Trump, el personaje, y Trump, sus acciones políticas, reúnen todas las características de lo que en el argot periodístico se denomina amarillismo. No solo se trata de noticias. Ya sabemos que, si un perro muerde a un hombre, no es noticia, pues solo merece, si acaso, un espacio mínimo (3 cms x col), perdido en las últimas páginas del diario (para las nuevas generaciones hay que explicar que los diarios eran papeles que recogían las noticias impresas, etc., etc.). En cambio, que un hombre muerda un perro, sí es noticia. Ahora bien, si, además, hay un abundante flujo de sangre, se notan los tejidos desgarrados de los músculos, se escuchan los aullidos de dolor y se puede descubrir el blanco de la tibia y el peroné de la pierna mordida del pobre animal, se trata de una noticia amarilla. Amarillismo es sensacionalismo, exageración, morbo sádico, grosería. Eso es Trump: insultos a los migrantes que comen mascotas, trafican drogas y son todos asesinos miembros del "Tren de Aragua"; proyecto de una zona turística en Gaza sacando por la fuerza a dos millones de personas de su territorio; reclamo de territorio a sus vecinos, amenazas de aranceles a las importaciones, retiro de apoyo a Europa y a la OTAN, negociación directa con Putin, "bullying" a Zelensky en la Sala Oval, etc. El tipo es una delicia para el sensacionalismo que, normalmente, figuraba en las páginas de sucesos, en revistas de crímenes atroces y en los programas de FOX News, pero que ahora es un plato servido en la información internacional.
Los comentaristas (ahora nos llaman "analistas"; pero eso no es análisis: es interpretación) han abordado al personaje y su vertiginosa producción de noticias amarillistas, desde tres "enfoques" principales: el psicológico o psiquiátrico, el moral o ético y el político, sobre todo geopolítico, con un dejo de filosofía, porque lo han mostrado como un "pragmático".
Los abordajes "psicológicos" o "psiquiátricos" (no estoy abusando de las comillas) resaltan que el tipo es un patán, un abusivo, aficionado al "Bullying" (maltrato prevalido de superioridad física contra los débiles) de mujeres y migrantes. En las apreciaciones más suaves lo caracterizan como un negociador "duro" o incluso un "madman", un loco cuyas salidas extravagantes y groseras forman parte de un guion para provocar determinadas reacciones en el otro. En todo caso, ese comportamiento evidencia rasgos psicópatas tales como la falta total de empatía, crueldad, inteligencia fría y despiadada, un narcisismo desmedido (en la cultura de las redes es algo más que válido ser narcisista) y un egoísmo extremo. Estos rasgos psicopáticos se les suele atribuir también a los delincuentes o malandros; aunque, como lo han mostrado las investigaciones del cura Moreno, estos actúan así porque tienen claro que morirán pronto y ya les "vale verga" cualquier cosa. Más bien, como dicen varios actores de Hollywood y columnistas gringos, aparece la figura del padrino de la mafia. Esta es la personificación de un poder letal, que ejerce abiertamente la coacción, la amenaza y el chantaje, sin tener nada personal en contra del afectado.
Muchas veces, el "diagnóstico psiquiátrico" se conecta y se continúa con un juicio moral o ético. Trump supuestamente es, en el mejor de los casos, pragmático, lo cual se entiende en un sentido vulgar, de que es un tipo que no tiene principios ni sentimientos, sino intereses. He insistido en otros artículos que este es un uso inapropiado del adjetivo de "pragmático"; pero dejémoslo así por ahora. En todo caso, mi impresión es que se le ve como dotado de una moral propia de los supervillanos que enfrentan a Batman: una especie de utilitarismo perverso e inverso: causar el mayor mal posible a la mayor cantidad posible de personas. La inversión de la fórmula utilitaria que Bolívar se copió de Bentham: la mayor cantidad de felicidad posible al mayor número de personas posible. En todo caso, Trump es, moralmente, egoísta, como cualquier liberal, y su único altruismo y lealtad se refiere a los norteamericanos blancos y supermillonarios, como cualquier millonario con conciencia de clase.
A mí me parece que la moral que muestra Trump también deriva de la del protestantismo, esa ética que Weber encuentra en el inicio del capitalismo: como Dios ya escogió a sus elegidos desde el comienzo del tiempo, los condenados no se salvan ni con obras; entonces el designio divino solo se hace evidente por el éxito en los negocios. O sea, los supermillonarios son el grupo de los Elegidos por Dios, los que sobrevivirán al apocalipsis. Esto tiene implícito el desprecio a los otros, los pecadores, los rechazados por el propio Dios, para quienes no hay perdón. Hay que recordar que Estados Unidos siempre han sido destinados por la Providencia a expandirse y ejercer la dominación. También a sembrar de sangre y destrucción al mundo a nombre de la Libertad (yo sé que has leído la frase antes, querido lector).
Otra posible interpretación filosófica de Trump, tendría que ver con el Superhombre de Nietzsche. En esto hay muchos malentendidos que ciertos grandes carajos, como Hitler, contribuyeron a sembrar. En todo caso, es cierto que el gran filósofo alemán rechazó la compasión en varias páginas de su Zaratustra y otras obras. Además, postula el advenimiento de una nueva especie, por encima de los "últimos hombres" despreciables porque solo buscan su comodidad y felicidad (al estilo de Bentham, el maestro de Bolívar): Zaratustra anuncia el advenimiento del Superhombre quien no es un Supermán acomplejado, inhibido, domesticado por una periodista, deseoso de aceptación social y por eso administra sus superpoderes para no herir a los inocentes; sino todo lo contrario: un tipo que se establece su propia moral sin pararle a nadie, ni siquiera a su propio bienestar. Ocurre que cada quien interpreta al Superhombre a su manera. Los nazis, por ejemplo, le dieron un vuelco racista, y se lo representaron como la raza superior aria, catira y de ojos azules, como Trump.
Igualmente, Nietzsche es el filósofo del perspectivismo, es decir, que todo depende del punto de vista con que se miren las cosas, que no hay una perspectiva que logre captar la realidad objetiva, universal. Pero, además, que la mejor perspectiva es la de los Poderosos, los Amos Nobles, los Mejores; y no la de los resentidos, envidiosos, débiles y sometidos esclavos, que se muestran sufridos y humildes únicamente para manipular. Esto, por supuesto, está contra la doctrina cristiana, aunque no contra el comportamiento de los cristianos, que siempre han ejercido la Fuerza y la Guerra para imponer su mensaje de humildad y Paz. También entra en colisión con orientaciones fundamentales del Derecho, en especial, la protección de los débiles jurídicos. De modo que lo moral termina convirtiéndose en jurídico y legal.
Vecino al abordaje legal, está el político. Se comenta que Trump, así como Putin y otros políticos europeos por ahí, representa el "orden" (estas comillas sí se justifican plenamente) postglobalista, es decir, representa lo que vino después del neoliberalismo tan enemigo de los aranceles de las aduanas, el proteccionismo nacional, y tan defensor de la libertad de circulación de mercancías y capitales, aunque no tanto del de las poblaciones en las migraciones. Se dice que estamos ante un "orden" post Yalta o anti Yalta, porque se trata de un nuevo reparto del mundo, en el cual yo te doy Ucrania, Putin, a cambio de reafirmar mi "planta insolente" en mi hemisferio. Incluso leí por ahí que Trump asume las directivas del llamado realismo (teorizado por Henry Kissinger, el canciller de Nixon) en las relaciones internacionales, que no tiene nada que ver con normas ni obligaciones jurídicas ni morales, sino a las realidades de las fuerzas políticas y militares en los territorios. Le Ley del más fuerte, en resumen. También se le atribuye a Trump un nacionalismo que coincide con el de Putin, basado en las tradiciones nacionales, incluida, en primer lugar, la religión. Aquí, el enemigo es el liberalismo, especialmente el de los Derechos Humanos y los tratados y organismos internacionales, como los que erigieron cosas como la Corte Penal Internacional (calificada como antisemita por Trump, por condenar a Netanyahu por genocida), los pactos ecológicos (concebidos, según Trump, para favorecer a los chinos), la OTAN (que es una especie de garrapata del gran Tío Sam) y hasta la ONU, caro adefesio donde nadie cree en esas pendejadas de Derechos Humanos y demás paja "occidental" (por cierto, hay unos decoloniales por ahí que asumen el discurso trumpista completico, a nombre de su cruzada antioccidental. Algún día les dedico un artículo).
En este punto, las noticias realizan el aforismo nietzscheano: "no hay hechos, sino interpretaciones (morales y políticas)". Estamos en plena época del nihilismo anunciada también por Nietzsche, la era de la pérdida de sentido de los principios morales de la Verdad, la Justicia, el Amor. Nuestro mayor riesgo es convertirnos en monstruos luchando contra monstruos. Y eso solo lo podremos lograr siendo superiores, descartando toda compasión con nuestros miedos, nuestra comodidad y felicidad. Si bien hay que comprender a Trump, no hay que perdonarlo.