Hace calor, mucho calor

La vanidosa hoguera de la oposición arde por los cuatro costados sobre un tablón donde se ha entablado una sampablera a tablazo limpio. Si alguien sopla, es solo con la intención de avivar el candelorio ¿Habrase visto tantos Judas Iscariote revueltos, tratando de pegarse un fósforo?

Los zapaticos me aprietan

las medias me dan calor

y te juro que en Miranda

el candidato soy yo.

No me chupo el dedo para que me pongan de segundo, le dice Mendoza a Borges. Este replica que en la mesa de la unidad, no es plato de segunda. Primero justicia dicen unos, primero primarias dicen otros. Se acalora Julio al recordar el triunvirato de hienas que lo dejó como la guayabera, tiempo ha.

Hay gente que ha sido ninguneada en pleno tablón. Usted puede verlos por ahí con los ojos rojos y aguados. No pana no es tristeza, dicen, es la calina capitalina que me hace llorar. Alguien cercano a la mesa piensa: Ese humo es de un cigarrillo que me fumé por allá arriba.

Sin embargo, la unidad se ha concretado alrededor de un criterio, que ha sido duramente criticado. Que decida el billete, poderoso caballero, alfa y omega del capitalismo salvaje, razón de su credo y de sus crédulos corifeos. Campaña admirable la de la oposición, esa de sentarse juntos y aguantar las ganas de vaporizar a quien quiera evitar que su candidatura bursátil prospere.

Pónganme el aire acondicionado a toda mecha que el calor agobia, exige Henry y todos asienten al unísono, en clara demostración de consenso para el derroche eléctrico. De afuerita, con su cara de pendejo compungido, Urosa Ladino ruega en conferencia: Ilumínalos Señor, mira que estos no saben qué hacer y necesitamos ayuda celestial para salir de Chávez o para que haya chavismo sin él. Se levanta la sotana, la bate como en joropo y dice ¡Que calorón, esto es el infierno! Es que estos políticos actúan como niños, dice un obispo. ¡Calla, por Dios, no provoques! Replica un coro.

Métele candela al rancho, le aconseja el Tigre a Pérez Vivas, pero con Luisito adentro. Que se queme con los dólares que no repartió. Capriles Radonski, por su parte, patrocina a pirómanos y asesinos para la puja por curules. Yongo mira la mesa como un chaguaramo y amenaza con incendiar esa vaina con varios carcamales políticos encima. Que el fuego purifica, según su ídolo Torquemada. Desde la cárcel, los verdaderos carniceros de Puente Llaguno, se deleitan con el show mediático de sus plañideras consortes.

De pronto alguien llega corriendo y grita: ¡Coño, está lloviendo en varios estados del país! Todos se abrazan aterrados. Unos lloran, otros hipean, alguno suda frio. Que vaina, la naturaleza se opone a la oposición y los tiene sometidos.

No hallan que hacer. El veleidoso clima los obliga a cambiar de planes. Hasta ayer han querido ver al país postrado por la sequía, ahora invocan una inundación bíblica. Lo único que los ayunta es la fiebre de acabar con la revolución y nuestro Líder. Por eso, aunque llueva, aunque la tierra se refresque y todo reverdezca, los atormenta un calor perenne producto del infierno que llevan por dentro.


pladel@cantv.net


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Plácido R. Delgado


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