El Nobel de Obama: un instrumento de política internacional

Poco importa si el Presidente Barak Obama tiene o no tiene credenciales para recibir el Premio Nobel de la Paz; la sangre del Presidente Salvador Allende aun estaba fresca cuando el 16 de octubre de 1973, a pocos días de ejecutado el golpe de Estado que acabó con su vida, se le otorgaba el premio a Henry Kissinger, el principal verdugo y perpetrador del terrorismo y las peores violaciones a los derechos humanos en América Latina. Al menos, el general Le Duc Tho, negociador vietnamita que compartió el Nobel ese año, tuvo la dignidad de no aceptarlo.

La entrega del Nobel de la Paz al presidente Obama, tiene que ver mas bien con la intensa guerra político-ideológica que libran en Estados Unidos la centro derecha demócrata y la extrema derecha republicana y neoconservadora, en el marco de una crisis política, económica y climática mundial, con profundas ramificaciones y consecuencias impredecibles en el escenario internacional y el futuro de la humanidad.

Así parece haberlo entendido el propio Comandante Fidel Castro, al ser una de las pocas voces en el mundo que ha visto con buenos ojos la entrega del Nobel a Obama, quizás porque entiende que este premio significa, en el contexto internacional actual, un instrumento de política internacional que incluso puede ser aprovechado por países que como Venezuela, se ven amenazados por la ofensiva neoimperialista, ya que podrá eventualmente invocarlo cuando la ofensiva hegemónica se pose sobre las siete bases militares Yankees en Colombia.

Obama NO es Presidente

El pueblo de Estados Unidos llevó a Barak Obama a la presidencia bajo el clamor de cambios, que si bien no se planteaban como revolucionarios, implicaban un viraje significativo de la política neoconservadora que inició Clinton y profundizó Bush, y que con la crisis del capitalismo mundial, le permitiría a Obama incluso distanciarse de las políticas neoliberales de las Administraciones Reagan y Clinton, consideradas por el monopolio de la prensa estadounidense, como las más exitosas de la historia reciente.

En nueve meses como Presidente de la mayor potencia mundial del planeta, la realidad objetiva indica que Obama no ha cumplido con las promesas de cambio que lo llevaron al poder.

En una de sus más ocurrentes parodias del año, el programa humorístico Saturday Nigth Live, uno de los más vistos y aplaudidos de la televisión norteamericana, expuso los “logros” de la gestión del Presidente Barak Obama: NADA; con lo cual dejaba atrás el firme apoyo que le habría dado desde la campaña electoral, cuando expuso al ridículo la inconmensurable ignorancia de la ultraderechista Sarah Palin, y adelantándose a lo que sería días mas tarde la entrega del Premio Nobel de la Paz.

Vea la parodia de SNL en: http://www.youtube.com/watch?v=4nWhe-EPv8w

El cierre de Guantánamo, la salida de Irak, el fin de la guerra en Afganistán, la retirada de Israel de Gaza y la solución del conflicto, la nueva relación con los países de America Latina y los avances en la agenda contra el Cambio Climático de cara a la Conferencia de Copenhagen 2009, y en política interna, la implementación de un Sistema de Salud gratuito y universal, la reforma progresista a la Ley de Inmigración, la incorporación de homosexuales y lesbianas a las Fuerzas Armadas, las investigaciones penales al régimen de torturas institucionalizo por el ex vicepresidente Cheney, y la plena recuperación del empleo y la economía, son algunos de los principales asuntos que enfrenta la Administración Obama y que no han podido ser resueltos.

Para Saturday Nigth Live, debieron pasar tres meses para que Obama cumpliera con su promesa de comprar una mascota para sus hijas, quizás su mayor logro en nueve meses.

No obstante, las criticas más severas a la gestión de Obama, y a la entrega del Nobel, no vienen de su electorado, sino mas bien de la extrema derecha política y mediática, la misma que entre otras cosas, apoya abiertamente el golpe y la dictadura en Honduras, y que solo ve el fin de la “pesadilla” en Venezuela con la invasión y muerte del Presidente.

La derecha reaccionaria acusa a Obama de poner el peligro la seguridad y valores capitalistas de la sociedad estadounidense. Si no lo llaman nazi es porque lo consideran un nuevo comunista, además de racista, ateo y musulmán-terrorista, amante de inmigrantes ilegales.

Apenas se anunció la entrega del Premio Nobel, el neoconservador John Bolton, quien fuera embajador de Bush ante las Naciones Unidas, exigió que Obama renunciara al galardón por no tener méritos, mientras que el ultrarreaccionario comentarista de radio Rush Limbaugh, lo calificó como “un ataque a los valores nacionales de Estados Unidos”.

Pero esto es solo lo que surge en la superficie. En el Estados Unidos profundo la reacción extremista comienza a tomar una inusitada fuerza. Diversos reportes de prensa apuntan hacia el resurgimiento de los movimientos paramilitares estadounidenses como respuesta al triunfo de Barak Obama. Una agencia federal estima que 50 nuevos grupos armados se han creado en los últimos dos años en Florida, Atlanta y Texas, y que a diferencia de las milicias de los años 90, protagonistas de Waco y Oklahoma, esta vez tienen una motivación racista adicional contra negros y latinos.

No es casual que en la revista online NewsMax, leída por “respetados” conservadores, se invite a la fuerza militar estadounidense a levantarse y derrocar a Obama en un golpe de Estado, quizás motivados por los recientes acontecimientos en Honduras que el Partido Republicano y la rancia derecha estadounidense apoyan de manera abierta y contundente.

Dentro del propio gobierno, Obama también ha tenido que lidiar con quienes buscan, desde posiciones de poder, mantener el status-quo de la administración Bush, particularmente en los temas de seguridad y defensa.

Los pasos tomados desde el alto gobierno con respecto a Irán y Corea del Norte, significarían perdidas multimillonarias para el aparato industrial de defensa que apadrina Dick Cheney y la logia neoconservadora estadounidense. Igual peligro representa para estos intereses, una retirada de Irak y abordar la situación de Afganistán desde la política y la diplomacia en el marco del multilateralismo. No es casual entonces que el comandante de las fuerzas estadounidenses y de la OTAN en Afganistán, general Stanley McChrystal, y demás altos mandos militares estadounidenses chantajeen públicamente al Presidente Obama para quebrar su voluntad y obligarlo a destinar más tropas a la guerra. Después de rechazar el “pedido”, Obama terminó enviando en secreto 13 mil nuevos soldados.

En el ámbito latinoamericano no es muy distinto el panorama. Los lobbys multimillonarios pro-armamentistas vinculados a los Clinton y los Bush se activaron en el corazón de Washington para defender al régimen dictatorial de Roberto Micheletti en Honduras y a la instalación de siete bases militares en Colombia, dejándole poco espacio de maniobra a un presidente que le dice a la prensa que quiere una nueva relación de paz y respeto con America Latina, mientras delega los asuntos hemisféricos a sus expertos neoconservadores.

Obama Presidente

En este contexto, es evidente que el Premio Nobel de la Paz para el Presidente Barak Obama, busca dar un apoyo supranacional a su gestión, políticas y promesas por cumplir, y al mismo tiempo, un impulso frente a los ataques desmedidos de la extrema derecha de su país que han trabajado arduamente, política y mediáticamente, para minar la base de su apoyo y evitar un viraje de la nefasta administración Bush.

De allí que el Comandante Fidel Castro dijera en sus atinadas reflexiones:

“Deseamos ver en la decisión, más que un premio al Presidente de Estados Unidos, una crítica a la política genocida que han seguido no pocos presidentes de ese país, los cuales condujeron el mundo a la encrucijada donde hoy se encuentra; una exhortación a la paz y la búsqueda de soluciones que conduzcan a la supervivencia de la especie.”

carrascoeugenio@yahoo.com


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Eugenio Carrasco


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