La crisis económica y la lucha en la superestructura

Los Estados de los países desarrollados contrajeron una deuda para evitar el colapso financiero y con posterioridad llevados de la ilusión de una rápida reactivación de sus economías, volvieron a endeudarse pensando que con la supuesta recuperación podrían pagar holgadamente la deuda, pero está recuperación se retrasa y, con ello, crece la insolvencia de los Estados al no poder recaudar lo esperado y, ahora se ha llegado a un punto, donde lo que se trata de evitar es el colapso funcional de los Estados que ha tenido su inicio en la insolvencia en la que ha derivado el Estado de Grecia. Pero esto solo puede ser el principio de la situación en la que pueden derivar otros Estados Occidentales, pues la oligarquía financiera occidental no es capaz de promover un nuevo ciclo de crecimiento económico debido a su apalancamiento financiero y al basarse éste en un modelo de consumismo frenético ya agotado tras la crisis inmobiliaria y financiera en todo el mundo desarrollado. Y al no existir la posibilidad de generar un crecimiento del PIB suficiente para crear empleo y obtener recursos económicos para volver a la solvencia financiera, los Estados occidentales carecen de expectativas posibles de pago si mantienen sus gastos corrientes, por lo que solo les queda la opción de recortar los gastos sociales, con lo que el discurso de los partidos occidentales basado en la mejora progresiva del bienestar de la mayoría de los ciudadanos se ha convertido en una aspiración fallida, al quedar una parte importante de la población excluida de ese bienestar social por el aumento del desempleo y la disminución de las prestaciones sociales.

No obstante, a pesar de la contradicción en la que se han sumido los políticos occidentales respecto de sus votantes, el hecho de que la salida a la crisis económica mundial sea favorable a la mayoría social o en favor del poder financiero Occidental se dirime en la superestructura ideológica. Los partidos de la derecha y la socialdemocracia occidental apoyados en los latifundios mediáticos anclados a los intereses del poder financiero, están apostando decididamente por el discurso neoliberal de justificar la involución social como la única alternativa posible para propiciar un reajuste económico que, supuestamente en un futuro, permita salir de la crisis y volver a la senda del Estado del Bienestar, discurso que en la práctica solo sirve para ir ganando tiempo en acomodar a la población a una situación de crisis permanente, donde no se cuestione el poder de la oligarquía financiera occidental.

Y aunque la supresión de esa clase social representa en la estructura económica la contradicción principal a resolver para conseguir un modelo de desarrollo de las fuerzas productivas mundiales equilibrado entre los países ricos y los países pobres, a través de la implementación de un sistema de finanzas públicas coordinadas mundialmente para orientar el crédito a ese desarrollo, por el momento, en los países desarrollados, la ventaja en la lucha en la superestructura respecto del modelo de la salida a la crisis económica mundial corresponde al discurso neoliberal, al ser considerado por los sectores más dinámicos de la sociedad como el único posible en el mundo actual, y que en la práctica sirve para mantener el estatus quo de la oligarquía financiera de los países desarrollados.

Por ello, la lucha en la superestructura en favor de un cambio en el vigente poder financiero mundial que ofrezca alternativas creíbles para propiciar al desarrollo económico mundial es el aspecto más importante de las fuerzas del progreso a favor del bienestar de la mayoría de la humanidad. Sin teoría revolucionaria no puede haber cambios sistémicos, pues los movimientos de resistencia se agotan en si mismos cuando no hay una alternativa ideológica y política. Y mientras las mayorías sociales en Occidente y en lo países dependientes de la hegemonía del poder financiero Occidental no venzan al sistema neoliberal en la superestructura ideológica, ninguna alternativa a la crisis podrá ser favorable a sus intereses.

En el pasado los países desarrollados buscaron la salida a las crisis económicas, principalmente a las de 1873 1929, y 1973, en la explotación colonial y neocolonial impuesta a la fuerza por guerras y dictaduras en el Tercer Mundo. Con posterioridad las luchas de los pueblos por liberarse de esa opresión propiciaron y están propiciando cambios en la superestructura dejando de ser países ideológica y políticamente, subordinados a los países desarrollados. No obstante, aunque los cambios en la superestructura política e ideológica de los países emergentes en el siglo XXI se puede considerar que no son históricamente reversibles, el imperio de EEUU y sus aliados europeos no renuncian a subordinar a sus postulados ideológicos al resto del mundo mediante campañas mediáticas contra los países que lideran la emergencia en el pensamiento revolucionario y, que por ello, representan una alternativa al discurso neoliberal, pues temen perder su liderazgo mundial, en el que la supremacía en la superestructura ideológica y política, denominado también poder blando, es fundamental, sin renunciar, por ello, en ningún momento a la fuerza de las armas si es preciso.

A la crisis económica le falta todavía recorrido en el tiempo para que los millones de personas afectadas por la crisis vean que el discurso neoliberal no es el único posible, y comiencen a demandar otra política económica en favor de un desarrollo de las fuerzas productivas favorable a los intereses de las mayorías sociales, pero este discurso solamente se puede gestar en la movilización en su sentido más amplio, desde las amplias movilizaciones hasta los debates en Internet, desde los foros oficiales hasta los alternativos. El éxito de la lucha en la superestructura se mide en la toma de conciencia de amplias masas de población que demanden un cambio en las relaciones internacionales que acaben con la hegemonía de la clase financiera occidental. En el pasado, solo los cambios en la superestructura ideológica y política permitieron acabar con siglos de oscurantismo del Antiguo Régimen feudal y de la dominación colonial. Ahora, en esta crisis, y recogiendo las experiencias del pasado, de los errores y aciertos de todos los movimientos transformadores sociales de los últimos doscientos años, se precisa conformar un discurso universal de entendimiento entre naciones para un nuevo modelo financiero que propicie un nuevo modelo de desarrollo económico y social.


jacolomo@wanadoo.es


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Javier Colomo Ugarte

Doctor en Geografía España


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