La construcción y consolidación de la Conciencia Nacional entre los habitantes de cada Estado Nación depende de un permanente/sostenido ejercicio educativo, comunicacional, afectivo, estético, ético, conmemorativo/creativo, simbólico desde los hogares y familias, desde las burocracias locales, regionales, nacionales; desde las organizaciones políticas y sociales; desde las dirigencias públicas y privadas y desde las más diversas prácticas religiosas. Por ello es importante que de las más diversas formas de organización y agrupación comunal deben orientarse las iniciativas para lograr esos objetivos trascendentales. Eso es lo que hacen desde los EEUU, los países europeos integrados o no en la Unión Europea, también desde otros Estados Nación como China, Rusia, Vietnam, Corea del Norte, India, Suráfrica, Egipto e Irán por ejemplo. El verdadero Imperio (financiero mundial/global) manejado por los poderosos grupos de billonarios de Europa y EEUU (quienes controlan desde atrás de las cortinas o persianas a organismos como FMI, BM, BCE, FED y OMC) trabajan desde hace varias décadas para debilitar y desmontar los Estados Nacionales, considerados objetivos políticos y económicos. La finalidad es aplicar allí todas las medidas de control de recursos estratégicos, conversión de las actividades públicas bajo la administración y regulación del Estado en actividades privadas orientadas a la especulación económica, extracción extrema de beneficios a las fuerzas laborales (desde las más básicas hasta las más calificadas en lo profesional, técnico y de experiencias acumuladas), precarización de las condiciones laborales, salariales y de jubilación, empujando siempre acciones que garanticen una mano de obra muy barata y desprotegida por esos estados ya debilitados en sus competencias y capacidades.
El Estado Nación Chileno organizado desde el sangriento Golpe de Estado Militar ejecutado en septiembre de 1973 contra el gobierno constitucional del Presidente Salvador Allende hasta estos convulsionados dias de finales de 2019, es un claro ejemplo a estudiar con frialdad analítica y rigor metodológico, alejados de las posiciones adelantadas influidas por prejuicios y grandes campañas nacionales e internacionales de alienación publicitarias. Es necesario precisar y comprender como funcionan esos procesos e desestructuración y debilitamiento extremo del Estado y su papel de mediador/regulador de la vida ciudadana. En Chile se construyó y aprobó una constitución que deriva y enmarca sus leyes y reglamentos, sus instituciones y funcionarios nacionales, regionales y locales alejados del ejercicio de garantías de derechos de las mayorías y de ciertos niveles tolerables de equilibrios sociales, étnicos, económicos, jurídicos y éticos. En las sociedades con formas de Estado Capitalistas y por tanto orientados a favorecer fundamentalmente a los dueños y administradores ejecutivos del capital internacional y nacional que controlan las fuerzas productivas estructuradas durante gran parte del siglo XX, fue posible respetar las conquistas laborales y sociales. En países como Chile el papel del Estado fue orientado, desde la dictadura militar presidida por el general Augusto Pinochet, a la administración de las fuerzas militares y policiales como símbolos evidentes de la represión extrema. Estos son los referentes sensoriales que predominan en las memorias de abuelos y padres, quienes los han tenido presente durante estas cuatro décadas como instrumentos concretos/tangibles capaces de infundir miedo y terror. Los componentes institucionales del Estado Chileno, su parlamento, intendencias/alcaldías, gobernaciones, tribunales, notarías, registros y demás oficinas públicas están allí orientadas constitucional y legalmente para mantener contenidas/reprimidas las aspiraciones sectoriales, regionales, locales, sociales, étnicas, etarias y de género de las mayorías sociales chilenas.
Esto ha sido mayoritariamente así hasta mediados de este mes de octubre de 2019, cuando las mayorías sociales de Chile se han levantado civilmente y sin armas de fuego, para decirle BASTA a ese modelo autoritario en extremo, excluyente al límite, expoliador hasta el hambre y profundamente injusto con muy pocos que son muy ricos y muchos, pero MUCHOS que son la gran mayoría muy pobres hasta casi la indigencia. Estas mayorías sociales no cuentan con perspectivas efectivas de mejorar sus condiciones de vida. La mayoría del pueblo chileno ha sido utilizado como parte de un gran laboratorio social, económico y psicológico para experimentar formas y mecanismos de explotación, oprobio, engaños, terror y domesticación/control de las expectativas de luchas para conquistar mejores condiciones de trabajo y de vida. Los resultados desastrosos están a la vista y han saltado como los cristales de las vidrieras de los comercios y tiendas de los judíos en las ciudades de Alemania y la actual Austria. En aquel caso fueron los militantes y simpatizantes de las organizaciones de fanáticos xenófobas/imperialistas nazis conocidas como SS, quienes durante la noche del 8 de noviembre de 1938 comenzaron estos ataques contra las comunidades judías que dejaron saldos de heridos y muertos, así como destrozos de los negocios, avanzando en esa triste y trágica Historia de la Segunda Guerra Multinacional del siglo XX. Allí estaban los fanáticos nazis usando el miedo y el terror como armas de la política. En esta oportunidad en Chile, quienes han quebrado/partido los cristales de las engañosas vidrieras/mostradores de una de las sociedades más desiguales e injustas del mundo de los siglos XX y XXI, son los millones de chilenos que conforman las mayorías sociales excluidas de los más elementales beneficios sociales, económicos, jurídicos y étnicos que si existen en otros Estados Nación altamente industrializados y también en otros menos industrializados como EEUU, Europa, Asia y América Latina. En Chile las víctimas de los experimentos de la aplicación extrema de las prácticas y políticas neoliberales elaboradas como propuestas teóricas de economía inicialmente en la Alemania y Austria de los años entre las dos Guerras Multinacionales del Siglo XX 1918-1939, decidieron salir a las calles, organizarse y reclamar la construcción democrática de una sociedad más justa, igualitaria, garante de los derechos humanos elementales y alejada del uso cotidiano del miedo y el terror dictatorial como instrumentos de la dominación autoritaria. Las mayorías de chilenos movilizados y sensibilizados en esta lucha trascendental coinciden en orientarse estratégicamente hacia la organización de un proceso constituyente que les permita construir colectiva y democráticamente una nueva Constitución, un nuevo pacto social de convivencia que signifique una verdadera ruptura con las herencias dolorosas de la dictadura militar y su predominio durante estos 46 años que van desde 1973 hasta 2019.