Fede Amnesia

De pronto, Fedecámaras es una federación de amnésicos. No recuerdan ni se acuerdan de nada, afectados por la macondiana peste del olvido. Fue la extraña impresión que tuve cuando su directiva acudió a la Asamblea Nacional para pronunciarse sobre la propuesta de reforma constitucional del presidente de la República.

Amén de repetir, en un bis agobiante y circular, todos los lugares comunes que lanzaron allí mismo los dirigentes de oposición, el presidente de los empresarios, señor González, al concluir su letanía, se detuvo en la puerta para espetar una última advertencia: “acuérdense que el país está primero”.

Esa advertencia la desaprovechó el 11 de abril de 2002, una lástima. Acompañado del directorio de Fedecámaras, González clamaba por el apego a la Constitución. Parecía que los diputados bolivarianos vivían violando la carta magna y ellos, los empresarios, desgarrándose por sus postulados a capa y espada.

Por momentos, tuve la sensación de asistir a un grotesco teatro del absurdo, ay Ionesco. La cara fresca de toda aquella gente resultaba admirable. El poder público que los recibía, el legislativo, había sido disuelto de un plumazo por quien fuera su presidente, el nunca bien ponderado Pedro Carmona Estanga. Y ellos, González y sus magnates, le exigían ahora a ese poder respeto a la Constitución, no ve.

Hube de recurrir al agua mineral para evitar la súbita resequedad en la garganta y, en las ondas del líquido, vi el rostro diluido y azogado de Carmona Estanga, su inexpresiva sonrisa atrapada en el temblor de una burbuja. Era el pez soluble que escupía su decreto, aquel 11 de abril, precisamente en la casa del pez que escupe el agua, que diría Pancho Herrera Luque.

Carmona en su momento, pudo negarles a sus propios compañeros el ejercicio democrático que ahora realizaban con toda libertad ante la Asamblea Nacional. Pero González estaba demasiado emocionado con su propia oratoria como para estar recordando las andanzas de su colega, exaltado en los anales de la infamia como Pedro El Breve. De haberse salido con la suya el ex presidente de Fedecámaras, la historia de la humanidad habría sido privada de ese memorable discurso de González.

Sentados en el lado izquierdo del otrora disuelto parlamento, estaban los directivos del ente empresarial, sublimados con los espectaculares giros oratorios de su presidente. En las curules, muchos de los perseguidos de aquel 11 de abril por el gobierno de Carmona, es decir, por Fedecámaras. Puro teatro del absurdo, puro paisaje derretido de Dalí.

A mi condición política se impuso el acuciante oficio del cronista y sobre todo, mi esencia de cuentista y fabulador. El destino me brindaba la oportunidad de vivir la ficción que se tejía dentro y fuera de mí en ese momento. González era un personaje que se escribía a sí mismo. No menos lo era su amnésico séquito. Parecían haber escapado de la Tienda de muñecos del querido don Julio Garmendia.

Los diputados no habríamos tenido la estelar oportunidad de escuchar la oratoria de González, de haber permanecido Fedecámaras en el poder aquel 11 de abril de 2002. Los carceleros no suelen darles discursos a sus prisioneros. Ni a sus muertos.

earlejh@hotmail.com


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Earle Herrera

Profesor de Comunicación Social en la UCV y diputado a la Asamblea Nacional por el PSUV. Destacado como cuentista y poeta. Galardonado en cuatro ocasiones con el Premio Nacional de Periodismo, así como el Premio Municipal de Literatura del Distrito Federal (mención Poesía) y el Premio Conac de Narrativa. Conductor del programa de TV "El Kisoco Veráz".

 earlejh@hotmail.com

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