Aquella tarde fría y lluviosa dirijo mi caminar a cafetín de Chon, un simpático chino que decidió desde hace mucho el vivir en Venezuela, somos amigos desde hace mucho tiempo,me siento en una mesita de madera de bambú, y le pido un café con crema y unas galletitas pirituecas, cuando estoy repasando las noticias en mi arrugado diario, llega mi amigo Federico Ruiz T. Con unos cuadernos y me dice, luego de saludo cortés, Alberto amigo, quiero leer esto que acabo de escribir, ami me parece que en este escrito digo unas cuantas verdades de lo que en este momento está sucediendo en el Caribe. Mientras le traen un café capuchino se dispone a leer lo que a continuación les escribo a ustedes amigos lectores, ya que me pareció interesante, y hasta salpicado con esa chispa de gracia que como buen escritor y periodista Federico sabe repartirle s sus escritos.
Don Federico Ruiz, me lee lo que sigue a continuación, y lo titula, El Águila Calva.
Tal vez haya sido Erasmo de Rotterdam quien acuñara el refrán "aquila non capit muscas": el águila no pierde tiempo ni energía en minúsculos enemigos o molestias insignificantes. Pero el Águila Calva parece no estar ya en sintonía con esta máxima. El otrora rey de los concursos de belleza y manoseador de niñas, ha decidido matar mosquitos con bazucas, y todo eso a la vista de todos, sin pudor.
La locura es apenas el disfraz de lo que realmente quiere el Águila Calva en el Caribe. Trump lo que en verdad no quiere es cazar moscas.
El inusitado despliegue de una flota de destructores y fragatas frente a las costas de Venezuela, para acabar con el "narco terrorismo", que pone a soñar a los gringos en calles repletas de zombies, dejó a un lado el pundonor militar para reventar a punta de misiles a humildes pescadores en escuálidas lanchas fuera de borda.
Vuelven los piratas a sus andadas en el Caribe, esta vez flameando la bandera de barras y estrellas con una calavera de fondo.
Las excusas y los epítetos no son sino la locura como disfraz, sabiendo como sabemos, que los narcos y terroristas (de Estado) controlan el gran negocio desde el nido del Águila.
Como si no fueran suficientes los destructores, las fragatas, un submarino nuclear, una base en Cuba y otra en Puerto Rico, los gringos encabezados por el más ridículo de los presidentes de Estados Unidos, decidieron mover como un rayo desde el Mediterráneo al navío más portentoso de sus activos navales, con nombre de otro presidente anodino, el portaviones USS Gerald Ford.
Pues entonces no parecen ser moscas lo que el Águila perfila en su horizonte guerrero. Es el imperialismo que se mueve, el imperialismo portátil.
Tal vez no sea pura coincidencia que ese portaaviones que nos asedia en las aguas del Caribe lleve el nombre del presidente que salvó a Nixon de la cárcel y selló, nada menos, que la derrota de Estados Unidos en Viet Nam.
Ford no fue electo por el pueblo ni por el colegio electoral: llegó de carambola gracias a la renuncia forzada de Nixon. Tampoco fue, por supuesto, "reelecto". Decía Lyndon B. Johnson que Ford "era incapaz de mascar chicle y pensar al mismo tiempo«. Como diputado a la Cámara de Representantes, se opuso al desarrollo de programas sociales y favoreció el presupuesto de defensa. Para más mérito, fue miembro de la controvertida Comisión Warren que investigó el asesinato de Kennedy. Eso sí, como presidente fue un buen atleta.
Después de todo, puede ser un signo de los tiempos por venir: el nombre del portaaviones lleva la impronta de la mayor derrota militar del imperialismo yanqui en el siglo XX.
Pero seamos precavidos. El Águila se harta de moscas y quiere la presa verdadera. Ya no tiene ley; cubre con sus heces pestilentes al derecho internacional, a los derechos humanos, al debido proceso, a la soberanía de los Estados, a todo aquello mínimamente sensato creado por la modernidad liberal para la convivencia de las naciones. El USS Gerald Ford quiere entrar en acción con toda su flota auxiliar y sus aparatos flamígeros para demostrar que pudo haber tenido un nombre más honroso y a la vez inédito, por ejemplo, "John Wayne".
Mejor idea sería rebautizado con el nombre de «Sayona», para celebrar el reciente Nobel de la Paz de los sepulcros; el nombre más emblemático de la agresión a Venezuela estampado en el casco de un barco.
Pero el presidente maniático, que aspiraba al galardón, sueña lo mismo. Quien quita: como en Viet Nam, el Águila podría quedar otra vez desplumada.