Farmapatria

Soy uno de los cientos de miles de venezolanos que debemos consumir habitualmente medicinas para mantenernos estables en condición de enfermos crónicos.

Durante algunos años hice colas y rebusqué de farmacia en farmacia hasta localizar algún medicamento escaso o en rebaja. Ya no puedo hacerlo e intento obtener información actualizada para facilitar la obtención de fármacos, tarea difícil pues no existen publicaciones ni listas oficiales, o de la industria, que guíen al profano.

Nuestro gobierno ha cubierto las necesidades más apremiantes proveyendo gratuitamente medicinas incosteables hasta para los más afortunados.

Tal es el caso de los medicamentos contra el cáncer o el sida. Por mi parte, agradezco a la Coordinación Nacional para la Fibrosis Quística, de Min-Salud, que aporta la costosísima tobramicina para nebulizar (Tobi). Son milagros que sólo un régimen con vocación socialista puede realizar.

Ahora llega Farmapatria como solución para la compra de medicinas de mayor demanda, iniciativa que alabo a nombre de millones de compatriotas, incluidos los enfermos y sus familias.

El buen funcionamiento de Farmapatria contribuirá al abaratamiento de la vida en Venezuela. Hago votos porque logre sortear los desabastecimientos recurrentes e impida el escamoteo de medicinas que vayan a parar a otro país, como ocurre con algunos productos regulados. Son mañas que se emplean para sabotear los esfuerzos oficiales y, de paso, engordar a los vendepatrias.

Por otra parte, informaciones fidedignas revelan que existen cientos de medicamentos innecesarios, inútiles y, peor aún, que prolongan enfermedades que podrían ser erradicadas empleando productos naturales como el bicarbonato, el agua marina y las variadas yerbas de nuestra flora. Ojalá nuestros médicos y farmaceutas se ocuparan de este aspecto.

Está claro que la dependencia de las transnacionales farmacéuticas atenta contra la soberanía del país que quiere librarse de quienes se lucran con las enfermedades. Será difícil, pues algunas incluso nos envenenan para vendernos el antídoto. Es la connotación más salvaje del capitalismo salvaje.

Por lo pronto, les auguramos éxito, farmapatriotas.

Periodista


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Augusto Hernández


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