Oposición pretende volver al puntofijismo neofascista


Uno de los aspectos mas alarmantes de la propuesta neoliberal de la oposición contenida en el Plan Consenso-País, es la pretensión neofascista de “reinstalar mecanismos de concertación tripartita entre empresarios, sindicatos y gobiernos”, con lo cual estaría restituyendo el nefasto sistema de relaciones clientelares y corruptas entre la élite empresarial, sindicalistas corruptos y tecnócratas comprometidos con el modelo neoliberal impuesto desde Washington.

Este mecanismo corporativista de concertación política fue definido por Gramsci como “el agrupamiento de personas de una misma profesión que se reúnen en torno a la defensa de intereses particulares, los de su oficio, para lo cual reconocen un sistema de normas que garantiza la reproducción de los estatutos o roles internos”. Su origen se remonta al período del Medioevo europeo, cuando los gremios de trabajadores ejercían el monopolio de las producciones artesanales; pero sólo es desarrollado por los fascistas italianos, quienes a partir de 1920 convirtieron las agrupaciones políticas privadas en órganos del Estado.

A raíz de la creciente participación de sindicatos y asociaciones empresariales en el pla-neamiento de políticas económicas, obstruyendo la transmisión de requerimientos desde la sociedad hacia el Estado, surge el neocorporativismo como el modelo político de representación de intereses, donde coexisten un movimiento sindical monopolístico sin arraigo ideológico, la concentración del poder empresarial, la negociación colectiva y centralizada, y la participación de organizaciones claves de trabajo y capital que inciden en la formulación de políticas públicas. De acuerdo al brillante intelectual estadounidense, Noam Chomsky, este “sistema de decisión de las élites y ratificación del colectivo, basado en el control del Estado por parte de la dominante sociedad privada” no se diferencia mucho del “neue Ordnung” de Hitler o el “ordine nuovo” de Mussolini, regímenes que se caracterizaron por la “conglomeración de gobierno y grandes corporaciones”. Aun cuando para Chomsky el término “fascismo” pertenece al dominio político, la estructura vertical corporativa donde el poder reside en la mano de los banqueros, inversionistas y empresarios, emula las características fascistas en el sector corporativo, que incluso son más totalitarias que cualquier régimen político. Chomsky argumenta que cualquier forma de poder concentrado no desea ser sujeto del control democrático popular, así como tampoco de la disciplina del mercado, por lo que sectores poderosos y ricos se oponen naturalmente al funcionamiento de la democracia, así como se oponen al funcionamiento del mercado. Según Chomsky, en la teoría política “moderna” que propone el neofascismo, el pueblo es espectador y no participante de las políticas públicas, y este sólo debe pronunciarse periódicamente para ratificar electoralmente las decisiones que se toman en la cúpula política y empresarial del sector dominante. Este fue precisamente el régimen neofascista que pretendió reinstaurar el breve régimen de Carmona, tras el golpe del 11 de abril y que ahora propone la oposición en su Plan Consenso-País, el cual, además incluye, la ruptura de relaciones diplomáticas y comerciales con Cuba, Brasil y Argentina, la venta de Pdvsa y la subordinación del Estado al capital internacional. Por el contrario, el proceso bolivariano que el pueblo venezolano ratificará el próximo 15 de agosto, se basa más bien en la participación activa y razonada de la sociedad plena en los procesos políticos, económicos, sociales y culturales de Venezuela.

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Antonio Guillermo García Danglades


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