Medicina i ética-parte V

La ética en los estudios médicos i la crisis de las universidades en este caso la del Zulia-El caso del Dr. Humberto Fernández Morán

VI

 Hemos visto que, el olvido en el cual se tenía la figura i la obra del Dr. Humberto Fernández Morán, fue igualmente obra intencional de la IV República, en especial de los adecos bethancouristas i seguidores, porque, aunque en ocasiones vino a Venezuela a congresos o jornadas científicas, fue tratado como uno más de los concurrentes i el proyecto que en una ocasión presentó de una universidad experimental para experimentos biológicos i cósmicos, que estuviera bajo la supervisión de otras dos universidades, la del Zulia i la de Mérida o el Táchira, ni fue discutido i se lo llevó junto a su desilusión. De eso hablamos Eloy Párraga Villamarín, i quien escribe, en la biblioteca de ese vecino ya fallecido, durante casi cinco horas, así como de otras ideas del sabio venezolano que, como nos dijo al final en Estocolmo, tenía proyectos para el petróleo pesado de la Faja del Orinoco, i cómo extraerle los metales pesados; pero que los sabios de la IV República no le prestaban atención. Incluso, cuando ya mal de salud, le solicitaba al Canciller Burelli Rivas, los documentos probatorios de haber sido nombrado por el gobierno venezolano, embajador científico i cultural en los países del norte de Europa, este señor jamás le respondió a sus cartas o solicitudes. Incluso cuando el Dr. Humberto Bracho Vale i yo, fuimos hasta el IVIC a la inauguración de un bloque de ese instituto con su nombre, repartimos el libro pequeño de biografía i hablamos a favor del sabio, estando acompañados por el Dr. Rafael Mastrodoménico, sus sobrinos comunicadores sociales, el Dr.Dibelar Pietri i otros, supimos del rumor que dejó correr en Dr. Blas Bruni Celli de que “por allí andan unos zulianos loquitos, tratando de hacer honores a H.F.M”. En esa ocasión hablamos con el Alcalde del municipio donde está el Instituto i nos prometieron que harían las gestiones para que todo el IVIC se llamara “Humberto Fernández Morán” lo mismo que la autopista que conduce hasta allá. Después, total silencio hasta hoi. La verdad es que allá solamente conseguimos a un profesor alemán que trabajó con Fernández-Morán, el mismo que nos afirmó que hablaba el alemán mejor que él, porque su larga estada en Suiza se lo modificó, mientras quien escuchaba hablar a Fernández-Morán podría creer que se trataba de un ciudadano alemán.

 I para no alargar más estas referencias de vida; cuando Fernández-Morán murió en Estocolmo, Suecia, la ciudad que lo acogió por muchos años i en la que en carta su amigo de siempre Enrique Auvert, le decía, “aquí las Navidades son largas, tristes i frías” sus autoridades, cumpliendo sus deseos i de los familiares, cremaron su cuerpo i pusieron sus cenizas en un bello ánfora gris que se trajo a Maracaibo, viajando con su viuda i su hermano Tito desde Caracas, i le hicimos homenaje respetuoso en la Universidad, en la Gobernación i en una Conferencia en el Hotel del Lago, donde me tocó en todas las ocasiones hacer tres discursos distintos sobre su personalidad i su obra. La viuda i su hermano, luego de las exequias en el Cementerio El Cuadrado de Maracaibo, me otorgaron Poderes Notariados para traer su legado científico i cultural a Maracaibo i lo primero que buscamos fue lo dejado en Chicago, o en una localidad próxima a Chicago (todo respaldado con fotos) i que trajo una comisión encabezada por mi hijo Andrés Eloy Jiménez Finol, quien me representó, porque la Embajada Norteamericana no me dio la visa, alegando que a mi pasaporte le faltaban unos seis (6) meses para vencerse, pero no estaba vencido. Acompañaron a mi hijo Giovanni Villalobos i el Decano de de la Facultad de Arte de la UNICA,  Lic. Antonio Tinoco. El envío llegó unos pocos meses después, i se formó una alharaca porque i que están abandonados en los muelles. La Universidad, por mediación del Decano de la Facultad de medicina, rescató el envío, los aparatos se acomodaron en un galpón, los documentos en un segundo piso de una instalación i algunos que se humedecieron, fueron tratados científicamente, rescatados i resguardado en vidrio.

 Para preservar eso, el ciudadano Decano, Dr. Rafael Martínez Leal, nombró una Comisión deseando que la presidiera, a lo que propuse que se pusiera de presidente a una persona joven que resultó el Dr. Felipe Díaz, i que a mí se  me nombrara presidente honorario. Desde ese momento estuve detrás del Alcalde para entonces, el Sr. Jean Carlo Di Martino, para conseguir una casona en la Plaza del Indio Mara, para hacer el Museo Humberto Fernández Moran. Este Alcalde jamás me respondió una carta, una petición de entrevista, o cualquiera otra aproximación para el caso; lo vi en Caracas una vez, en el Ministerio de Finanzas cuando acudí allí acompañando a una abogada amiga. Me prometió atención, me dio teléfonos, nombre de secretarias, etc., i jamás respondió a nada. Mientras tanto, una Decana nueva en Medicina,  que no quiero nombra por ahora, se encargó de desconocer la Comisión, entregó el caso a la Cátedra de Historia de la Medicina i a profesionales que desconocían todo referente a H.F.M. i tengo entendido que hasta hampa común robó en el galpón de los útiles i aparatos; i que otras personas que se ofrecieron a colaborar con la comisión, desaparecieron del mapa. Todo al final quedó en un ánfora gris, en la tumba de la familia Fernández-Villalobos en el Cementerio El Cuadrado, como testimonio de un sueño en manos de los que no saben soñar. Desde entonces desconozco lo que ha sucedido con el legado de Chicago. Misión incumplida por un lado, e incumplida por otro. La edad nos convence que se necesita juventud para luchar, así la mente siga en bullicio de rebeldía. La decepción respecto a nuestros semejantes que, esperamos piensen en la patria i en sus valores, es eso: pura decepción.

 Por Internet he visto, i respondido para contestar al error, lo escrito por una venezolana en Boston, diciendo que H.F.M. Es desconocido para los venezolanos i está enterrado en Estocolmo, lo he escrito otras veces. Sin embargo, en una de esas ocasiones que mi entrega al sueño se pasa de la rutina de las 2:30 a.m., en el desvelo corrió la hora, i pude ver un Dossier con Walter Martínez, en el que hablaba de la Exposición en el IVIC –con cuyo Director hace poco me entrevisté en mi biblioteca en compañía de Enrique Rodríguez Mota i nos saludamos con afecto i sacamos fotos, supo del agasajo de Fundacite i las promesas de reeditar la biografía de H.F.M., etc.− i sin embargo me sorprendió que la viuda Anna Browallius, con la que me ha sido imposible comunicarme después, había resuelto donar todo al IVIC, maletas con documentos, etc., (donde me consta no quieren ni admiran mucho a Fernández Morán), porque desde que se fue del país, suprimieron lo de “investigaciones neurológicas” i se dedicaron a estudiar la lombriz de tierra en los abonos. Venezuela sería hoi en día, el sitio de referencia para el estudio científico del cerebro humano. Por Dossier supe que se había hecho una gran inauguración; Martínez hizo alusión a una entrevista hecha hace algunos años, etc., i éste señor que, con Arias Cárdenas, Humberto Bracho, Martínez Acuña i mi hijo, hicimos el rescate de su memoria, no fuimos invitados ni teníamos la menor noticia. Lo mismo fue cuando hace unos dos años, en Maracaibo i en el MACZUL, se hizo una exposición de fotos del científico zuliano, mi ofrecimiento de muchísimas fotos de los actos de la traída de sus cenizas o del solitario funeral en Estocolmo, en fotos que me regaló Mastrodoménico, igualmente fueron despreciadas. La eterna vanidad de ganar indulgencias con escapularios ajenos, como si estuviésemos en la Edad Media.

(Continuará)

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Roberto Jiménez Maggiolo


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