¿Se puede vivir sin guerras?

¿Se puede vivir sin guerras sin que nos expongamos a ser conquistados por cualquiera? Crece el poder de la conciencia y mengua el de la inercia, y entonces ésta se defiende con las burlas y el desprecio: Todos los sabios y filósofos han admitido la legitimidad y hasta la santidad de la guerra y ahora, de repente, se quiere suprimirla. Pero la conciencia se ilumina cada vez más y entonces los partidarios del error fingen reconocer la enormidad de lo que defienden, cuya destrucción estiman imposible por el momento, aplazándola para una época indeterminada. ¿Quién ignora que la guerra es un mal? Pero la humanidad se halla tan cercana de la animalidad, que su supresión causaría más mal que bien.

La principal función de la guerra es, destruir países y civilizaciones, apropiarse de sus riquezas y materias primas, dificultar la vida de los nacionales, explotar a los trabajadores, mantener a los pueblos en estado de atraso; pero eso sí, salvar el sagrado dividendo. La patria es una hipoteca de los tenedores de la deuda pública. Los ejércitos al servicio del Imperialismo Monopolista no se distinguen sino en el número de las tropas mercenarias al servicio de unas Empresas Transnacionales, de ahí qué, cuando estos ejércitos atacan no defienden una comunidad Nacional sino que se enfrentan a los pueblos.

Entre los infinitos males que la guerra engendra y sustenta, no es uno de los menores el de fomentar en el espíritu de los pueblos los instintos belicosos, con su cortejo de sentimientos de falso honor y de mentida dignidad. Y otro de esos males es el de que se borre en la conciencia popular el recto sentimiento del heroísmo.

Los más de los heroísmos de guerra, al ser celebrados, tienden a borrar en las masas la sana distinción entre actos verdaderamente heroicos y actos realmente criminales, ya que acciones que en tiempo normal se reputarían de delitos, pasan en tiempo de guerra por laudables hazañas.

En ninguna parte halla más aplicación que en la guerra el principio bárbaro aquel de que el fin justifica los medios. En tiempo de guerra se llama héroes a hombres con madera de criminales, que han hallado en la guerra salida a sus instintos.

Alguna vez se ha dicho que en tiempo de guerra disminuyen en un país las comisiones de delitos comunes, y es, sin duda, porque los instintos criminales se canalizan en la guerra misma. La guerra trae consigo, entre otros males, la apoteosis del criminal disfrazado y el encumbramiento del bruto. El tratar de actos heroicos verdaderas salvajadas, no puede por menos que engendrar en el pueblo concepciones erróneas, a la vez que alimenta el poso de sus peores instintos.

Tal vez sea una de las hondas causas de la guerra la presión constante de los instintos brutales que piden satisfacción, presión que acumulándose acaba por romper de tiempo en tiempo las trabas con que el ámbito social la sujeta. La guerra es el delito colectivo; es el crimen de las muchedumbres.

Y no paran aquí los males de ese falso heroísmo. A favor de la guerra sube y se encuentra el héroe, el bárbaro, y una vez encumbrado conserva su posición en tiempo de paz. Y nada hay peor que un estado de paz en que influya poderosamente el que se elevó por la guerra. Porque, si a nadie se le a ocurrido poner al frente de un ejército a un hombre que, por sus estudios y trabajos, se encumbrara en tiempo de paz a primer puesto en la gobernación del Estado, ¿por qué se ha de poner al frente de éste en época pacifica al héroe, al bárbaro que subió en la guerra por su valor personal? Un país dominado más o menos por el militarismo, es un país en perpetuo estado de sitio, en constante suspensión de garantías constitucionales.

La guerra tiende a que no se acabe de formarse en el espíritu del pueblo la noción clara del verdadero heroísmo, de ese heroísmo que consiste no pocas veces en saber dar la razón al enemigo, cuando la tiene.

La crisis de la guerra no puede soportarla los países débiles, los pobres, los pequeños productores, y sí los dueños de las grandes Empresas de los medios de Producción. La extracción de grandes cantidades en divisas para la guerra es causa de grandes crisis y de enormes fluctuaciones en el precio de los artículos de primera necesidad, del cual se aprovechan los Ricos. Sólo ellos se encuentran en posición de hacer grandes importaciones y se valen de la ocasión para explotar la situación de los demás. Hay que repetir que sólo la injusticia justifica la guerra, que no hay, si se mira hondo guerra alguna justa. Las guerras son para encumbrar una clase social; que está al servicio del imperialismo y el mismo sirve de garantía al capitalista para su explotación.

“En la antigua Roma la extracción de brazos para la guerra fue causa de grandes crisis y de enormes fluctuaciones en el precio de los alimentos, de que se aprovechaban los ricos. No es muy diferente a lo que está sucediendo en nuestros días”.

Una idea o un sentimiento nuevo cuestan fatiga el que se formen en el cerebro del pueblo, porque tienen que abrirse largo paso y tal vez contra las ideas y los sentimientos ya existentes. Por esto es el pueblo íntimamente conservador, y a menudo, cuando han cambiado las cosas profundamente en torno de él, sigue considerándolas con las ideas que tenía acerca de su estado precedente, y no las cree diversas.

Esto es aplicable a todos aquellos que, educados en las concepciones económico-sociales que dominaron siempre, cierran sus ojos a la evidencia y no ven que las doctrinas socialistas no son más que la explicación de lo que en derredor nuestra pasa.

Es necesario permanecer fieles a nosotros mismos y a nuestro Proceso, no es fácil, las tareas son tremendas, los enemigos son innumerables, debemos dedicar tiempo y atención a las experiencias pasadas que nos sirvan para un futuro más promisor.

¡Un ejército bien armado y entrenado, paraliza las ambiciones del imperialismo!

manueltaibo1936@gmail.com

¡Pa’lante Comandante! Lucharemos. Viviremos y Venceremos.

Hasta la victoria siempre y Patria socialista.

¡Gringos Go Home! Libertad para los cinco héroes de la Humanidad.


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Manuel Taibo


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