¿Eran superhombres? ¿O seres incapacitados de ver su propia limitación?

El poblador medio de Castilla para la época de la Conquista se vio, sin duda, sometido al mismo dilema. Riquezas y honores problemáticos por una parte, miserias y privaciones seguras por la otra. Demasiado ha debido pesar esto último, para que haya sido tan insignificante el número de los expedicionarios. Especialmente si tomamos en cuenta las condiciones económicas de España a fines del siglo XV y primeros años del XVI.

—El hambre es lo más clásico en la España de Isabel y de Fernando y en los reinos venideros. Literalmente el pueblo se muere de hambre.

¿Por qué causa, entonces, los españoles se transformaron en Viajeros de Indias? Si era tan escaso y problemático el beneficio de la empresa, y tanto el sacrificio y la audacia que exigía, ¿cuáles podían ser las motivaciones del conquistador? ¿Confianza ciega en sí mismo? ¿Conciencia de su valía y de la posibilidad de triunfo?

Veámoslo a través de los caballeros de la Fama.

No ha desaparecido todavía en el horizonte del palo de la nao cuando ya los Caballeros de la Fama son apenas doce.

¿Amaban el oro más que nadie aquellos Viajeros de la Gorgona? ¿Estaban dispuestos a morir antes que regresar a España con las manos vacías? ¿Sufrían de afán de lucro, como afirman Las Casas y sus contemporáneos, o había algo más complejo en sus motivaciones?

Mientras luchan se disipa la horrenda sensación de no saber para qué se vive. Mientras no se alcance lo que se quiere, se tiene la esperanza de que en ese objeto ansiado se encontrará la paz. Por eso hay hombres que conspiran contra ellos mismos. Quizás sea ésa la causa por la cual el gran aventurero, Colón, impone a los reyes aquellas peticiones tan absurdas. Era prácticamente una invitación al rechazo. ¿No sería eso lo que deseaba inconscientemente Colón? Por eso el aventurero puede llegar tan lejos en el camino del éxito. Triunfa porque tiene propósitos sobrehumanos. No porque crea alcanzarlos. Es precisamente por no querer. Por eso el aventurero fracasa al triunfar. Cuando Cortés era niño se propuso, quizás, ser poderoso. Era un sueño absurdo para un pobre hidalgo extremeño. Ese sueño, sin embargo, lo llevó a las Indias. A poco tiempo era el hombre más rico de Cuba. Poco tiempo le dura el gozo. Necesita algo más o mucho más. Pero ese algo que necesita Cortés no es lo que cabe en un cofre. Lo que está pidiendo el alma del aventurero son precisamente caminos. De lo contrario se sofoca en la meta. Por eso se ahoga en la hacienda de Vista Hermosa. Por eso se acalora y enferma cuando el Virrey Mendoza no lo deja ir a California. Por eso va ante el Rey a suplicarle lastimeramente que lo deje ir a Argel a luchar contra los moros.

A esta actividad sin objeto de los conquistadores se añade su ausencia absoluta del miedo a la muerte. Consecuencia de esta fe ciega en el destino es su optimismo contagioso. Su despreocupación el dinero y la riqueza. Lo mismo pasan seis meses de hambre que despilfarran en una noche el tesoro de un rey. Son generosos, imprevisivos y alegres y alegres como un niño feliz.

—Viajeros de Indias son nuestros héroes, aunque se llamen libertadores, caudillos de montonera o tribunos de madrugadas trágicas. Los Viajeros de Indias no han muerto con la segunda mitad del siglo XVIII; todavía agitan e irrumpen en los momentos cumbres de la historia contemporánea o en los instantes más lóbregos de la cotidianidad. Por eso decimos que la historia de Venezuela, además de estar silenciada, es una historia detenida.

¡La Lucha sigue!



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Manuel Taibo


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