El libertinaje en España

En España, en 1978, tuvo lugar la transición política, aunque con una Constitución de espíritu dictatorial, franquista, al menos en el grave asunto territorial. Euskadi y Catalunya aspiran ancestralmente a su independencia. Pues bien, una Constitución abierta hubiese permitido un serio sondeo de la población que habita las respectivas Comunidades a través de una consulta popular o un referéndum. Esa posibilidad se encuentra en el articulado del texto constitucional, concretamente en su artículo 149º-32º. Sin embargo, las sucesivas solicitudes de los gobiernos vasco y catalán a los sucesivos gobiernos centrales españoles, fueron respondidos siempre con el silencio administrativo. Hasta que Catalunya, harta, decidió un simulacro de referéndum que cualquier nación madura no hubiese tomado en consideración. Sin embargo, el gobierno central de aquella época reaccionó como un estado totalitario, con la complicidad de la justicia en manos de jueces justicieros de mentalidad franquista. Pues condenó a parte de los componentes del gobierno catalán, a penas similares a las previstas para el asesinato…

Bien, pero hubo, aunque tramposa, una transición política. Sin embargo, en la sociedad española no ha habido un relevo transicional de generaciones. Se ha pasado desde entonces, de una mentalidad consentidora con la dictadura, conformes aquellas generaciones con una vida apacible y virtualmente en libertad si el virus del activismo de la sedición o de la rebelión no atacaba al individuo aislado, a comportamientos libertarios en general de una sociedad sin más reglas, sin más normas, que las que se regulan en el Código Penal, es decir, éste, el mínimum del mínimo moral. La brusquedad de esta transición es patente. Hasta siete Planes de Enseñanza que se supone dirigidos a compactar a la sociedad española en todo lo que no fuese política, no sólo no lo han conseguido; es que han inoculado en ella un absoluto desconcierto, que ha culminado en un egoísmo extremo general, un feminismo extremo más allá de lo dispuesto en las leyes, y un desprecio más o menos confesado hacia las viejas generaciones que, a diferencia de la previsión habida en la antigua democracia ateniense, carecen de representatividad. Hasta se ha visto disparatar a una ministra del gobierno español en un mitin, porque no le gustaba la sentencia de un Tribunal Superior. Ni siquiera un gobernante es capaz de controlarse, cuando públicamente muestra su desprecio por la justicia y por el principio de separación de los poderes del Estado en una democracia parlamentaria de partidos…

En resumen, el libertinaje y el cortejo de sinónimos que figuran en el diccionario de la Real Academia española: desenfreno, inmoralidad, vicio, deshonestidad, sensualidad, impudicia, lujuria, indecencia y liviandad, se extienden por toda la geografía hispana.

Jaime Richart

23 Abril 2025



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Jaime Richart

Antropólogo y jurista.

 richart.jaime@gmail.com      @jjaimerichart

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