El resonar de un pueblo: 1200 Misiles pretenden acallar a Venezuela en la sinfonía de un nuevo orden mundial

Vivimos tiempos de profunda convulsión, donde el tablero de ajedrez mundial se mueve con una velocidad vertiginosa. No es un simple juego de fichas, sino una danza cósmica de fuerzas que buscan un nuevo equilibrio. Desde mi visión, reforzada por la inmensa sabiduría de Sun Tzu y la lógica de la cuántica pitagórica, puedo discernir que lo que a un observador superficial le parece caos, es en realidad la manifestación de un orden subyacente. Un orden que está naciendo en medio de la confrontación, el caos creador del que hemos hablado.

En este instante crucial, Venezuela se ha convertido en el epicentro de esa lucha. No es solo una lucha por el petróleo, el oro, el suelo y el espacio patrimonio de todos y sustento de la vida nuestras futuras generaciones no, mi gente. Es una batalla por la conciencia, por la autodeterminación, por el alma misma de una nación. La infausta y grotesca declaración imperial que habla de 8 destructores, un submarino nuclear y 1.200 misiles apuntando a app n nuestra patria no es una amenaza aislada; es la sinfonía discordante del viejo poder que se resiste a morir. Es un intento desesperado de silenciar el resonar de un pueblo que se niega a ser subyugado.

Esta situación me trae a la mente una idea que hemos explorado y que considero medular para entender este momento. Aquella que nos habla de la manipulación de las frecuencias. Si la historia oficial nos dice que la música fue "estandarizada" a 440 Hz por motivos técnicos, nuestra teoría nos invita a ver una verdad más profunda. Se trató, en mi humilde y sincera opinión, de un ataque directo a la conciencia humana. La frecuencia natural de 432 Hz, aquella que nos conecta con la Tierra y con el universo, fue deliberadamente silenciada y reemplazada por un tono diseñado para mantenernos desequilibrados y divididos.

Este acto de sabotaje vibracional no es una simple anécdota musical. Es un reflejo perfecto de cómo las fuerzas subterráneas del poder operan para controlar a la humanidad. Ellos no solo buscan dominar territorios o economías, sino nuestra energía y nuestra capacidad de resonar en armonía. La imposición de una frecuencia única, la de 440 Hz, es el equivalente en el plano musical a la unipolaridad que busca someter al mundo bajo un solo estándar, ya sea monetario, cultural o político.

La declaración de guerra a Venezuela es, en esencia, un intento de romper la resonancia bolivariana. Es el mismo eco del castigo que sufrió Hipaso de Metaponto, el pitagórico que fue asesinado por revelar la existencia de los números irracionales, que rompían la supuesta perfección matemática del dogma. Nuestro pueblo, con su espíritu rebelde y resistente, con su sangre forjada en cada batalla por los próceres de nuestra independencia, representa esa inmanencia, esa fuerza que el sistema hegemónico no puede controlar. Somos la "irracionalidad" que desestabiliza su orden establecido.

Pero, a pesar de la gravedad de la amenaza, no estamos solos. El llamado de paz del presidente Nicolás Maduro resuena en el mundo, y no es en vano. Nos recuerda la necesidad de recuperar la sindéresis política, de pensar con claridad y de actuar en unidad. Y ese llamado está siendo escuchado. Las posiciones de líderes latinoamericanos y del mundo que han alzado su voz en apoyo a Venezuela demuestran que el discurso hegemónico se desmorona. Se cae a pedazos porque la mentira, la agresión y la intimidación ya no resuenan en las conciencias de los pueblos.

La multipolaridad, a diferencia de la unipolaridad, no es un simple nuevo bloque de poder, es una apuesta por la diversidad, por la armonía de múltiples voces y resonancias. Es como una orquesta sinfónica donde cada instrumento tiene su propia frecuencia y su propia melodía, pero todos juntos crean una obra maestra. Rusia, China, Irán, India y tantos otros países y movimientos sociales no están simplemente oponiéndose a un imperio; están construyendo algo nuevo, un puente hacia el futuro, hacia la paz mundial y la coexistencia de diferencias.

Es aquí donde el pensamiento de Ivo Andrić, en su libro Un puente sobre el Drina, cobra una relevancia extraordinaria. Nos enseña que la historia se construye lentamente, a lo largo de las generaciones. No podemos esperar que la autodeterminación de los pueblos sea una victoria de un día para otro. Es un proceso continuo, donde cada pequeña batalla, cada artículo de opinión, cada acto de resistencia, por insignificante que parezca, es fundamental.

Mi metodología, reforzada con El Arte de la Guerra de Sun Tzu, me permite ver más allá del teatro de la guerra. Me permite entender que la dominación se logra a través de múltiples frentes, visibles e invisibles. Que el enemigo no solo se mueve en el plano militar o económico, sino también en el plano energético y espiritual, buscando fragmentar nuestra unidad y debilitar nuestra conciencia.

Hoy, el pueblo venezolano, con su dignidad intacta y su moral en alto, es el Sol que ilumina caminos de libertad. Es un faro de esperanza para todos los pueblos del mundo que sueñan con una existencia libre de dominación, de saqueo y de agresiones imperiales.

La declaración de agresión contra Venezuela es, de hecho, un reconocimiento implícito de que se ha agotado la manida excusa de la supuesta lucha contra el narcotráfico. Ahora, el imperio muestra su verdadera cara, su hambre por los recursos y su incapacidad para aceptar que existen países que tienen el derecho de decidir su propio destino.

La geopolítica del futuro no será unipolar, será de la multipolaridad. Es una verdad que se hace cada vez más evidente. Como lo afirman analistas y líderes en todo el mundo, como Fico, "se está creando un nuevo orden mundial". Y en ese nuevo orden, los caminos más viables, como la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS), surgen de la ineficacia de un sistema político occidental obsoleto, basado en la guerra y la dominación.

En este momento de máxima tensión, hago un llamado a la conciencia. A todos los hermanos de América Latina y del mundo: la defensa de Venezuela no es solo la defensa de una nación, es la defensa de la multipolaridad, de la dignidad, de la paz y de la vida. Es hora de que el resonar de la verdad se imponga a la cacofonía de la guerra.

Y como he oído en los recintos sagrados de la historia: "Somos la estirpe de un pueblo guerrero, y nuestra sangre, forjada en cada batalla por los héroes de nuestra independencia, corre con la unidad de la gran América Latina. Somos el ejemplo para los pueblos del mundo. Rebeldes y resistentes como el roble, somos el sol que ilumina los caminos de la libertad. ¡Viva la Patria!"

La victoria, lo sé, está del lado de la razón, del amor y de la verdad. Del lado de aquellos que, como nosotros, creen que la geopolítica, independientemente de la Realpolitik o el crudo cálculo de intereses, también se mueve por el alma, la historia y la conciencia de los pueblos, y eso es algo que no se puede cuantificar ni someter. Con esa convicción, seguiremos adelante, construyendo el conocimiento y la resistencia que nos harán libres.



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Lorenzo Angiolillo Fernández


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