Los conquistadores de Caracas

—"La tesis de la sobrecarga psicopática que ha gravitado en la población de Venezuela desde la Conquista y durante la Colonia hasta nuestros días, es explicada por Francisco Herrera Luque, como una consecuencia directa de las aberraciones, enfermedades mentales y criminalidad morbosa que los conquistadores europeos trajeron a nuestras tierras hace cinco siglos".

Entre los conquistadores de Caracas hay marañones como Pedro Alonso Galeas que, después de acompañar a Lope de Aguirre a todo lo largo de su trágico derrotero, termina como vecino y regidor de Caracas. De aquellas huestes quedan, también, Pedro García Camacho y Juan Serrano.

Figura también Diego Montes, "el venerable". Con Felipe de Hutten no lo fue tanto. Andaba este "venerable" soldado por el país de los Omeguas, cuando una lanza vino a herir debajo de la axila a su capitán Felipe de Hutten. A Montes, que fungía de cirujano, no se le ocurrió nada mejor, para refrescar sus conocimientos, que vestir a un indio exactamente igual que Hutten y darle un lanzado en la misma región.

Entre los compañeros de Losada venía Francisco Guerrero (a) El Cautivo, especie de Alonso Contreras en materia de aventuras. Era natural de Baeza, en Andalucía. Tenía más de sesenta años cuando entró al Valle de los Caracas con el Caballero de Río Negro. Estuvo cautivo veintitrés años en Constantinopla. Allí renegó del cristianismo. Estuvo como mercenario en el sitio de Viena, "ganando sueldo con Solimán".

Un día resuelve hacerse pirata. Con un grupo de cristianos se apodera de un barco turco en las playas de Caledonia y vagabundea por los archipiélagos griegos. Termina pidiendo perdón al Papa. Tenía tanta Confianza en su fortuna que "jamás uso de arma defensiva, ni más prevención que un sayo de rajá viejo". ¿Quién podía ser ese hombre que a los sesenta años anda todavía en guerra por el paupérrimo país de los Caracas?

Está presente en esta expedición Esteban Martín, uno de los pocos que salvaron la vida con Ambrosio Alfínger en sus ruinosas y trágicas expediciones. Dice el Padre Aguado de estos contingentes de Micer Ambrosio que "jamás pretendían poblar ni hacer ningún beneficio en los pueblos y naturales que robaban, más todo lo procuraban destruir y arruinar".

Entre los muchos horrores que se achacan a estas expediciones está el de la antropofagia. Cuenta el mismo cronista que, en una ocasión, un grupo de soldados hambrientos se tropezaron con unos indios y comenzaron a darles voces para que se acercaran. Como los indios sospechasen las intenciones, "como después lo pusieron por obra", se mantuvieron alejados. Los españoles, que desfallecían de hambre, les hicieron entender por señas que les trajeran alimentos. Vuelven los ingenuos anfitriones con toda la comida que encuentran en sus pueblos. De antemano los españoles habían decidido que "como el mantenimiento que podían traer sería poco, determinaron que se tomasen los indios y se matasen y aseasen en barbacoa para guardar y tener respeto para su comida. Los indios llegaron sinceramente, sin recelo de recibir daño alguno, a quien con tanta buena voluntad traían de comer el maíz y otras raíces que traían. Los españoles, después los vieron, cada uno echó mano de su indio, para poner por obra lo que antes habían tratado. Como la flaqueza era tanta, los indios pudieron desasirse de los españoles, menos uno al cual lo mataron y despedazaron muy liberalmente y asaron en barbacoa para su sustento". Dice Aguado que "se lo comieron con tal alegría como si fuera otro animal de los acostumbrados a comer entre cristianos". A partir de ese momento los hambrientos expedicionarios se dejaron de todo escrúpulo. La sangre no era menester llegarla al fuego porque en abriendo el muerto con las manos la sacaban y la bebían y aún se quedaban lamiendo las manos; y por no ser molesto no quiero pasar adelante con estos abominables exemplos de crueldad".

La historia de Caracas está ligada a Francisco Fajardo, a quien la leyenda enaltece haciéndole aparecer como una víctima del gobernador Cobos. No era menos cruel que su verdugo. Harto de Fajardo y de sus compañeros, el cacique Paisana les declaró la guerra a los conquistadores. Por estas circunstancias muere la madre de Fajardo, la cacica Doña Isabel. Sumiso y arrepentido, Paisana propone el armisticio. El mestizo finge aceptarlo. Cuando Paisana entró en la choza del conquistador, cayeron sobre el indio los soldados y lo ahorcaron con diez de sus compañeros en las vigas del techo. De la misma forma y manera asesino a Fajardo, en Cumaná, el Justicia Mayor Alonso Cobos. Lo invito a una comida y en medio de ella lo ahorcó. "No satisfecho aún el rencor de Cobos con acción tan inhumana, por dar más complacencia a su venganza, hizo caer por la mañana el cadáver, arrastrarlo a la cola de un caballo y colgarlo en la horca por los pies, espectáculo que dejó atónita a la gente de Cumaná, y abominando todos a una vez la maldad execrable de aquel hombre en cuya comparación qué tigre no fue piadoso y qué fiera no fue humana".

El hijo de este hombre figura entre los conquistadores del Valle de Caracas. La Real Audiencia de Santo Domingo le dio la oportunidad de recuperar sus méritos conquistando el país de los cumanagotos a sus expensas. Según Caulín, murió en Caracas, cargado de pesares. Una enfermedad le arrebató la vida en poco tiempo. Lo substituye en el mando Francisco Vides, quien hacia 1589 es vecino y regidor de Caracas. Fueron tantos sus crímenes y desmanes que el Consejo Supremo "le depuso de su gobierno y llevándolo preso a España, cerró la plana de su vida en el horror de las prisiones".

Otro caso es el de "aquel capitán valeroso y esforzado" Diego de Losada. La leyenda y algunos historiadores se empeñan en presentárnoslo como la imagen más acabada del perfecto caballero. Oviedo y Baños (de Colombiagranadina) lo describen como "de gallarda disposición y amable trato, muy reportado y medido en sus acciones". Tan reportado y medido en sus acciones que todos los caciques mariches dejaron la vida tras el espantoso suplicio del empalamiento. Losada, en nuestra opinión, fue un aventurero tan cruel y falto de luces como el mismo Pizarro. Pasa a las Indias siendo niño. Se incorpora en Coro con Rembold. Da la vuelta a los Andes con Pérez de Tolosa. Es de los fundadores de Nueva Segovia. Reprime con saña la insurrección del Negro Miguel. Finalmente acepta una conquista en la que han fracasado cuatro conquistadores y perecido cientos de hombres.

En una de sus entradas al Valle de Caracas, hace tantos estragos entre aquellos infelices que Oviedo, que tan magnánimo se muestra en juzgarlo, comenta: "no podemos negar que en la mortandad ejecutada tuvo mucha parte la crueldad". Escribe el mismo autor refiriéndose a las atrocidades que hacían los hombres de Losada en los primeros días de la conquista de Caracas: "Los derribaron a balazos y empalándolos después, los dejaron puestos en la loma para escarmiento y terror de los demás". Juan Catalán se cita entre ellos. Fundada la ciudad de Caracas y caminando hacia el Valle de Salamanca, llamado también el Valle de los Locos, le mataron a Diego de Losada dos soldados: Losada monta en cólera y ordena a Jerónimo de Tovar que hagas un escarmiento entre los indígenas. Así lo hace el conquistador. Se embosca con cuarenta hombres y espera pacientemente, como cazador, el paso de la presa. "Al romper el alba al día siguiente se empezaron a descubrir cómo quinientos gandules que bajaban por uno de los caminos que venían a parar en la emboscada; de que gozosos los nuestros los dejaron empeñar para asegurarlos bien, y viendo que hasta cincuenta de ellos estaban ya metidos en parte que no podían escapar, dando Tobar la señal de acometer, sólo libro la vida un cacique llamado Popuere, quedando los cuarenta y nueve hombres hechos pedazos". Satisfecho Losada con esta demostración para el castigo, prosiguió su ca camino. Acusado por Francisco Infante de este y otros muchos delitos, fue destituido por ser el gobernador de Ponce de León, muriendo poco tiempo después, "consumido de melancolía". ¿Fue Losada otro enfermo? La dureza de su carácter, la inestabilidad de su temperamento y la intensa melancolía que le arrebato la vida, parecen confirmarlo.

De igual forma luce su rival Francisco Infante. Con el fin de acusar a Losada, ni siquiera se detiene a meditar lo que significa irse con tres compañeros desde Caracas hasta Barquisimeto, atravesando una región llena de indios feroces. Son Domingo Jiral, Francisco Román y el cura Baltasar García. Según cuenta Oviedo, tenía el campo infectado con sus intrigas, chismes y habladurías. Iguales procedimientos utiliza para desposeer de sus tierras al cacique Baruta.

En dos oportunidades la historia recoge sus alucinaciones. Una vez es un pato de fuego que se le aparece en medio de la noche para enseñarle el camino. Otra vez el alma de Guaicaipuro. Garci González de Silva, al cual nos hemos referido tantas veces, es todo un carácter, en el que la insania se asoma de cuerpo entero y sobre el cual ya no es necesario insistir.

La pacificación del Valle de Caracas y sitios circunvecinos se realiza en forma similar a la que emplearon Alonso Galeas y García González con los mariches. Francisco Carrizo, el teniente de Tácata, reprime la rebelión cortándoles las narices y las orejas a treinta y seis indios y al cacique Cumaco; Sancho García, ahorcando a la madre del nuevo caudillo rebelde.

¡La Lucha sigue!



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Manuel Taibo


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