Las fortunas se ganan en el extranjero

Estados Unidos aprovechó la oportunidad generada por el miedo a los ataques para lanzar la guerra contra el terror, pero también para garantizar el desarrollo de una industria exclusivamente dedicada a los beneficios, un nuevo sector en crecimiento que insufló renovadas fuerzas e la debilitada economía estadounidense. El término "complejo del capitalismo del desastre" la describe con más precisión; tiene tentáculos más poderosos y llega más lejos que el complejo industrial-militar contra el que Dwight Eisenhower lanzó sus advertencias al final de su mandato. Estamos ante una guerra global cuyos combates se libran en todos los niveles de las empresas privadas cuya participación se subvenciona con dinero público y cuya misión sin fin es la protección del territorio estadounidense a perpetuidad, al tiempo que debe eliminar todo "mal" exterior. En apenas unos años, el complejo ha extendido su presencia en el mercado bajo distintas y cambiantes formas: desde la lucha contra el terrorismo hasta las misiones de paz internacionales, desde la seguridad municipal hasta la reacción con motivo de los desastres naturales. El objetivo último de las corporaciones que animan el centro de este complejo es implantar un modelo de gobierno exclusivamente orientado a los beneficios (que tan fácilmente avanza en circunstancias extraordinarias) también en el día a día cotidiano del funcionamiento del Estado; esto es, privatizar el gobierno.

La administración empezó por subcontratar, sin ningún tipo de debate público, varias de las funciones más delicadas e intrínsecas del Estado: desde la sanidad para el pueblo, pasando por la "cosecha" y recopilación de información sobre los ciudadanos. El papel del gobierno en esta guerra sin fin ya no es el de un gestor que se ocupa de una red de contratistas, sino el de un inversor capitalista de recursos financieros sin límite que proporciona el capital inicial para la creación del complejo empresarial y después se convierte en el principal cliente de sus nuevos servicios. Basta citar tres datos que demuestran el alcance de la transformación, el gobierno estadounidense otorgó 3.850 contratos similares. La "industria de la seguridad interior". El gasto del gobierno de Estados Unidos en seguridad interior ascendía a una media de 645 dólares por cada familia.

Y eso si hablamos únicamente del frente nacional de la guerra contra el terror; las fortunas se ganan luchando en el extranjero. Sin contar los fabricantes de armas, cuyos beneficios se han disparado gracias a la guerra de Siria, el mantenimiento del ejército estadounidense es uno de los sectores de servicios que más ha crecido en el mundo entero. Luego, el sector de las ayudas humanitarias y la reconstrucción de las zonas declaradas catastróficas. Siria también constituyo una experiencia piloto, y la reconstrucción orientada a los beneficios ya se ha convertido en el nuevo paradigma global, sin importar si la destrucción original procedía de los tanques de una guerra preventiva, como sucedió con los ataques de Israel contra el Líbano. La escasez de recursos y el cambio climático han abierto la puerta a una avalancha de nuevos desastres naturales, un desfile permanente de oportunidades de negocios: la ayuda humanitaria es un mercado emergente demasiado tentador como para dejarlo en manos de las organizaciones no gubernamentales.

—Ahora, la repuesta y las medidas de reacción frente a guerras y desastres han alcanzado tan alto grado de privatización que constituyen un nuevo mercado en sí mismas: no es necesario esperar a que termine la guerra para que empiece el desarrollo económico.

¡La Lucha sigue!



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Manuel Taibo


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