Democracia permisiva revolucionaria

Si algo ha demostrado el proceso de transformaciones en Venezuela es su esencia eminentemente democrática, demostrada no sólo a lo largo de veinte procesos electorales en los últimos 16 años, (elecciones presidenciales, 4. Elecciones de gobernadores, 3. Elecciones de Asamblea Nacional, 3. Elecciones de concejales y diputados a parlamentos regionales, 3. Referéndums consultivos, constituyentes), sino también en la participación popular en múltiples escenarios sociopolíticos donde también se realizan elecciones para los representantes en esos  espacios de la cotidianidad popular como los consejos comunales, comunas, parlamentos comunales, mesas técnicas de agua, electricidad, comunicaciones, tierra urbana y demás movimientos sociales.

Aparte de eso, los grupos oposicionistas en Venezuela, los medios de información social, las redes sociales y los grupos empresariales han tenido también la mayor de las libertades para moverse  en contra del gobierno bolivariano. Y si pensamos en el financiamiento internacional que han tenido dichos grupos, no sólo para oponerse por  vías convencionales, sino incluso por las vías insurreccionales, entonces más bien debemos concluir, como dijo una vez Lula Da Silva que en Venezuela lo que hay es “un exceso de democracia”.
He allí algunas de las tantas dificultades de hacer una Revolución por la vía pacífica y democrática, usando los mecanismos  establecidos en la sociedad occidental. Se intentó en Chile en 1970 y ya sabemos en qué terminó dicho experimento: en un baño de sangre, en el magnicidio de Allende y en una de las más crueles dictaduras del siglo XX.

Ahora se intenta desde fines del siglo XX y estas primeras décadas de siglo XXI, comenzando por Venezuela y de diversas formas y con sus peculiaridades en países como Bolivia, Brasil Ecuador, Argentina, Uruguay, El Salvador, Nicaragua. Se hicieron avances muy importantes en lo social, lo económico y lo político. Pero no tanto así en la transformación de las mentalidades. En Venezuela, tal como lo escribió Roberto Hernández Montoya, en su artículo “El Socialismo si funciona” (http://www.aporrea.org/actualidad/a233101.html), las transformaciones han sido muy importantes. Pero falta mucho. Las dificultades propias de las transformaciones profundas, los errores cometidos y todo el trabajo de obstaculización realizado desde fuera y desde dentro, por supuesto han impedido avances más significativos.

Por ello debemos consentir lo que otro de nuestros intelectuales favoritos ha expresado. Dice Lus Britto García que: “A CADA AVANCE LEGAL DE LA IZQUIERDA CONTESTA CON DIEZ RETROCESOS ILEGALES LA DERECHA. Contra Chile se perpetraron la Guerra Económica, el golpe de Estado y el magnicidio. Contra Venezuela se ensayó desde el golpe de Estado hasta el sabotaje petrolero y el magnicidio y el dumping internacional y la Guerra Económica. Contra Ecuador se intentó asimismo el golpe de Estado con magnicidio, con el apoyo de movimientos étnicos. Contra Bolivia se intentaron la secesión territorial y la paralización del país, apoyadas también por movimientos étnicos a quienes Evo concedió plenos derechos. En dicho país, la derecha acaba de asesinar un viceministro. EN TODOS LOS CASOS LAS INSTITUCIONES AGREDIDAS APENAS RESPONDIERON, O LO HICIERON DENTRO DE UNA ESCRUPULOSA FORMALIDAD QUE EL ADVERSARIO NO RESPETÓ JAMÁS.” http://www.aporrea.org/internacionales/a233125.html.
Se ha dicho en innumerables oportunidades que la derecha no tiene escrúpulos para lograr sus propósitos. Su proyecto en última instancia es imponer el modelo neoliberal de Capitalismo salvaje y ya lo volvemos a ver en Argentina con el empresario Macri en la presidencia, así como en Brasil con el golpe de estado que se le está dando a Dilma Roussef. También en Paraguay con un presidente que sustituya al depuesto por otro golpe de estado “institucional” como el que se le dio a Fernando Lugo.

Lo que ocurre en Venezuela en esta oportunidad no es más que la continuidad de ese plan a escala planetaria y suramericana. Uno de los errores del Comandante Chávez fue la permisividad y el perdón que siempre otorgó a quienes intentaron y lograron deponerlo en abril de 2002. Cuando todos esperaban que regresara (cual Erdogan del año 2016), sancionando a los protagonistas del golpe  de estado y el asesinato de decenas de personas, así como la violación de los derechos humanos y de la propia Constitución, Chávez apareció en la madrugada del 14 de abril con un crucifijo llamando a la calma y a la rectificación de todos. De inmediato la derecha se activó para el paro petrolero de ese mismo año. Lógico, la derecha no tiene escrúpulos. Es su naturaleza, como el cuento del alacrán.
 Y así han continuado usando todos los resquicios que le permiten las leyes y los que no, los crean, teniendo el apoyo por supuesto, del imperio norteamericano. Por eso se les ve altaneros, con agallas, como dicen en el pueblo: “guapos y apoyados”.

No podemos seguir cometiendo errores históricos. Ya lo decía Bolívar en el Manifiesto de Cartagena analizando las causas de la caída de la Primera República: “De aquí nació la impunidad de los delitos de Estado cometidos descaradamente por los descontentos, y particularmente por nuestros natos, e implacables enemigos, los españoles europeos, que maliciosamente se habían quedado en nuestro país, para tenerlo incesantemente inquieto, y promover cuantas conjuraciones les permitían formar nuestros jueces perdonándolos siempre, aun cuando sus atentados eran tan enormes, que se dirigían contra la salud pública”.

“Al abrigo de esta piadosa doctrina, a cada conspiración sucedía un perdón, y a cada perdón sucedía otra conspiración que se volvía a perdonar: porque los gobiernos liberales deben distinguirse por la clemencia. ¡Clemencia criminal, que contribuyó más que nada a derribar la máquina, que todavía no habíamos enteramente concluido!”.
Llega el momento en que simplemente se debe aplicar lo contemplado en todo nuestro ordenamiento jurídico, en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela y los poderes del estado deben actuar sin atender las presiones del entorno. Toda permisividad tiene un límite y ese debe ser el defender los avances sociales del pueblo venezolano. Porque la derecha no perdona. Y a las pruebas nos remitimos.

O como canta Pablo Milanés en su Canción por la Unidad Latinoamericana:
“Lo que brilla con luz propia nadie lo puede apagar,
    su brillo puede alcanzar la oscuridad de otras costas.
                   Qué pagará este pesar del tiempo que se perdió.
                   de las vidas que costó, de las que puede costar.
Lo pagará la unidad de los pueblos en cuestión,
y al que niegue esta razón la historia condenará.
    La historia lleva su carro y a muchos nos montará,
por encima pasará de aquel que quiera negarlo”.


https://www.youtube.com/watch?v=T1618JpaExQ.



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Cécil Gerardo Pérez


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