Las leyes imperiales

 

GLOBALIZACION DE LA COMPRA COMPULSIVA

Vivimos tiempos de “globalización”, de la ideología del comercio porque sí, en los cuales se inculca a toda persona la manía de comprar lo que sea cuando sea y como sea aún cuando no lo necesite, para beneficiar a las grandes empresas transnacionales, que no tienen nacionalidad, y su poder trasciende todas las fronteras.

A ese poder económico ilimitado, que otorga a corporaciones (cuyos dueños pueden ser propietarios de grandes negocios y chuparse la sangre de países que jamás visitarán) correspondió la iniciativa de acuerdos y convenios (aprobados por medio de falsos consensos), que obligan a todas las naciones a cumplir las normas que garanticen ese poder económico, esos monopolios, esos abusos de la propiedad privada contra las inmensas mayorías de gente de todos los pueblos del mundo.

¿Y QUÉ ES EL FALSO CONSENSO?

Consiste en la aprobación amañada de convenios que atan a los gobiernos de manera obligatoria con los intereses de las empresas transnacionales, pero que se aprueban sin una consulta verdadera. La organización correspondiente de las Naciones Unidas (no hay duda, dominada por las corporaciones) llama a una asamblea de miembros, allí se presenta a los representantes el convenio redactado, en un idioma diferente, el inglés, por ejemplo, y a los quince minutos se pregunta si hay alguna objeción al convenio.

Naturalmente que no ha sido leído, y nadie puede dar una objeción a lo que no conoce. Así que el que dirige la reunión da un martillazo.

_”¡Aprobado!” -al “no haber objeción”.

Generalmente los funcionarios de los gobiernos que firmaron habían sido convenientemente ablandados, convencidos o corrompidos. Y muchos países, cuyos representantes van con dignidad a defender sus intereses nacionales, se niegan a aprobarlo; pero siempre hay los que firman, así que el convenio entra en vigencia para los que aprobaron.

LA TELARAÑA DE LOS CONVENIOS

Pero un convenio suele hacer referencia a otro. Los ADPIC, por ejemplo, remiten al Convenio de Berna, al Convenio de París y a los que se refieren a la protección de fonogramas y de medios de difusión, entre otros, de manera que directa o indirectamente enganchan a los países con leyes imperiales inconvenientes para los países, pero que son un manantial de dinero para las corporaciones.

En el centro de la telaraña están ellas, esperando con las tenazas listas para devorar a sus víctimas.

LAS MEDIDAS PUNITIVAS

Los ADPIC -que es uno de los peores convenios que existen- tiene medidas sancionatorias para los países que no protejan suficientemente -utilizando sus propios recursos, por supuesto- los intereses de las corporaciones, y exigen que se tomen medidas expeditas para garantizar esos intereses. Mientras tanto, la víctima tiene que utilizar un presupuesto que se necesita para beneficiar al pueblo, unas fuerzas policiales y judiciales que se necesitan para usos más dignos, para defender unos intereses ajenos, los de quienes nos explotan.

LAS ARGUCIAS DEL IMPERIO TRANSNACIONAL

El imperio se vale de trampas multiplicadas, reflejadas y enrevesadas para alargar la validez de los convenios, irregularmente firmados, y los sobrepone a las leyes nacionales de los países, donde siempre tendrá una fauna de leguleyos vigilando que los gobiernos no se atrevan a actuar con dignidad y soberanía. En Venezuela, por ejemplo, ciertos famosísimos leguleyos aluden al Convenio de Viena sobre los Tratados para obligarnos a cumplir algo QUE VENEZUELA NO HA FIRMADO. Pero si eres dueño de un bufete que trabaja para las corporaciones o eres ex magistrada, hay que creerte, aunque seas un embustero de siete suelas.

CÓMO ESCAPARSE DE LOS CONVENIOS IMPERIALES

Esos mismos convenios dejan siempre una rendija, y es sabido que cualquier grieta puede derribar a la larga una represa. Ese es el largo y laborioso camino de quienes no quieren hacer enojar a los imperialistas, para que su ira (demostrada en un cinturón de bases militares apuntando al país que quiere ser soberano, por ejemplo), para que su ira no caiga sobre ellos.

Hay un camino más expedito, y es el de sencillamente denunciar esos tratados y apartarse de ellos. El mismo hecho de haber sido aprobados de una manera tan truculenta posibilita que un Estado o grupo de Estados (pongamos, como ejemplo, a los que están organizados en la ALBA) aleguen dolo en el momento de aprobación del tratado y se aparten de él. Ya Venezuela dio un ejemplo con la denuncia de la Decisión 486 de la Comunidad Andina de Naciones, y debe continuarlo con la denuncia de la Decisión 351 del mismo pacto andino, por las mismas razones. Si no estamos en un grupo, no estamos obligados a cumplir sus leyes internas (que eso son los convenios internacionales que crean ciertas instituciones).

LOS LADRIDOS DE LAS HIENAS

Por supuesto que las hienas que cuidan el fiel cumplimiento de las leyes imperiales chillarán, y sacarán como impedimento para el ejercicio de nuestra soberanía, ¡LAS MISMAS NORMAS DE LAS LEYES DEL IMPERIO! Y, sin ninguna vergüenza, intentarán continuar impidiendo que aprobemos unas leyes soberanas que no atenten contra los derechos del pueblo, como lo han hecho hasta ahora.

CASO VERGONZOSO ES EL DE LA LEY SOBRE EL DERECHO DE AUTOR, ESPERPENTO JURÍDICO QUE AÚN SIGUE VIGENTE POR FALTA DE VOLUNTAD POLÍTICA DENTRO DE QUIENES ESTÁN LLAMADOS A APROBAR UNA LEY QUE SE ADAPTE AL TEXTO Y EL ESPÍRITU DE LA CONSTITUCIÓN DE LA REPÚBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA.


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Andrea Coa


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