Irán: Ayacucho en acción

Entre los asuntos a resolver por los casablanqueros está el de la invasión al “terrorista territorio de Irán”, en un asalto multiplástico que involucraría a los abejorros israelíes. Boletines imperiales hablan de resolver la situación en tres días, algo tan imposible que hasta sus propios intereses se vendrían abajo si lo alcanzasen en tan breve tiempo, puesto que las ganancias del capital de la guerra no las logra el breve plazo, sino las largas estadías que requieran más y más usos de los piramidales billetes verdes.

La bolsa de NY debería dar una campanada de cierre de jornada en los territorios que soplan con ganas el muñeco parchado de Tío Sam, Bagdad por ejemplo. O en plena selva colombiana con los DEA, que están dentro, y canalizan desde allí los recursos-esteroides que aceitan a sus –nuevamente- esclerosados verdes piramidales, desde los caminos verdes indirectos donde tampoco tiene competencia la bolsa neoyorquina.

Este imperio no marca pauta para nadie, se empieza escuchar desde la entrada al circo. Mantener aislada a la isla, fue una trampa de palomas. Se previó mucho tiempo atrás la caída del régimen de barbas a fuerza de aislamiento y la isla está ahora más fuerte que nunca, el poder cubano-mayamero ha servido de carga antes que cosecha. Cierra la puerta a los ciudadanos de segunda inmigrantes de alambradas, mientras los de adentro tendrán que acoplar su casta de segundones para los caucásicos dominantes.

Lo de Louisiana es solo un divertimento. Los blancos a punta de divertimenti dominan de tal forma que los negros estadounidenses, que éstos no pelean su derecho secular olvidado y pisoteado, sino su paridad e “igualdad” con los blancos. Otro canto sería, si lo anterior fuese lo capital: Su derecho y el de todo el pueblo de color, afro, amarillo y rojo jaquearían a la casta dominante, que nunca cederá ante nadie su prepotencia en la Tierra. Pero los coloreados están si no divididos, separados. El hacer lo tienen diluido, puesto que el permitir hacer es la clave para vivir en este lado del mundo, que también a ellos mantiene sometidos. Es más principal que el hacer mismo. Es el virus de la separación: El liberalismo.

Si los Estados Unidos ataca lo que sea es “porque la población lo creerá conveniente”, por lo tanto hay que actuar por la medida. Esa es la solubilidad que debe encontrar en la población nacional, el ejecutivo casablanquero al frente, para lo cual hay que confeccionar los pasos visibles ante el mundo, la alternativa de “chance” que ofrece para “retractarse” el objetivo en ciernes, antes de las medidas de castigo. El país plástico mide al mundo por las babosadas que lo miden: puro mercantilismo en su última opereta.

…Porque hay un detallito. A pesar de los gobiernos de cada porción, una población ha tomado ciertas riendas que ni en sueños creía hacerlo antes. En algunas porciones, apenas un amanecer entre lianas, en otras, ni por asomo, en todas, algo subyacente enerva nuevamente la tierra. Y el detalle se hace singular en la propia ciudadela mayor del país plástico, donde se está haciendo imposible destruir la selva de información alterna que surge enfrentando la opinión oficial. Pareciera que alguien arrincona a alguien, lo que me llevó hacer la siguiente paráfrasis con la campaña de Ayacucho, pues la Historia gusta de repetir los hechos a capricho:

A principios de 1824 se enteraron los patriotas “invasores” (el ejército libertador de Colombia) de que al menos 300 altos oficiales peruanos habían desertado y se habían pasado a las filas realistas. El hecho dio al traste con el trabajo de años realizado por el gran San Martín. Pero los republicanos locales no supieron aprovechar el momento y se guiaron por sus ansias, arrastrando muchas injusticias en sus acciones de gobierno. La población no estaba de acuerdo con los fulanos libertadores, que rapiñaban más que los colonialistas.

Por otro lado, a Bolívar se le negó desde Bogotá la autoridad de comandar el ejército, delegándosela a Sucre, su segundo, luego de la paliza que les diera con su caballería a los colonialistas en la pampa de Junín (6 de agosto de 1824). Tanto Bolívar como Sucre tenían sólo y únicamente una sola salida: Triunfar. Estaban muy adentro del territorio peruano. En Lima el presidente Riva Agüero también había renunciado. La sarta de victorias sin pelear, con sólo presentarse en los pueblos, daban al ejército español de Monet y La Serna el más escandaloso de los augurios, sobre aquel ejército expedicionario colombiano. Y con el ánimo subidísimo se enfrascaron Canterac, La Serna y Monet, tras el general Sucre y los soñadores pelagatos que le seguían.

Sucre aplicó la estrategia de siempre estar a la vista del enemigo, en los valles, pero nunca darle frente al ejército español que además lo doblaba en número, y cada vez que el enemigo bajaba, Sucre continuaba la marcha, “huyendo”, obligando nuevamente a sus perseguidores contramarchar las subidas y continuar su persecución por los filos de los altos Andes, mientras el cumanés utilizaba los valles… descansado. Trescientos cansados tuvo que fusilar Canterac, para moralizar al ejército, de manera que en los más de dos meses de persecución, al final sólo les quedaba el grito de guerra a favor del rey y el currículo de nunca haber sido derrotados, porque lo demás, los cuerpos estaban reventados del abrumador cansancio. Así llegaron al término de los estribos de la gran montaña, en la pampa de Ayacucho, el 7 de diciembre. El día 8 lo tuvieron de descanso. Y el 9 se dio la batalla. El exceso de confianza en el triunfo con que actuó el ejército español, no lo percataron sino cuando se vieron totalmente rodeados. Toda la vanguardia española (700 hombres) pereció con comandante y todo (José Valdés), fusilada por el Rifles. La mitad de la división de Monet, lo mismo, el resto se dispersó a la fuga. La pequeña fuerza de Córdoba bastó para que en su momento cabal, diera oportunidad a los llaneros para volar de sesgo hacia la artillería, que apenas montaban, así estarían de confiados, apresar al propio La Serna, devolverse para atacar las espaldas, mientras la caballería de La Mar rodeaban al resto de infantería. La mitad del ejército español atrapada en un respiro. La táctica de Monet era la de sacar al cumanés a la pampa, zurrarlo y pavonearse con su experiencia en el terreno, pero la supuesta timidez, no era sino llamado a la emboscada, a la que corrió animado el enemigo por su triunfalismo. Nunca advirtió su cansancio, que le restó mucha rapidez, y menos la emboscada en el cuello de la pampa.

El mismo respeto perdido que hoy acusa el ejército colonialista, camuflaje de abastos y supermercados de mercenarios en el mismo tablero “de libertad” del conductor del juego. Pero es su última carta: Irán. Cree que viene triunfante con invadir a Afganistán, a Irak, que tiene en tenazas a Irán… pero aún no triunfa ni en uno ni otro campo, ni con el aumento de tropas, se agrieta la galleta-moneda que los dirige, y a través del mismo habitar que le niegan a los ciudadanos que bombardean, empieza su propio castigo, en su país la venta de casas ya no es el negocio lucrativo de otrora. El detallito es que Irán no está en la soledad de Afganistán ni Irak antes de ser invadidos. Las relaciones multilaterales con diversos canales puede extender internacionalmente la ola de resistencia de acero que le hagan en materia prima que a diario necesita la potencia occidental. El jaque será fenomenal. Sí es verdad que Irán es una pieza sustentable en la región, y así se va a quedar, pues de otra manera, los palestinos serían sombra hoy día. Pero los designios no los domina la opinión sesgada de la información. La posible ganadora de los comicios electorales en EUA, ya está ganada para la acción, si lo ve “factible” la invasión va. Triunfalismo en acción. Culmino con la advertencia de Cabeza Casi Amarilla, el famoso olfateador de Custer que le había advertido varias veces sobre sus sueños de que echaran para atrás a la caballería que mandaban, puesto que de otra manera iban a morir todos. El general Cabellos Largos se negó rotundamente, hasta que poco antes de la batalla de Little Big Horn contra Caballo Loco, le preguntó a su olfateador cómo veía el panorama, a lo que el leal amigo le respondió: “Hoy regresaremos de otra forma a nuestras casas”. Todos fueron muertos en la batalla.

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Arnulfo Poyer Márquez


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