(Lo cual no indica reelección indefinida)

Caldera candidato por siempre

El pasado 24 de Enero cumplió 93 años uno de los candidatos más mostrados en las tarjetas y cartones electorales de la historia electoral Venezolana, Rafael Caldera Rodríguez.

Luego de fundar el Comité de Organización Política Electoral Independiente (COPEI) en 1946, se estrena en los albores electorales en las presidenciales de 1947. En esa oportunidad compitió con el escritor Rómulo Gallegos y el candidato del Partido Comunista, Gustavo Machado. Rafael Caldera llegó segundo, con 16.5% de los votos.

Al iniciar ese arduo camino de derrotas y luego de posiciones sospechosamente complacientes con el régimen de Marcos Pérez Jiménez (posiblemente sugeridas por la élite eclesiástica tolerante), el candidato Rafael Caldera se preparaba para ser candidato en unas supuestas elecciones que iban a llevarse a cabo a finales del año 1957 y suspendidas con su prisión.

El advenimiento de la caída del régimen de Marcos Pérez Jiménez, régimen auspiciado –al igual que su caída- por los intereses norteamericanos, se consumó el secuestro del poder por parte de una dirigencia amoldada a las nuevas realidades mundiales. Caldera es nuevamente candidato y pierde, como llegó a ser su costumbre, en las elecciones de 1958 con Rómulo Betancourt, en esta oportunidad fue tercero (con un 16.33% de los votos).

En las siguientes elecciones, celebradas en diciembre de 1963, el candidato Rafael Caldera volvía a aparecer en las tarjetas de votación. En esta oportunidad un glorioso segundo lugar le vino como consecuencia de la no-participación de los movimientos de izquierdas que fueron atacados por Betancourt y enviados a las montañas a resistir la represión del régimen adeco. En esta ocasión Rafael Caldera obtuvo un 20.55% de los votos.

Llegó el año 1968, una elección inusualmente cerrada ponía a dos candidatos con cerrado margen de diferencia, esto como consecuencia de una de las divisiones más emblemáticas el partido acción democrática, división que permitió el nacimiento del Movimiento Electoral del Pueblo (MEP) con el maestro Luis Beltrán Prieto a la cabeza. Algunos dicen que estas elecciones las había ganado (con votos) Gonzalo Barrios, lo evidente es que el resultado favoreció al candidato Rafael Caldera. En esta oportunidad es nombrado presidente con 29.13% de los votos (Gonzalo Barrios obtuvo, oficialmente, 28.24%).

Según la constitución del 61, Caldera, luego de ser presidente, no podía postularse para las elecciones del 73 y 79. Pero el nombre de Rafael Caldera volvió a aparecer en el cartón electoral en las elecciones de diciembre de 1983. Su contrincante, Jaime Lusinchi (56.72% de votos), obtuvo la mayor cantidad de votos -hasta ese momento- vista en Venezuela. Seguramente el viernes negro copeyano melló en las aspiraciones del conocido candidato Rafael Caldera (34.54% de votos).

Nuevas elecciones, 1988, el partido Copei vivía un momento de redefinición. El joven Eduardo Fernández pedía al ya experimentado candidato que entregase el testigo, Rafael Caldera se negaba. Pero las bases de Copei le dieron la oportunidad a Fernández. Un obstinado Caldera cobraba su factura diciendo en TV el día de las elecciones “salgan a votar, voten blanco si quieren, pero voten”. Mensaje entre líneas.

Vino el año 1993. Fresco estaba en el ambiente las asonadas militares del año predecesor. Fresco también el discurso acomodaticio de Rafael Caldera, nuevamente candidato. El miedo de Andrés Velásquez (21.95%) y lo acomodaticio del “candidato forever” hicieron que Rafael Caldera (30.46%) colocara nuevamente la banda presidencial entre su pecho. Ha sido la última vez que este candidato apareció en la tarjeta electoral. Un hombre histórico llamado Hugo Chávez le decía: ¿cuántas veces más querrás perder?

La diferencia entre el candidato Caldera y el candidato Chávez está en los resultados electorales. Uno no ganaba fácilmente, otro no perdía. Otra diferencia: una constitución le permitía al uno lanzarse cuantas veces quisiera (especialmente si no ganaba), la otra le impedía al otro lanzarse cuantas veces quisiera (especialmente si no perdía).

La historia nos dice: no es malo ser candidato, lo bueno es cuando el pueblo te quiere y te elige. La constitución que no permite que se haga la voluntad del pueblo sencillamente es susceptible de enmienda. No hay letra que venza la palabra. Hágase la palabra de Dios reflejada en la palabra del pueblo: ¡SI A LA ENMIENDA!

(*)Colectivo Energuía

brito.ge@gmail.com


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