Ni corderitos ni palomitas de la paz

Las elecciones del próximo 7 de octubre,  nuevamente se nos presentan como la gran oportunidad de  decidir entre dos opciones de sistemas sociales diametralmente opuestos. Dos formas de vivir y convivir. Usted las puede llamar socialismo y capitalismo. Humanismo y barbarie. También las puede definir como democracia participativa y protagónica, y la reencarnación del puntofijismo.

     Se trata de prácticas y discursos claramente antagónicos. Que a la hora de precisar el trato humano nos damos cuenta que ciertamente son opciones para construir  o para destruir. Se trata de eterna lucha entre la maldad y el bien, con su saldo de angustia y destrucción a lo largo de los siglos de la humanidad.

     Las cosas están tan claras que solamente la falta de dignidad pudiera ser causa para que de un plumazo acaben con todo lo que esta Revolución Bolivariana y su pueblo han construido hasta ahora. Por ejemplo, no es poca cosa decir que hoy tenemos un país que al compararlo con los llamados del “primer mundo” (¿?), luce con niveles de estabilidad y calidad de vida invidiables frente al deterioro, emergencias y sobresaltos que vive la encumbrada Europa.

     Pensiones, salarios, empleos, acceso a la educación, salud, deporte, recreación, soberanía y respeto a los derechos humanos, entre otros, son conquistas sociales que se las están viendo bien difíciles en muchos países  “desarrollados”, mientras que para orgullo nuestro, aquí, no solamente gozan de buena salud, sino que se han convertido en  los ojos del gobierno Bolivariano.

     Efectivamente, se trata de dos propuestas de país con dos candidaturas de trayectorias conocidas.  Al respecto no debe haber vacilación.  Un Radonski que emerge en la política con actuaciones ultraderechistas, reaccionarias y hasta fascistas. (Abril 2002), y vinculado umbilicalmente a la burguesía nacional y al capital transnacional. Y con nosotros, un Chávez incansable, bregador, abierto, sincero y comprometido con las luchas del pueblo venezolano, que hoy aprueba su gestión de líder con palabra cumplida. Esos son los dos caminos a decidir. Pero ya sabemos que sólo el pueblo salva al pueblo.  
 

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Juan Azocar


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