Los jóvenes nacidos en Venezuela, que se organizaron en Washington para revertir “la cubanización” de nuestro país, no son venezolanos

No se como calificar al grupo de jóvenes venezolanos, residentes en Washington, quienes siguiendo el liderazgo del neonazi Alejandro Peña Esclusa (un calificativo que no es arbitrario, sino que corresponde a la propia admisión del personaje), decidieron formar un capitulo de la asociación civil Fuerza Solidaria para revertir el proceso de “cubanización” de los venezolanos. El menos infamante de los motes que se me ocurre es el de ignorantes. No saben que el término “cubanizar”, como el de “alemanizar”, o cualquier otro similar, implica la aculturación de una población, con la simultanea aceptación de una cultura extraña. No se puede “indoamericanizar” a un pueblo indoamericano. Eso sería una redundancia, aun cuando el vocablo que se use exprese una forma local de esa cultura. Los venezolanos y los cubanos compartimos una cultura, y aun cuando en las formas políticas existan algunas diferencias, ellas no son, ni han sido de fondo. Mantenemos formas de gobierno que responden a esquemas heredados de las culturas ibéricas, con rasgos originados en el pensamiento católico, y en la tradición latina transmitida por el Imperio romano, sin descuidar algunas influencias aborígenes y africanas. Lo que sucede en Venezuela, y en casi toda Indoamérica, es una reacción a la acultaración de nuestros pueblos, con la consiguiente imposición de la cultura anglosajona, con patrones heredados de las tribus germánicas, con talantes originados en el pensamiento calvinista. La misma reacción que expresa S. P. Huntington, y los neoconservadores, contra la presencia hispana en su sociedad, y que se manifiesta con el rechazo a la inmigración indoamericana hacia los EEUU.

En la realidad no puede extrañar la conducta de estos jóvenes. Ellos no son venezolanos, una expresión del indoamericanismo. No importa que hayan nacido aquí, o sean hijos de venezolanos. La venezolanidad, como cualquier identidad, no la definen las variables circunstanciales del lugar de nacimiento, o de la paternidad. Es producto del proceso de diferenciación del individuo, que empieza con la distinción entre el “yo” y el “ello”, para completarse con la diferenciación entre el “nosotros” y “ellos”. O sea, es una toma de conciencia. Ellos se identificaron con la sociedad protestante anglosajona, por lo tanto en el desarrollo de su identidad ellos se diferenciaron de nuestra sociedad. Lo lamentable es que los miembros auténticos de esa civilización no los aceptan como parte de su conjunto. Para ellos, siguen siendo el distinto al “nosotros”, no sólo como lo siguen siendo los afroamericanos, sino como lo son los italonorteamericanos, o polaconorteamericanso. Serán siempre simples hispanos, y sus hijos, en el renglón raza de su certificado de nacimiento, serán identificados, si acaso tienen la piel blanca, como “latinamerican whites”. Simple fuerza laboral para alimentar el proceso productivo de ese pueblo. Uno, donde todavía el racismo es parte dominante de su cultura.


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Alberto Müller Rojas


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