Ahora contamos con una Fuerza Armada

¡Qué tal, camaradas! Como siempre pensando, escribiendo, tratando de aportar donde podamos a nuestro gobierno y a nuestro partido, si es que nos lo permiten los “dirigentes revolucionarios”  

Me parece, y creo que para los revolucionarios, hasta para los escuálidos, que dentro de lo crítico y lamentable de la enfermedad y convalecencia de  nuestro presidente Chávez, ha sido un éxito el accionar de un buen consolidado equipo de gobierno.  

El presidente Chávez, que es un hombre absorbente, por genialidad y empuje en la acción, los ha podido calibrar y, aunque obligado, ha venido dándole oportunidades para exponer sus funciones y algunos hasta se han transformado en locutores, oradores. 

Lo único es que por más que se le explique lo que es bueno jamás la escualidez lo aceptará.  

Ocurre con los nuestros en la Asamblea Nacional que ante cada intervención destemplada, agresiva –como es su característica– de los diputados de oposición, los chavistas con una buena oratoria, vehementemente les oponen una contundente respuesta desenmascarante, las más. 

Pero el motivo de este breve artículo, su título, es destacar que las Fuerzas Armadas venezolanas de la cuarta república eran la negligencia del patriotismo.  

Era una casta aristocrática. Cómo costaba que un militarzote viera a los civiles con respeto, con decencia. Había que “cuadrárseles” como se dice en el argot militar. La distancia era muy amplia. 

Ocurría con los meritócratas de la Industria Petrolera que, en el plano de la ingeniería, por ejemplo, donde me desenvuelvo, nos veían a todos por encima del hombro. Y lo cómico es que no hacían un carajo, no proyectaron nada, no inspeccionaron un coño.  

Todos los proyectos y las inspecciones de las obras estuvieron en manos de Consultoras que se enriquecieron explotando ingenieros venezolanos y extranjeros que nos sustituyeron, porque era una suerte de tener un apellido extranjero –como los meritócratas– para los que pudieron participar en una obra importante. Y nadie protestó por ese abuso. Por el contrario lo aplaudieron, es más todavía desean que vuelva esa época dorada. 

Muchas consultoras hasta pasaron a grandes empresas del negocio petrolero.  

También los “cuartapdvsa” nos tenían en manos de un pool de empresas contratistas que negociaban entre ellas las licitaciones, amañadas con conchupancia meritócrata.  

 Bien. Aquellos militares -esos que vociferan por las cámaras de TV, aunque un poco disminuidos- en los grados superiores, tenían que jalar bolas para los ascensos. Se cuenta de algunas sinvergüenzuras que pena en el recuerdo dan.  Por cierto que a la mayoría, en especial de los estratos económicos superiores, les encantaba tener “una cachucha” de amigo para que, entre muchas cosas, les dejaran pasar sus contrabandos, de todo tipo, género y cantidad.  

Dejo expresar, como es lógico, que hubo muchos militares honestos, con alto sentido de la responsabilidad.  

También alentaban aquella vejante opción del “servicio militar obligatorio” para capturar y avasallar a los pobres muchachos del campesinado o de las barriadas, en operaciones de captura. Y viendo su comportamiento elitesco de vida, usando jóvenes que maltrataban y que para disciplinarlos, y luego para que les pintaran las casas, le hicieran las parrilladas y actuaran como mesoneros. 

Y por eso entendimos porque se llamaba “servicio” militar. ¡Eso se acabó! Sin embargo, no lo hemos explotado como un logro humanitario y justo.  

Siempre recuerdo cuando comenzó el Plan Bolívar 2000 y unos colegas del proceso fuimos a ponernos a la orden para colaborar con la ejecución de obras, a conciencia de que esos militares no sabían nada de eso. El general que nos atendió –no habían dado el golpe– nos trató displicentemente hasta que tuve que decirle que yo era un general, ante su asombro le acoté que si el tenía 28 años de graduado y era general, yo tenía 32 años de ingeniero por lo que también era un general… de la ingeniería. 

Luego, dicen que le detectaron un trajincito, o trajinzote con las contrataciones acompañado con su ayudante y su secretaria. Pero en eso muy de militares –no sé si persiste– lo cambiaron de comando a otra ciudad. Pero como estaba amañado y coordinado se llevó para su nueva posición, al Plan Bolívar 2000 en esa región, nada menos que a su ayudante y a su secretaria ¿pendejito, no?  

Para los ascensos, con sus superiores y políticos debían desarrollar tres virtudes, sólo recuerdo dos: “quemarse el pecho” y “don de mando”. Que se traduce en “quemarse el pecho” haciéndoles parrillas a los superiores y “dónde mando” el whisky o la lapa que le traje. O, en la era Lusinchi, ascensos de la generala que los hizo denominar generales ibáñez. 

Y como no teníamos muchos equipos militares era puro lucir uniformes, cursos y rumbas. Ahora se invierte en el necesario armamento y tienen mayor práctica y eficiencia para nuestra protección y defensa de la soberanía.  

Hoy día los militares forman parte de nosotros.  

O sea que dejamos de tener unas fuerzas armadas simplistas, elitistas, para ser activas, patriotas y consustanciadas con el pueblo. Revolucionarias, pues. 

Yo pienso que, paralelamente a su buena formación para la defensa nacional, en vista de su vinculación con las comunidades, con el pueblo, habría que completarles su formación para la acción policial ya que tenemos un déficit en esa área.  

Es más, sin esa formación pedimos que salgan a la calle a ver si, por lo menos con su presencia y vigilancia en vehículos por todas partes baja un poco la delincuencia.  

Aunque sea apoyando a la policía, al DIBISE. 

También por todo eso ¡Viva Chávez, carajo! 

edopasev@hotmail.com



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Eduardo Palacios Sevillano

Ingeniero Civil. Escritor y caricaturista. Productor radial y locutor. Miembro de la directiva de la Orquesta Sinfónica del Estado Anzoátegui. Miembro de la Junta Directiva de la Sociedad Bolivariana del Edo. Anzoátegui. Coordinador de la Red de Historia, Memoria y Patrimonio de Anzoátegui.

 edopasev@hotmail.com

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