La conquista no ha concluido

"Esos que pretenden, para reformarnos, vencer nuestro instinto criminal, que nos den

primero de comer. De moral hablaremos después. Esos que no se olvidan de cuidar

nuestra formación, sin que por ello dejen de engordar, escuchen esto; por más que le

den vueltas, primero es comer, y después de hartos ¡venga la moral!". Bertolt Brecht

Un economista que asesoraría al presidente Maduro y a otros altos funcionarios del gobierno, con buena cobertura mediática, pero escasa vergüenza, ha publicado en varios medios, lo que no es más que un disparate: "CLAP; el invento venezolano". Dice este señor economista que "Desde el principio se los tomaron a broma. Los ridiculizaron e infravaloraron. Y sin embargo, hoy en día, los CLAP, los Comités Locales de Abastecimiento y Producción, son una de las políticas públicas más respaldada por los venezolanos". Destaca que el CLAP llega a 6 millones de personas sin destacar que alimentos lleva y con qué frecuencia se distribuyen.

Sin duda que este señor sí ha subestimado el intelecto del venezolano. No es que sean inteligentísimos, ¡no!; ¡para nada!, sino que lo que sí no son es ni tan brutos ni tan imbéciles como para tragarse ese caramelo envenenado que él les quiere dar. Es solo una cuestión de sentido común, no de otra cosa.

Creer que un instrumento como los CLAP sea una respuesta definitiva a una escasez atroz de alimentos que se padezca en cualquier país del mundo, es una zoncera aquí, en Venezuela, como en Madrid, Pekín o en el Chaco. En el lugar del mundo que sea, pensar que algo de esa naturaleza resolverá la carencia de alimentos sin tener en cuenta para nada la producción nacional que es lo que verdaderamente hay que desarrollar, es una reverenda estupidez. El CLAP si para algo es pertinente, es para atender una emergencia como la que vive hoy la hermana república peruana y ahora también la de nuestra querida Colombia. Un suceso climático impredecible que superó todo pronóstico colapsó a ambos países superando por su volumen toda previsión. Ahí sí la pertinencia del paquete, bolsa o caja con alimentos es correcta. Algo transitorio, nada más. Solo como un paliativo.

La bolsa, la caja o el paquete que contienen los alimentos, parecen una creación publicitaria. Nos recuerda una vieja agencia de mucho prestigio ciertamente, que tenía como eslogan algo así como "Permítanos que pensemos por usted". Con el CLAP sucede algo así: le avisan que pronto llegará y costará X cantidad de dinero –que usted pagará por adelantado-, pero sin que nadie pueda decirle con precisión que alimentos contiene. La frase de la agencia en el caso del CLAP, sería la siguiente: "Permítanos indicarle qué debe comer usted y cuando". Nadie sabe qué criterios manejan aquellos que están a cargo de toda la operación; quién selecciona los alimentos que hay que adquirir, el país donde se comprarán, las empresas que los suministrarán, así como quienes compran. La masa de dinero que se maneja seguramente es colosal, cosa que exigiría que se difundiera públicamente todo el proceso. Por aquello de la transparencia, hoy tan escasa en el mundo.

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La experiencia que tiene el país con las importaciones de alimentos o rubros relacionados con ellos, ha sido nefasta, lo que obliga a ser claros en este tipo de cosas. Recordemos, algunas, así al pasar, para que no hayan equívocos: en Puerto Cabello, depositados en contenedores se hallaron 170 mil toneladas de alimentos en mal estado. Estamos hablando de 170 millones de kilos. Detuvieron a 3 funcionarios de los cuales el de mayor jerarquía no era el de los de la alta burocracia. Nadie sabe cuánto dinero costó esta compra que no fue la única, lamentablemente, y menos quienes fueron los "empresarios" a cargo de la operación que seguro fue muy sustanciosa para esos puntillosos y sacrificados "comerciantes".

Otra negociación importante de señalar, es la que protagonizó la empresa argentina Bioart con arroz y maíz para Venezuela. Un sobreprecio que indignó a los propios productores de arroz argentino, que pidieron una investigación –ya está en curso- sobre los intríngulis de la misma. Si le picara la curiosidad, oprima https://www.google.co.ve/webhp?sourceid=chrome-instant&ion=1&espv=2&ie=UTF-8#q=bioart+vende+a+venezuela+arroz+y+maiz+con+sobreprecios y obtendrá abundante información.

También es digna de señalarse la operación que se realizó con semillas de papas que llegaron descompuestas, para ser más claros; podridas. Fueron varias compras sucedidas en distintos años. Nadie sabe quién compró, quién autorizó el ingreso al país, el permiso sanitario y otro pocotón de casas que jamás se mencionaron. Tampoco hubo responsable. Nadie terminó en la cárcel. ¿Cuánto dinero se perdió? ¿Quién lo sabe? En estos oscuros asuntos no se conoce quién gana, porque aunque no lo sepamos en efecto hubo ganadores. ¿Alguna vez se sabrá? ¿Quién puede saberlo? Total, a fin de cuentas ¿a quién le importa y llora el daño al erario? Mientras tanto la población por esas fechorías paga viendo incrementarse el precio del tubérculo hasta hacérsele casi inalcanzable al igual que los demás víveres que ya no se producen en el país.

Como bien se sabe, Brasil es uno de los mayores exportadores de carne de res y de aves, si es que no es el primero. Hace unas semanas, la policía que investigaba varios frigoríficos y comercializadores de esos productos para exportación, develó que esas empresas llegaron a vender carne descompuesta tratada con productos químicos que disimulaban esa condición. Nosotros, al igual que muchos en otros países, consumimos esos productos, esas carnes de res y de aves corrompidas. El gobierno tendría que responder en qué condición entró a Venezuela; quién o quiénes las analizaron y otra serie de medidas que los países tienen para estas providencias. Suponemos que las importaciones de esos productos desde Brasil estarán detenidas hasta conocer más del asunto. Así debería de ser, por respeto a la población que corrió riesgo por omisiones que, para estos casos no deben existir, pero si los hubiere, como en efecto ocurrió, los responsables tendrían que ir a prisión.

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El arqueólogo es un profesional de una tenacidad admirable. Su discernimiento le ha permitido trasladarnos hasta ese pasado remoto en el que vivieron nuestros ancestros. Los restos prehistóricos más antiguos los ubicaban en Olduvay, en el norte de Tanzania, y su data la aproximaba a los dos millones de años. Aparentemente, este sitio pareciera que ya no es el más viejo pues se ha encontrado una mandíbula en Etiopía con una edad de 2 millones 800 mil años. Fue ese hmbre recolector y necrófago y debió errar para sobrevivir hasta hace aproximadamente entre los 20 y 10 mil años antes de Nuestra Era.

La sedentarización con todo lo que ello implica, lo pudo lograr cuando aprendió a producir por sí mismo sus alimentos. Gordon Childe lo destaca como una revolución, y sin duda que lo es pues al dominar la naturaleza obtenía más alimentos que los que consumía lo que le permitía tener una reserva para contingencias extraordinarias y a su vez ir liberando de esa tarea a un grupo importante de individuos que pudieron dedicarse a otras actividades útiles a su comunidad.

Marx, en alguno de sus trabajos señala que los países deben proteger a sus productores, pues si no lo hacen triste futuro les esperaba. También señaló en un orden que no recordamos, que Francia, Inglaterra, Alemania y EE.UU., serían´, según su perspectiva, los primeros en transitar el socialismo.

El gobierno habla de soberanía alimentaria. ¿Cree, realmente que la hay o que puede lograrla cuando la comida que se come llega de cualquier país distinto a Venezuela? ¿Cree que una bolsa o una caja por mes resuelven un problema que es diario? El economista en referencia dice que los CLAP llegan en la actualidad a 6 millones de personas. Dejémosle que siga soñando.



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Roosevelt Barboza


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