gratis, porque no eran pudientes, pero sí enfermos necesitados de ayuda i amor. De este modo, creo que desarrollé una capacidad especial, para con una sola mirada, con observar un gesto o escuchar unas palabras, me bastaba para captar los valores morales de aquella persona. Eso me sucedió en la Asamblea Nacional Constituyente, cuando para mí fue la primera gran experiencia de grupos i de quehacer político, pues lo mío era la profesión médica, la docencia, la filosofía i el arte, conocimientos que se complementan. Entre los más de 600 artículos que he escrito desde entonces, en esa maravillosa ventana de libertad que es APORREA, escribí algunos titulados, los conocí en la Constituyente. No voi a referirme, entonces, a grandes personaje que tuve la dicha de conocer i tratar, así como también, tantos carentes de cualidades políticas i humanas. Me voi a referir a dos; a uno en especial, a William Lara, i a otro que de asomado, una vez se me acercó (aunque era visitante, no constituyente) con aquel desparpajo i aparente cordialidad de antiguo conocido (costumbre adeca para cazar incautos) i hasta me abrazó en el saludo, como lo fue Henry Ramos Allup, que según me dijeron algunos, no sabían de qué vivía (ahora si se sabe) porque nunca lo habían visto trabajar.

     Pues resulta que, en la ANC, quedé en una cuarta o quinta fila al lado de un pasillo para subir; me tocó en esquina, al lado de Rodolfo Sanz, i de Ronald Blanco La Cruz, todo un caballero con quien me quedaba conversando a la hora del refrigerio; delante de mí, un gran amigo, militar i decentísima persona como lo es José Vielma Mora; i detrás de mí, el amigo revolucionario i periodista William Lara, de modo que casi todo el tiempo de asamblea i debate, cruzábamos ideas, conversaba con él o le escuchaba mui bien sus planteamientos i contribuciones, aprendiendo a valorarlo como uno de los que, estaba allí, por su pasión venezolana, bolivariana i chavista. El trabajo era intenso, i pocas veces, durante esos apretados meses de trabajo para una nueva i estupenda Constitución de avanzada, no tuvimos tiempo para encuentros sociales, aunque alguna vez sí los hubo, junto con Nicolás Maduro, Yldefonso Finol, Mario Isea, Tarek Williams Saab, i otros, contando anécdotas i hasta chistes. En William Lara, había un hombre íntegro, un periodista ético, un revolucionario de verdad. Por eso llegó a Presidente de la Asamblea Nacional, i tocó juramentar a Diosdado Cabello mientras el Presidente Chávez estuvo secuestrado i el pueblo recuperó el poder ¡Qué recio, maravilloso i valiente pueblo el de Caracas! Por eso la bajada de los cerros puso a correr a los escuálidos. Luego, con el tiempo i en nuevas elecciones, William Lara aceptó como revolucionario, venirse de Caracas i de la AN, a ser Gobernado de Guárico, estado que clamaba por un rescate social i político. Precisamente, por no ser un gobernador de escritorio, sino comprometido con una revolución i un pueblo, el destino le jugó una mala pasada.

     Por estas razones i muchas que ofrecen los que conocieron mui de cerca a William Lara, siento indignación por las palabras de un petimetre, lechuguino que grita como un desquiciado mental, o con ridiculeces como con la espoleta en la mano. Este señor dice: no es que me lo contaron, es que lo vi con mis propios ojos, para dejar deslizar la calumnia que lo ofende a él mismo. Ingenieros decía: nadie puede ser ofendido  en su dignidad, si antes no se ha ofendido a sí mismo. Debe recordar que todavía estamos esperando las pruebas del fraude en el referendo revocatorio, i si puede mirarse en los espejos de lujo que tiene en su mansión gracias a  Dios, verá como la cara i el copete canoso, se nubla (como hacen en la prensa) para no mostrar completo un rostro que miente i calumnia.

     William Lara fue un periodista, ciudadano i revolucionario, de los que debemos sentirnos orgullosos.

robertojjm@hotmail.com



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Roberto Jiménez Maggiolo


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