Cadáveres en Anzoátegui

No es precisamente el cadáver que por la playa rueda del polo margariteño. Se trata de los cadáveres de la cuarta república, reencarnados en los candidatos que la oposición sacó de ese recinto mortuorio llamado mesa de la “unidad” “democrática” (qepd). Anzoátegui no fue la excepción en este oposicionista retorno de los brujos. O de los muertos.

A escala nacional, los viejos partidos se masticaron sin compasión a la usada y abusada “sociedad civil”. Igual suerte corrieron los chicos “manos blancas”, cuyo movimiento estudiantil tiene fuerza para trancar una calle, pero no para destrancar las jugadas (o mañas) de la cuarta república. Mientras el puntofijismo se cogía todos los puestos salidores a la Asamblea Nacional, mandó a sus jóvenes a comprar kerosén. En eso andan todavía.

La mesa bipartidista de Anzoátegui colocó viejas y roídas fichas como los Barreto Sira y Romero Luna a la cabeza. La navaja de AD y Copei tasajeó al estado de norte a sur, desde el Caribe hasta el Orinoco. Desde Barcelona y Puerto La Cruz hasta Soledad, pasando por todos esos intermedios pueblos de Dios.

Gente con más prontuario que currículum, le da la razón a su santo patrón, Rómulo Betancourt, quien a los cadáveres políticos los calificó de insepultos. La cuarta república ha resucitado en Anzoátegui, pero sin aliento para llegar a la Asamblea Nacional. Nuestro pueblo no sufre de necrofilia, esa patología de amor por los cadáveres que exaltaron los surrealistas. En el arte, pasa. En la política, conduce a la descomposición, como lo están hoy AD,Copei y sus embriones amorfos de Un “Nuevo” Tiempo, Primero Justicia y lo que queda de Podemos, si es que queda algo.

Estudiaba en el “Briceño Méndez” de El Tigre, cuando escuché por primera vez la frase romuliana de “cadáveres insepultos”. Betancourt se refocilaba rebuscando palabras raras y construyendo frases enrevesadas. Luis Piñerúa intentó imitarlo con poca fortuna, aunque pegó el vocablo “barragana”. Más se le aproxima Ramos Allup, quien apostrofó a sus aliados de Primero Justicia de “lechuguinos, sifrinos, mariposillas y petimetres”.

Nunca imaginé que en pleno siglo XXI vería a los cadáveres insepultos planeando por los pueblos y ciudades de mi estado natal. Anzoátegui merecía una oposición más seria y renovada, pero no unos bueyes de la cuarta república o unos becerros políticos pegados a las ubres del puntofijismo. ¿Y los estudiantes? Nada, primero los usaron para calentar las calles; luego, les cobraron varias veces la inscripción a los que quisieron ser candidatos y, finalmente, les pasaron la aplanadora del bipartidismo.

El Partido Socialista Unido de Venezuela convocó a elecciones por las bases en todos los circuitos del estado. El domingo 2 de mayo el pueblo salió a votar por sus candidatos, en un vigoroso ejercicio de democracia participativa y protagónica. El texto de la Constitución Bolivariana se hacía letra viva hasta en el más lejano caserío de Anzoátegui. Atrás quedaba la parcial, mustia y lánguida jornada que una esclerosada oposición había montado una semana antes.

La noche de ese 2 de mayo fue una fiesta, preludio de lo que pasará el 26 de septiembre, cuando Cristina Sifontes, Daniel Hernández, Nelson Moreno, Omar Medina, Roberto Rojas y Julio Quijada sean investidos, por voluntad popular, como los nuevos diputados de Anzoátegui. Para relax de sus almas en pena, los cadáveres insepultos de la oposición volverán a sus catacumbas, de donde no volverán a salir para tranquilidad de la comarca.

earlejh@hotmail.com


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Earle Herrera

Profesor de Comunicación Social en la UCV y diputado a la Asamblea Nacional por el PSUV. Destacado como cuentista y poeta. Galardonado en cuatro ocasiones con el Premio Nacional de Periodismo, así como el Premio Municipal de Literatura del Distrito Federal (mención Poesía) y el Premio Conac de Narrativa. Conductor del programa de TV "El Kisoco Veráz".

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