Defiendan a Rosales

El mayor problema que ha encontrado la candidatura de Manuel Rosales es su indefensión. Este hecho preocupa a quienes apostamos por la democracia porque aspiramos que el firmante del decreto de Carmona mantenga su postulación hasta el final. Sin embargo, a veces vemos el asunto difícil para el mismo aspirante debido a la apatía o falta de argumentos de sus seguidores y promotores a la hora de defender el nombre y las propuestas de su abanderado. Irrita de verdad que se lance un hombre a la palestra para luego dejarlo solo en el ruedo. O peor aún, defenderlo de tal manera que lo que logran es hundirlo más. No hay derecho.

Dinero sobra, pero faltan ideas. El norte ha sido generoso en los aportes dorados, sobre todo después de la visita del candidato a Estados Unidos, sin embargo, el comando de campaña sigue embotado, presa de sus contradicciones intestinas y limitaciones intelectuales. En lo personal, los seguidores del candidato parecieran no creer en él lo suficiente; alguna duda los agobias y paraliza.

Quienes ironizan llamando al presidente Hugo Chávez teniente coronel, que lo es, se mueren de rabia si alguien le dice a Manuel Rosales bachiller, que también lo es. Se trata de una reacción infantil, por decir lo menos, en un país donde ahora, gracias a las misiones, todos somos bachilleres. En mi caso es un título que llevo con orgullo y cuyos estudios recuerdo con una mezcla de lejana felicidad y cercana nostalgia. Sólo a Manuel Rosales le revienta que le recuerden esa etapa de la vida y a sus seguidores que lo llamen bachiller. Algún siquiatra debería explicar esta negación de un pedazo vital y su coronación.

Si usted se lanza a una contienda debe estar preparado para el ataque y la defensa. Los rosalinos son presas de algún extraño prurito a la hora de defender a su abanderado. Nunca responden a los señalamientos sino que se van por la tangente o contestan con lamentables incoherencias. Les da como cosa restearse con Rosales. Si alguien señala las limitaciones discursivas y lingüísticas del hombre, responden que la trocha de la autopista Caracas-La Guaira no quedó bien. Si le recuerdan que el Zulia, después de Rosales, es el estado más inseguro del país y con mayor marginalidad, ripostan que no están de acuerdo con la expropiación de las canchas de golf.

La preocupación embarga al país democrático ante esta forma de defender a un candidato. Cuando a los seguidores del mismo y a su comando se les advierte que su líder carece de propuestas, la respuesta es que el cambio en el caballo del escudo nacional no logró el objetivo que se propuso el régimen. Si el señalamiento se refiere al compromiso anti constitucional del aspirante con la fugaz dictadura de Carmona, declaran que Rosales siempre firmó su asistencia en el bachillerato. Aquí los traiciona el subconsciente, pues se supone que el candidato ni sus seguidores quieren recordar el bachillerato porque le tienen rabia, vaya a usted a saber por qué.

Este es el gran drama de uno de los candidatos “unitarios” de la oposición, que no tiene quien lo defienda y quienes lo hacen se van por la tangente. Nunca responden a los argumentos sino que atacan o descalifican a quienes los emiten. Es lo que se denomina ataque Ad hominem, es decir, al hombre, a la mujer, a la persona. Así la realidad, a Rosales no le ha quedado otra que defenderse él mismo. Y lo hace de tal manera que más valiera que no lo hiciera y optara por el silencio salvador. Cosas.


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Earle Herrera

Profesor de Comunicación Social en la UCV y diputado a la Asamblea Nacional por el PSUV. Destacado como cuentista y poeta. Galardonado en cuatro ocasiones con el Premio Nacional de Periodismo, así como el Premio Municipal de Literatura del Distrito Federal (mención Poesía) y el Premio Conac de Narrativa. Conductor del programa de TV "El Kisoco Veráz".

 earlejh@hotmail.com

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