La oposición necesita paz

Los distintos factores de la oposición deben poner fin a la guerrilla intestina que les impide levantar cabeza. Este esfuerzo holístico bien vale la pena y redundaría en beneficio de todo el país. Desde hace algún tiempo vengo reflexionando sobre la forma de colaborar con este sector de la vida política nacional en función del reencuentro y la armonía entre sus disímiles y antagónicos grupos. El asunto no es fácil pero tampoco imposible. Nadie debe darse por vencido.

Crecí en el pluralismo, en un hogar entre hermanos adecos, copeyanos, uerredistas, anarquistas y marxistas. He oído la cantaleta de que Chávez dividió al país, sin embargo, desde 1999 no he perdido ni siquiera un amigo lejano. Conservo mis amistades y familiares, muchos de éstos furibundos opositores. Es cuestión de saber practicar la tolerancia, respetar el pensamiento ajeno y las ideologías distintas a la nuestra.

Precisamente, con una colega de la Universidad Central, profesora titular de Derecho, doctora en Ciencias Políticas y antichavista militante, he conversado largamente acerca de la sinergia necesaria para llevar la paz a lo interno de la oposición y acabar con el canibalismo intergrupal. Ella me ha preguntado si estaría dispuesto a acompañarla a una reunión con líderes opositores. Mi respuesta ha sido, por supuesto, afirmativa, no faltaba más.

Cuando me abruman estas preocupaciones, leo que la señora Rhona Ottolina se descarga al concesionario en preaviso, don Marcel Granier. No pareciera el momento para la diatriba, pero hemos de comprender que la impulsa el sentimiento de hija y el recuerdo de su padre echado sin ninguna consideración por el antes citado. No olvida la señora Rhona que Granier le quitó la concesión al número uno de la televisión, el recordado Renny Ottolina.

Desde Roma, contra el mismo concesionario en pre aviso, se dispara el reportero Noé Pernía, hasta ayer niño mimado de la oposición radical. Denuncia la dictadura que impera a lo interno del canal donde laboró y ataca lo que denomina “estalinismo gerencial”. Es obvio que si se quiere superar estos “desencuentros”, hay que conocer sus intríngulis.

También desde Miami vienen los dardos de la amargura. Una conocida señora opositora, vinculada al caso Anderson, aclara que ya no pertenece al llamado Comando de la Resistencia y dispara unas cuantas cosas feas contra los que se alzaron con esa franquicia, los ilustres intelectuales Oscar Pérez y Antonio Ledezma. Los aludidos se aparecieron por Miami en busca de apoyo y otras cosas y a la señora que los denuncia no le pareció nada buena su presencia allá. Así andan.

Con una oposición enguerrillada, la democracia marcha cojitranca. El señor Manuel Rosales pareció una esperanza cierta, pero desde el mismo bando opositor se encargaron de siquitrillarlo. Allí, apenas alguien asoma la cabeza, lo decapitan. La administración Bush, a pesar de seguir subvencionándola, está decepcionada con este canibalismo interno opositor. Por razones distintas, los que creemos en la democracia también lo estamos. En lo que sí coincidimos propios y extraños es en que algo hay que hacer. La oposición no puede seguir desguazándose. Eso nos preocupa y nos afecta a todos. Y el tiempo apremia. O la pacificamos hoy, o para mañana no habrá nada que pacificar. Esta no es una duda hamletiana. Es una lacerante certeza.

earlejh@hotmail.com


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Earle Herrera

Profesor de Comunicación Social en la UCV y diputado a la Asamblea Nacional por el PSUV. Destacado como cuentista y poeta. Galardonado en cuatro ocasiones con el Premio Nacional de Periodismo, así como el Premio Municipal de Literatura del Distrito Federal (mención Poesía) y el Premio Conac de Narrativa. Conductor del programa de TV "El Kisoco Veráz".

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