30 de abril: “son ellos o somos nosotros”

"Porque la democracia significa más que solamente tolerancia. Significa reconocer al otro como partícipe de la producción de futuro"

Norberto Lechner

Los patios traseros de la democracia

Por defecto del oficio, los profesionales de las ciencias sociales adquirimos un conjunto de hábitos que practicamos de manera involuntaria. Me refiero a la extraña costumbre de escuchar los diálogos sociales que rodean nuestra vida cotidiana, escuchas no invitados a conversaciones ajenas que se desarrollan en el transporte público, en la mesa de al lado en el cafetín, intrépidos recolectores de testimonios no consentidos, etnógrafos improvisados y desordenados siempre prestos a registrar fragmentos de relatos, frases, retazos de conversaciones, que luego sometemos a libres reflexiones, a contrastes con teorías o encuestas previamente reconocidas. Hoy me dispongo a exponer en voz alta un retazo que pude obtener en días recientes

El pasado 30 de abril, un día más en el que la turbulencia de la política venezolana nos levanta aturdidos y precipitados, me apresure a salir a la calle, para poder descifrar lo que realmente estaba pasando. Una vez más, la tranquilidad de la calle contrastaba con la importancia de los acontecimientos. El desconcierto me hizo sentarme en una panadería a desayunar, mientras intentaba seguir los hechos ocurridos en la Carlota desde mi celular. Estaba entretenido entre el café y el teléfono cuando una frase externa a mi microatmósfera personal irrumpe por su fuerza y vehemencia: "aquí no pueden haber medias tintas, son ellos o somos nosotros". Sin lugar a dudas, hacía referencia a los hechos políticos que estaban ocurriendo. El emisor había alzado la voz para expresar su frase culminante, su desiderátum último, pero había vuelto a bajar el volumen, supongo que por alguna discreta recomendación de su interlocutor. Ya no podía seguir el hilo de la conversación que me había despertado interés, la curiosidad me hacia imperativo voltear para ver a los contertulios, quería entrar en su semiósfera, la intriga me llevó, en cuestión de segundos, a voltear de manera indiscreta para ver a los personajes. Mi imprudencia fue tal que llegué a tener contacto visual con el autor de la frase, quien me tiro una mirada destemplada e incluso desafiante, durante un breve instante, cuando de pronto la apartó para continuar conversando con su compañero de mesa. Puedo estimar sus edades, sus oficios, incluso, por los símbolos de sus gorras, saber a qué bando de la intestina batalla política pertenecían. Esto último no vale la pena comentarlo, pues creo que no aporta mayor valor al análisis, pues estoy convencido, que es una frase que bien hubiera podido escuchar de algún miembro fanatizado de cualquiera de los dos polos.

Como ya he dicho en otras oportunidades, los venezolanos hemos sufrido una sobrexposición a la política polarizada durante más de dos décadas, incrementando la intensidad de la polarización a niveles insospechados en los últimos tres años. La polarización supone la presencia de dos bandos cuyos proyectos son "irreconciliables" y en disputa permanente. Estos escenarios, generan una alta concentración de expectativas y carga emocional por parte de los seguidores de cada polo. La construcción de identidades políticas siempre implica una definición sobre la base de un "afuera" una "externalidad", que diferencia el "nosotros" de los "otros" y que constituye la base del sentido de pertenencia con los discursos, relatos y símbolos de la identidad propia. Esas líneas de demarcación o fronteras siempre son problemáticas frente al Otro, pero en escenarios de identidades excluyentes y polarizadas, estas fronteras simbólicas son verdaderamente conflictivas. En estos escenarios, cualquier argumento concedido al contrario es visto como "traición" y desarraigo frente al grupo, no hay mecanismos para matizar la realidad y el contrario ya no es un adversario que participa junto con nosotros en competencia sucesiva por el poder, ganando y perdiendo, sino es un enemigo y cada contienda se libra como un momento culminante. No se juega una alcaldía, una gobernación o curul, se juega la sobrevivencia misma del grupo.

El psicólogo social Daniel Esquivel dice "El gran aliado y soporte de la polarización es el propio cerebro humano, el cual en aras de simplificar los procesos tiende con mucha facilidad hacia lo binario: ellos y nosotros, blanco y negro, amigo y enemigo". En este sentido, Las identidades totales y los climas polarizados contribuyen a estrechar las percepciones y exacerba el "sesgo de confirmación", fenómeno mediante el cual, los seres humanos solo buscan información que compruebe y reafirme sus creencias, valores, percepciones y prejuicios. Por tanto, se tienden a romper con los canales de diálogo e intercambio de ideas naturales de los procesos políticos más estables.

A pesar que en Venezuela ambos polos acusan desgaste y ya no tienen la capacidad de movilización que tenían antes, siguen copando la escena política nacional y constituyen fuerzas sociales sumamente importantes. Por ello, la polarización en Venezuela es un asunto cotidiano, ahora incluso estimulado desde el exterior. Sin embargo, días como el 30 de abril son "situaciones límites" en donde la polarización es llevada a su máxima expresión. Son estas situaciones las que desnudan las formaciones del inconsciente colectivo y nos presentan con nitidez la expresión última de la polarización: "son ellos o somos nosotros". No se trata en última instancia de la disputa latinoamericana entre "democracia y autoritarismo", o el histórico dilema "socialismo o capitalismo", "libertad o dictadura". Para nada, la frase "son ellos o somos nosotros" está desprovista de cualquier ideologización política convencional, carece de argumentos nobles, de proyectos, de propuestas. En definitiva, es una racionalización del instinto primario de supervivencia.

El instinto de supervivencia está asociado a la fuerte carga emocional del miedo. Como ya lo ha dicho las ciencias asociadas a la comunicación, las emociones motorizan y movilizan ideas y fuerzas políticas. En consecuencia, es el miedo la base misma de la polarización expresada en síntesis en la frase "son ellos o somos nosotros". La frase no deja de sorprendernos por su elocuencia "son" o "somos" es el dilema central, si son "ellos" no "somos" "nosotros" y si "somos nosotros" no "son ellos". Es decir, la posibilidad de ser plenamente radica en la negación de ser del Otro. Este es la base de construcciones y prácticas sociales micrototalitarias que han proliferado en la sociedad venezolana.

La personificación del miedo en el Otro, como ente que niega tu capacidad de ser, es el insumo básico para la construcción de odios mutuos. El miedo/odio mutuo es la forma de relacionarse entre chavistas y opositores dentro de la sociedad venezolana. Venezuela no constituye el primer episodio latinoamericano de polarización, son abundantes las experiencias y los estudios al respecto. El texto del politólogo Norbert Lechner, Los Patios Traseros de la Democracia, nos brindan extraordinarias luces sobre nuestra actual realidad política. Por un lado, Lechner explica cómo incluso alrededor de gobiernos de "democracia deficitaria" hay una base social que lo apoya. En palabras de Lechner "el régimen sigue contando con un apoyo social que, siendo minoritario, no se explica por la defensa de privilegios económicos. Hay otros "beneficios" no tangibles, en concreto, gozar un sentimiento de seguridad". Es así, como la base social del chavismo forma una "minoría consistente" basado en la búsqueda de "seguridad". El chavismo siente menos temor por la falta de agua, luz, comida, que por la amenaza a su existencia que supone el revanchismo de la oposición. En palabras de Lechner "La gente siente amenazado el (su) "sentido del orden", o sea, lo que hace inteligible la vida en sociedad y su lugar en ella". Por tanto, el chavismo, desde sus altos jerarcas hasta sus últimos militantes, sienten una amenaza sobre su existencia y su lugar en la sociedad, entienden que la preservación del poder es la garantía última de que impere el orden en el que ellos "pueden ser". El chavismo pide "mano dura contra los golpistas", vale decir, el uso total de la fuerza para eliminar el objeto de la amenaza latente de su propia extinción.

Por otro lado, para la oposición el chavismo se ha vuelto una realidad insoportable que atenta contra su propia existencia, que le niega su lugar en la sociedad, que lo desconoce, que lo oprime, es un padre castrador al cual atemoriza y causa odio a la vez. Hay una carga emocional de la oposición que busca suprimir totalmente esta situación. Para la oposición cualquier diálogo aparece como la legitimación, el reconocimiento de la situación de sojuzgamiento en el que se encuentra. El golpe de Estado es la rebelión del hijo que busca asesinar al "padre castrador" para pasar a ser él plenamente, pero a la vez se cierne sobre él un sentimiento frustrante de impotencia, como dice Erich Fromm "el miedo llega a debilitar el sentimiento de su propia fuerza, se paraliza su iniciativa y confianza en sí mismo", es por ello que, reconociendo su impotencia, su castración, cuando fracasa su iniciativa, la oposición se aferra a la idea de una intervención militar extranjera. La oposición espera un pronunciamiento de Trump, Pence, Pompeo, Abrams o Marco Rubio pues como dice Lechner el miedo ha llevado a que "el proceso social aparezca como una lucha entre dioses para la cual resulta completamente irrelevante la propia opinión. Desesperada, muerta de miedo, la gente se entrega a una instancia superior para que decida por ella. Es un acto de fe, un "fideísmo", que pretende ganar la salvación renunciando a la voluntad propia". Por ello, la oposición presa del miedo, el odio y la impotencia, renuncia a su capacidad de ser por fuerza propia y se entrega al pensamiento mágico. Esta oposición busca convertirse en el "padre castrador", suplantar su práctica de dominación, identifica el asesinato del Otro como el único alivio de sus propios problemas. Cualquier tibieza al respecto es vista como concesión al enemigo.

En este contexto de pugna "irreconciliable" y a muerte por "ser", se van construyendo relatos en el que el enemigo es depositario de todos los defectos y el "nosotros" portador de todas las virtudes y buenas intenciones. Ahora bien, como dice Umberto Eco en su Fascismo Eterno se construyen relatos mutuos donde "los enemigos son simultáneamente demasiado fuertes y demasiado débiles", así el chavismo habla de un "Imperialismo" capaz de estar atrás de cada falla de gestión, sabotear desde el Sistema Eléctrico hasta el sistema de recolección de basura del municipio más remoto del país. En la crisis económica, en la burocracia, en la corrupción, en la ineficiencia está detrás la figura del enemigo ubicuo y todopoderoso. No obstante, y para no desmoralizar, ese enemigo también aparece como el "muchacho bobo", "el diputado que se bajo los pantalones", "el torpe Trump", que siempre termina siendo parcialmente derrotado. Es un enemigo peligroso y estúpido, amenazante y débil, en esta ambigüedad reside la eficacia interna del símbolo del enemigo. Asimismo, la oposición habla de su impotencia frente a "narcodictadores", "genocidas", "apoyados por el G2 cubano" en una suerte de componenda internacional del Oriente contra Venezuela, pero también, caricaturizan a Maduro como un "dictador bruto y torpe", "un hombre carente de inteligencia y formación", "un incapaz sin ninguna virtud" y al chavismo "como miserables indigentes", "clientela a sueldo del gobierno". De este juego de palabras ambivalentes se valen unos y otros para definir al contrario, omitir responsabilidades y cohesionar las fuerzas internas.

Ahora bien, mientras los polos se enrumban hacia la confrontación sus bases se deshielan. Cada día son más los venezolanos que se separan de los polos, hastiados de la dinámica de la confrontación. Volviendo a recurrir al citado texto de Norbert Lechner que nos expone el siguiente panorama vivido en crisis sociales similares "tiene lugar una especie de "impermeabilización", mediante la cual la gente pone en seco su vida interior", en otras palabras, dice "se revaloriza la vida cotidiana". La gente se refugia en su vida cotidiana, sale del ámbito público (político por esencia) para privilegiar el ámbito privado. Cada día más gente prioriza sus proyectos personales, sus mecanismos de sobrevivencia, sus sueños particulares, se refugia en la familia y en los círculos de amistades más intimas, se aleja de la confrontación política. Son ellos, la mayoría, que sintiendo que su participación en el espacio público no podrá incidir y renuentes a ser usados como masa de maniobra por alguno de los dos bandos, los que tendrían la última palabra en un escenario plenamente democrático.

Estamos en un escenario de clausura de lo político en medio de juegos de guerra. Los miedos y los odios imposibilitan la cohabitación democrática y plural dentro del país. Ese 30 de abril como "situación límite" lo hizo claro y evidente, prevalece el miedo y la convicción de que solo es posible "ser" en base a la negación del Otro. Reconstruir un tejido social democrático pasa por entusiasmar a las mayorías silenciosas que hoy se refugian en su vida cotidiana y desactivar los miedos/odios de las minorías consistentes que gravitan en los polos. Una pequeña modificación gramatical en la frase "son ellos o somos nosotros", que supone cambiar el conector "o" que nos coloca en disyuntiva, en opciones mutuamente excluyentes, por el conector incluyente "y", "son ellos y somos nosotros", implica una profunda apuesta por una nueva cultura política en Venezuela, que nos remonte a la milenaria interrogante sobre si ¿podremos vivir juntos siendo diferentes? y a la democracia no solamente como espacio de confrontación entre adversarios, sino como arte de coexistencia entre los diferentes.

Se me acaba el café… los vecinos de mesa se habían ido sin que yo me percatara, distraído en cavilaciones inconclusas… tengo que seguir mi día.



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Damian Alifa

Combatiente en la batalla de las ideas

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