Una Revolución para serlo debe ser transparente

Hemos leído hasta hoy la mayor cantidad posible de artículos sobre la deportación de Joaquín Pérez Becerra a Colombia. La intelectualidad más lúcida de Latinoamérica critica acremente la acción del gobierno. Y aquí, en Venezuela, no ha sido menor la evaluación de la misma. Quienes han pretendido defender la rampante arbitrariedad, mejor hubieran dedicado ese tiempo a un ajetreo distinto, lo que les habría dado tal vez algún provecho, ya que con lo que hicieron solo acentuaron lo endeble de lo que pretendían defender.

Como bien sabemos, J. Pérez Becerra es un comunicador alternativo, y como tal, asume como propia la defensa y el auspicio de las luchas populares. El proceso venezolano le contó entre sus apologistas. Fue uno de los creadores de esa excelente página web que conocemos con el nombre de ANNCOL que es Agencia de Noticias Nueva Colombia. Es una de las más leídas en Colombia.

Fue concejal en el municipio Corinto, en el departamento del Valle del Cauca, representando a la UP. Como se recordará, el régimen asesinó alrededor de 5 mil militantes de la Unión Patriótica, cifra que incluye candidatos presidenciales, senadores, diputados y cuánto representante tuvieran al alcance de su mano. Pérez Becerra debió exiliarse en Suecia cuando los criminales mataron a su esposa. Allí logró primero, el asilo político que le dio un poco de tranquilidad a su vida, y luego la nacionalidad que abrazó con hidalguía.

Por el 2000 renunció en la embajada colombiana a su nacionalidad de origen. Entregó allí, para refrendar lo que estaba haciendo, sus documentos colombianos. Desde aquella fecha todos sus viajes fuera de su nueva nación, le encontraban identificándose con documentos suecos. Esos eran los que usaba cuando llegó a Venezuela en la que sería su tercera o cuarta visita.

No había aún bajado del avión cuando fue detenido. Esto se hizo del conocimiento público por un mensaje del ministro de Comunicación e Información, Andrés Izarra que lo emitió a través de su twitter; notificando que iría información más detallada en un comunicado de su ministerio. Quien desee leer ambos lo puede hacer pidiéndoselo a su buscador.

La repercusión en el mundo fue inmediata y la alarma inconmensurable, por el tipo de lenguaje utilizado por Izarra, más del régimen asesino de Colombia que del de Venezuela. Desde todas partes comenzaron a llover misivas denunciando esa detención y reclamando su rápida liberación. La conmoción generada y las firmas que aparecieron en las solicitadas, obligaban a la respuesta presidencial y no ministerial.

Tuvieron que pasar muchas horas para que eso ocurriera, pues seguramente nunca se esperó que tuviera esa deportación, la repercusión que tuvo. Entre las cosas que se han leído tratando de justificar el baldón, la afrenta que propinó Chávez al movimiento popular, por decir lo menor, avergüenza. Hay quienes defendiendo al gobierno, llegan a acusar a Joaquín Pérez de “comunista”, ¡qué horror!, gritan, “¡comunista!”, le apostrofan como si fuera un agravio serlo. ¿Requiere quien lee que se le manifieste el perfil ideológico de quien o quienes manifiestan eso?

Hay quien dice que de Chávez no haberlo entregado, EEUU., “habría bombardeado Venezuela”. No han faltado quienes lo disculpan aduciendo que le montaron una trampa. Una trampa también fue según estos sagaces analistas complacientes, la aparición sorpresiva de Lobo en la reunión que estaba concertada como bilateral, entre él y Santos.

Uno de los recursos más usados para dispensar a Chávez de distintos errores, obras inconclusas, promesas incumplidas y otros abundantes etcéteras, por ejemplo, es señalar que él no sabe qué es lo que pasa, responsabilizándose sí, a los distintos subalternos de las omisiones criticadas que, dicen, se las ocultan. Pocos días atrás escuchando precisamente ese argumento interrumpimos a quien hablaba para interrogarnos en voz alta sobre la calidad de la lucidez de Chávez cuando son tantos los que le engañan.

Pero, no nos distraigamos y volvamos con Joaquín Pérez que es mucho más importante. La creciente molestia, obligó al fin al presidente a dar su opinión. Mejor no lo hubiera hecho. No vamos a pronunciarnos sobre la execrable analogía que estableció: dijo que cuando Chávez Abarca fue detenido, se entregó inmediatamente a Cuba; ocurrida la detención de Joaquín Pérez Becerra, se hizo exactamente lo mismo pero en este caso con Colombia. Estableció la misma condición para los dos, ¿qué tal? Un monumento a la puerilidad pues con esa afirmación también se está ubicando en el mismo nivel a dos naciones totalmente diferentes en cuanto a sus gobiernos. No puede resultarle grato a un cubano oír esa comparación. Chávez Abarca en Cuba tiene todos sus derechos humanos garantizados. ¿Podrá pensarse lo mismo sobre los derechos humanos de Pérez Becerra en Colombia?

También se preguntó Chávez sobre “¿qué es lo que vino a hacer acá él?”, “¿quién fue que lo invitó?”, y para rematar “¿cómo fue que estando requerido con código rojo por Interpol, no lo detuvieron en Suecia y tampoco en Alemania? Obviamente, para los que hemos estado siguiendo el caso, vemos que ha usado los argumentos de quienes pretenden defender lo injustificable. Era esta la tercera o cuarta visita al país del apresado ¿Acaso esto no lo sabía el presidente? Nos permitimos dudarlo. Son estas elucubraciones esotéricas que pretenden confundir y no clarificar para ocultar el evidente contubernio.

Entre tanto disparate que se arguye para salvar la faena, se expone que a Joaquín Pérez lo usaron de carnada para acorralar a Chávez. Seguro que fue el DAS o la CIA que tiene penetrada a la guerrilla las que le indujeron a viajar. ¿Se puede seriamente pretender refutar tanta inconsistencia?

Lo que el presidente aquí se cuida de decir aunque no lo ignora, es que fue detenido un ciudadano con documentos suecos, cuestión que obviaron las autoridades nacionales para así deportarlo ipso facto. Él sabía que al detener a un ciudadano sueco, como así lo certifican sus documentos, en lugar de entregarlo a Colombia, tenía que participar primero de su detención a Suecia.

Algo que ya es habitual en el presidente, es no contestar los reclamos que generan sus inconsistencias de ahí que no esperemos que explique la razón por la cual el ministro de Interior lo identifica con el documento colombiano que Joaquín Pérez no portaba, obviando su nacionalidad sueca acreditada con sus documentos que las autoridades vieron.

Otro caso de sus silencios, fue cuando también muchas voces se levantaron demandándole una explicación a la remoción del ministro Eduardo Samán. De todos lados surgían voces que todavía no callan, exigiéndole su reposición. Totalmente en vano. Extraña forma esta de Chávez de “mandar obedeciendo”, según se le ocurrió una vez manifestar.

Prevaleció para el gobierno la requisitoria de Santos. No les permitieron, y aquí es flagrante la mala intención, a diplomáticos suecos ver a Pérez; tampoco permitieron que diputados lo visitaran en el sitio que le asignaron para su reclusión. Entretanto, el poder judicial agregado al monipodio, omitió contestar un Hábeas Corpus incoado por varios abogados de los cuales uno es un diputado y otro suplente. No solo no hubo pronunciamiento a este documento sino que además como si la mácula todavía fuera insignificante, ordenaron a los medios oficiales no reseñar nada de esta situación. ¿Cómo negar ante tanta evidencia, el contubernio Chávez-Santos, ¡cómo!?

Joaquín Pérez Becerra solo fue la gota que derramó el vaso. En lo que va del año, se han entregado al gobierno colombiano alrededor de 12 rebeldes en su mayoría de las FARC. Incluso se han entregado combatientes heridos, lo que está indicando que no son errores circunstanciales las entregas, sino políticas de Estado acordadas entre ambas naciones. Es a esto que sí es muy grave, que debe responder el presidente, explicar con claridad si seguirá o no entregando a los colombianos reclamados por el gobierno de las inmensas tumbas clandestinas.

roosbar@cantv.net


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Roosevelt Barboza


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