A ganar la guerra mediática

A la hora de un asesinato, los investigadores lo primero que hacen es preguntarse ¿a quién beneficia este crimen? En el caso de los últimos sucesos en Venezuela, especialmente los de Caracas el pasado 12 de febrero, donde tres personas fueron asesinadas luego de una protesta protagonizada por la oposición, es válido preguntarse ¿a quién le interesaba que hubiese muertos en esa protesta? ¿al gobierno, que necesita estabilidad para gobernar y resolver los graves problemas que enfrenta por el saboteo y la guerra económica? ¿O a una oposición que necesitaba desesperadamente un aliciente para despertar a una clase media agotada por la frustración de haber perdido 18 elecciones en 15 años de gobierno bolivariano? La historia está llena de esos hechos provocados para lograr fines inconfesables: El incendio del Reichstag por los nazis para justificar la represión a la izquierda, la explosión del Maine en el puerto de la Habana por los norteamericanos para iniciar la guerra contra España, los atentados realizados por el Mossad en Oriente Medio para provocar la lucha entre Chiitas y Sunitas, entre otros muchos ejemplos.

El guión fue el mismo que en abril del 2002 en Venezuela. Buscar unos cuantos muertos para generar indignación adentro y afuera del país y así provocar un golpe de estado. La oposición, una vez más, ha sido engañada por sus propios dirigentes. Es víctima de una guerra psicológica que le genera paranoia y que la ha llevado a un estado de alienación colectiva que puede ser muy peligroso. Hay personas que están clamando por una guerra civil y que en este momento no dudarían en asesinar a sus propios compatriotas. Es una situación similar, ojalá me equivoque, a la de Ruanda previo a la masacre de los Tutsis a manos de los Hutus. Esta guerra psicológica se está librando a nivel de los medios electrónicos y las redes sociales, donde una vez más, la primera víctima es la verdad. Fotos fuera de contexto, retocadas o anacrónicas, videos manipulados, o medias verdades contribuyen a la generación de una realidad paralela que acusa al gobierno venezolano de dictador, represor y violador de los derechos humanos, cuando la realidad es que la violencia ha venido del bando opositor. He escuchado a líderes de oposición diciendo que en Venezuela se apresan periodistas, que está prohibida la auditoría en las elecciones, que no hay libertad de expresión. Cualquier mentira puede ser dicha, pues los opositores dentro y fuera del país no tienen cómo contrastar la información. Ellos por principio no ven los medios afines al gobierno, y los medios internacionales, con muy pocas excepciones, sólo se hacen eco de la opinión opositora.

El gobierno venezolano debe hacer un esfuerzo en hacer que se sepa la verdad. No basta con pasar videos por el canal VTV. La clase media se pasa al cable cuando aparece una cadena. En esta guerra mediática la revolución está en juego. Todas las instituciones del Estado y los y las revolucionarias debemos ser agentes de contrainformación. No quedarnos calladas en los supermercados cuando alguna persona le echa la culpa al gobierno porque no hay pasta de dientes. Informarnos sobre el trasfondo de la guerra económica. Debatir con altura en nuestros puestos de trabajo y en nuestros círculos sociales. Los y las creadoras e intelectuales deben generar contenidos que contrarresten los valores capitalistas y consumistas.

El pueblo debe ser vanguardia en esta lucha donde las mentiras son los proyectiles que se usan para destruir la revolución.


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