El petróleo de esquisto: Arma geopolítica del capitalismo en crisis

La estrategia de los Estados Unidos y sus aliados occidentales (habría que preguntar a los subalternos criollos que piensan si es que piensan...al respecto!?)  de explotar el petróleo de esquisto como instrumento geopolítico sin importar los daños irreversibles ambientales y de riesgos que genera en la estabilidad de la corteza terrestre, es un arma a la que se apela con el propósito de imponer la hegemonía geopolítica, económica y territorial.

El anuncio de dicha estratégia a través de los medios de comunicación privados corporativos como la BBCmundo se hace con la versión noticiosa de un gran "tubazo infromativo": El nuevo fenómeno energético. Sin esconder el cinismo noticioso señalan que el gran descubrimiento tendrá consecuencias geopolíticas y económicas. Como lo vemos hoy, y así como lo está anunciando el presidente Nicolás Maduro, los acontecimientos están en pleno desarrollo y el reto no es otro que prepararse en lo cualitativo y cuantitativo para afrontar las consecuencias.

La extracción de petróleo y gas de esquisto presenta serios riesgos ambientales pero detrás de las nuevas tecnologías que la hacen posible hay poderosos intereses económicos y políticos. Los hidrocarburos no tradicionales son parte, además, de entramados geopolíticos que tienen a Estados Unidos como principal protagonista. Sin embargo, en América Latina es presentado como una fuente de prosperidad,,,(!!!??).

La explotación del esquisto se realiza perforando la tierra verticalmente hasta 3000 a 4000 metros de profundidad, luego se realizan hasta seis perforaciones horizontales de uno a dos kilómetros de longitud y se inyecta a alta presión una mezcla de hasta 30 millones de litros de agua, centenares toneladas de arena y decenas de miles de litros de productos químicos no revelados por las empresas para extraer petróleo o gas de las grietas generadas en lutitas, denominación técnica, de rocas impermeábles de esquisto o pizarra como de le denomina técnicamente. Esta es la nueva tecnología denominada fractura hidráulica o fracking. A la superficie vuelve hasta 50% del  fluido inyectado, junto con el petróleo o metano extraído del esquisto. Una vez separados los hidrocarburos obtenidos, se desecha un efluente tóxico que, además de los componentes originales, contiene elementos radiactivos y  otros carcinógenos probados presentes en la roca. Mientras tanto, desde el subsuelo se contaminan tierras fértiles, aguas subterráneas y superficiales, e incluso se han verificado sismos debido a que los fluidos inyectados a alta presión provocan el movimiento de fallas en la corteza terrestre. Un estudio de la universidad de Cornell- Estados Unidos-, estimó que en 20 años la explotación de petróleo y gas no convencional-esquisto-, dejará una "huella de carbono" muy superior a la del carbón.

Algunos países de Europa ven con preocupación la explotación del esquisto por las secuelas que conllevan. En los propios Estados Unidos los movimientos amstas y ecologistas se han declarado en alarma y se movilizan. En latinoamérica donde las transnacionales tienen presencia e influencia, la amenaza está presente.

Por eso, en Venezuela, con las mayores reservas petroleras y por contar con una constitución, que por voluntad popular, debe garantizar la soberanía política y territorial, la amenaza está presente frente a las ambiciones geopolíticas de los Estados Unidos y sus subalternos criollos con los cuales cuentan.

Por eso también, la necesidad de abordar el estudio, conocimiento y difusión por todos los medios de una cultura del petróleo y asumir así la preparación de una nueva cultura donde se prime el desarrollo de las fuerzas productivas, en lo cualitativo y cuantitativo,  en lo simbólico, para superar el rentismo y garantizar el desarrollo nacional con soberanía política y territorial. Es el reto.



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Luís Palencia


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