Los medios: hoguera de la oposición

La última marcha oposicionista, realizada en Caracas el sábado 10 de este
mes pre navideño, revivió una patología que la ciencia política definió con
el nombre de síndrome de la tarima. Ya pasó el tiempo encarnizado del
pescueceo, cuando los “dirigentes” de la difunta coordinadora democrática
combatían heroicamente por desplazar a los otros del foco de las cámaras.

Son los medios de comunicación los que imponen a los tarimeros del momento,
es decir, los que crean liderazgos y protagonismos. Así se convirtieron en
la hoguera de las vanidades, donde vienen achicharrando cuanto dirigente
han virtualizado y lanzado a la palestra.

El golpe de abril de 2002 fue la hora de los empresarios. Fedecámaras
aprovechó y logró colocar a su entonces presidente en la Presidencia de la
República. Los medios convirtieron a un pataruco en un gallo fino. En menos
de 48 horas el “héroe” estaba derribado de su pedestal, en lo que resultó
debut y despedida de la clase empresarial que se hizo del poder. Pedro El
Breve resultó eso, un celaje, resplandor de un cocuyo. Un chisporroteo.

Dueños de la oposición, los medios seguirían imponiéndole líderes y
trazándole la línea política a ésta, para mayor fortuna de Hugo Chávez.
Recuperados de la mezcla de derrota y ambición del 11-A, pusieron el ojo en
la clase gerencial de PDVSA. Luis Giusti, quien salió de la presidencia de
la industria a un cargo como asesor de George Bush, escribió un artículo
donde “demostraba” que con un paro petrolero total, el gobierno caía en una
semana. Los meritócratas lo leyeron, los muy mensos lo creyeron y se
engolosinaron. Dos meses largos después, pueblo, militares y gobierno
revolucionarios los habían hecho perder el chivo y el mecate. Por ahí andan.

Al paro lo precedió la toma de la plaza Altamira y su declaración de
“territorio libre”. Fue la hora de un grupo de altos oficiales golpistas y
una de las acciones más insólitas de que se tenga noticia. Se trató de un
movimiento insurreccional, en un lugar público, financiado desde afuera y
con cobertura mediática las 24 horas del día. Drogas, orgías y crímenes
dieron al traste con una supuesta rebelión que se consumió en sí misma.

En cada uno de estos escenarios, los medios impusieron a los presuntos
líderes del momento. Los dueños de la tarima en los días del golpe del 11-A
eran los empresarios y la CTV. A Carlos Ortega se le comparaba con Lech
Walessa, el líder polaco de Solidaridad que en su vida ha jugado bingo.
Plaza Altamira fue toda de los militares que ya habían fracasado en el golpe
de abril. Su “resistencia pacífica” se comparaba con la larga y paciente
lucha de Mahatma Gandhi, en uno de los extravíos más hiperbólicos de
Globovisión. El sabotaje petrolero nos vendió por líderes a unos
meritócratas que sabrían mucho de gerencia pero nada de política. En su
torpeza para conducir un conflicto arrastraron a unos 20 mil trabajadores y
empleados. Por ahí andan.

En cada hora protagónica, los viejos partidos con sus veteranos dirigentes
fueron humillados y ofendidos. Los bajaban de las tarimas y les negaban los
micrófonos. Apenas se le permitía algo de protagonismo a Primero Justicia,
por ser un partido nuevo. El problema fue que envejeció demasiado rápido y
cuando llegó el momento estelar de los estudiantes manos blancas de las
universidades privadas, lo desecharon como trasto viejo. El otoño lo
alcanzó en la primavera.

El otro sábado, quien se pensaba máximo líder de la oposición, el
filósofo del Zulia, fue bajado por los muchachos de Ugalde y Moreno León
(sibilinos rectores de la UCAB y la Metropolitana) de la disputada tarima.
Manuel Rosales y Un Nuevo Tiempo pusieron los reales, la logística y el
escenario, pero no se les permitió el micrófono. Igual le hicieron otrora
los chicos de Primero Justicia a su entonces mentor y financista, Enrique
Mendoza. En la oposición, el parricidio precede al fratricidio.
Los medios siguen imponiendo el show y quemando “estrellas” y “liderazgos”,
a los que luego desechan como bagazos. En la cola de la hoguera hacen fila
los jerarcas de Podemos y el general Baduel. Pero decir que los van a quemar
es una redundancia.

earlejh@hotmail.com


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Earle Herrera

Profesor de Comunicación Social en la UCV y diputado a la Asamblea Nacional por el PSUV. Destacado como cuentista y poeta. Galardonado en cuatro ocasiones con el Premio Nacional de Periodismo, así como el Premio Municipal de Literatura del Distrito Federal (mención Poesía) y el Premio Conac de Narrativa. Conductor del programa de TV "El Kisoco Veráz".

 earlejh@hotmail.com

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