Las Noches de Antaño Cumanesas se han consolidado como un ritual vital para la capital sucrense, celebrando la Memoria Viva y el Patrimonio Intangible de la ciudad primogénita de Tierra Firme.
Sin embargo, en un contexto de profunda crisis de identidad nacional -marcada por la emigración masiva y la creciente permeabilidad cultural a modelos externos (la "nueva ciudadania EEUU")-, es imperativo someter esta festividad a un análisis crítico:
* ¿Es este performance histórico un acto de
resistencia cultural soberana o una mera
distracción lúdica que maquilla la fractura
identitaria?
El valor del evento es innegable, pero su función actual exige un escrutinio que trascienda la mera descripción folclórica.
(I). Un Espejismo de Cohesión:
Desde una óptica simbólica, la celebración cumple la función de un rito compensatorio. Al recrear el centro histórico con vestimentas y música de los siglos XVII al XIX, la comunidad invoca un pasado idealizado y estable.
El objetivo no es solo recordar, sino reafirmar una existencia colectiva frente a la desintegración del presente. El pueblo, al transformarse en actor, convierte la calle en un escenario vital, logrando una momentánea cohesión social.
No obstante, esta cohesión se limita a la duración del festival. El acto simbólico corre el riesgo de ser un espejismo. La intensidad de la fiesta puede enmascarar la desarticulación económica y la diáspora que vacía la ciudad de sus propios portadores de memoria.
Al concluir el ritual, la comunidad regresa a una realidad donde la principal referencia cultural juvenil, y a menudo el destino migratorio soñado, ya no está en su "tierra firme", sino en narrativas transnacionales.
(II). La Nostalgia como Distractivo Eficaz:
El análisis semiótico de las Noches de Antaño revela que cada signo utilizado (el traje, la música, la ambientación) es un código cultural que comunica un apego profundo a la raíz.
Sin embargo, al ser un acto de nostalgia, su potencia está dirigida hacia atrás, hacia lo que se perdió, más que hacia la construcción crítica y soberana del futuro.
La espectacularidad lúdica y atractiva del evento capitaliza la emocionalidad de la pérdida, transformando la ansiedad por la identidad en un consumo cultural satisfactorio y temporal.
El pueblo se contenta con bailar la identidad perdida, en lugar de politizar y gestionar el capital cultural de la festividad.
* Esta es la visión no compartida: La fiesta,
al ser tan exitosa en su función lúdica, se
convierte en un obstáculo pasivo para la
reflexión y la acción transformadora.
(III). ¿Praxis o Ficción Necesaria?
El aspecto más profundo es el semántico, el significado de la Memoria Viva. Si la celebración genera un fuerte vínculo afectivo y transmisión intergeneracional de la herencia intangible:
* ¿Por qué no se traduce ese arraigo en una
defensa activa y política de la soberanía
cultural y económica local?
La respuesta crítica es que se ha permitido que el valor semántico de la fiesta sea despojado de su potencial de praxis. La ludicidad prevalece sobre la conciencia histórica.
El desafío para el intelectual orgánico y para la comunidad es convertir este capital simbólico en un instrumento de autodeterminación, capaz de competir con la poderosa narrativa cultural de la "nueva ciudadania (EEUU)" que ofrece una identidad pragmática y un futuro tangible.
(IV). Las Noches de Antaño son un tesoro de memoria viva y cohesión social.
Su actual caracterización como un mero evento atractivo y lúdico la limita a ser, en el mejor de los casos, una ficción necesaria: una mascarada nostálgica que permite a la comunidad creer que posee la identidad que su realidad estructural le está arrebatando.
La verdadera victoria de esta festividad no será cuánta gente atrae, sino cuándo su potente simbolismo de resistencia trascienda la danza y se convierta en una praxis cultural que pueda asegurar la soberanía identitaria de Cumaná a largo plazo.
Enlace:
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