Cuba: la democracia socialista en ejercicio

Los cubanos acuden este domingo 11 de marzo a las urnas para elegir a
los miembros de las Asambleas Provinciales del Poder Popular y a los
diputados a la Asamblea Nacional de Cuba.
De este ejercicio democrático surgirá el nuevo parlamento cubano y su
órgano superior, el nuevo Consejo de Estado, que a su vez, a elegirá
al nuevo presidente de la República de Cuba, sucesor del General Raúl
Castro Ruz quien ha estado al frente del gobierno de la nación desde
2008.

Inicialmente Raúl ocupó el cargo por sustitución reglamentaria al
enfermar el Presidente Fidel Castro Ruz y corresponderle a él
reemplazarlo en función de sus deberes de Primer Vicepresidente.
Durante los dos períodos presidenciales consecutivos que siguieron,
fue electo por voluntad de la ciudadanía expresada en las urnas,
Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros.
Pero en esta ocasión Raúl ha anunciado su decisión de no presentarse a
una nueva reelección.

Raúl Castro ha sido, desde el inicio de la lucha insurreccional contra
la tiranía de Batista, la segunda figura en la dirigencia de la
revolución. Su actuación al frente del gobierno le ha granjeado un
incremento en el prestigio que ya tenía por su desempeño al frente de
la defensa del país.

Nadie cuestiona su autoridad y la enorme popularidad en el seno del
pueblo que lo capacitarían para continuar en el cargo presidencial en
un nuevo período, pero el propio Raúl Castro ha propugnado la
necesidad de trabajar por la renovación de los dirigentes de la
revolución y el gobierno, lo que a los ojos del pueblo ha convertido
el acatamiento de su decisión de no continuar en el cargo en el pago
de una deuda de gratitud a su Presidente.

Cuba vive desde hace más de seis décadas en permanente guerra de
resistencia con la superpotencia norteamericana en la que se ha
forjado una extraordinaria confianza de la población de la isla en sus
dirigentes históricos.

Ni Raúl ni alguna otra figura de gran ascendiente revolucionario en la
población ha señalado su preferencia por algún individuo para el más
alto cargo estatal, acatando principios que la dirigencia histórica de
la revolución ha defendido y practicado de preferir la renovación
progresiva de dirigentes y cuadros desde las raíces.
El diseño del sistema electoral cubano partió de los aportes de
juristas constitucionalistas y otros especialistas comprometidos con
la independencia y el respeto a la voluntad de los cubanos. No es
copia de otros sistemas, aunque está basado en los resultados del
análisis de textos elaborados por los independentistas fundadores de
la nación cubana y el estudio por expertos cubanos de sistemas
electorales de muchos países de América Latina y otras naciones del
mundo. Todo ello, sistemáticamente enriquecido por la práctica de una
población con nivel educativo y cultural incomparablemente superior al
que tenía antes del triunfo revolucionario de 1959.

En Cuba existe, por mandato constitucional un único partido que sin
embargo no es un partido electoral ni participa para nada en los
procesos comiciales sino que actúa como autoridad aglutinante de todo
el pueblo en función de defender la independencia de la nación e
impedir su absorción por la superpotencia imperialista vecina, un
peligro latente desde que Cuba dejó de ser colonia española tras
cruentas guerras libertadoras desde 1868 hasta el inicio de siglo XIX,
a base de mucho heroísmo y grandes sacrificios.

En la Isla hoy está prohibida la propaganda electoral. Los vecinos de
las comunidades eligen de entre ellos mismos a sus delegados que
integran las asambleas municipales, ejercicio que constituye la base
esencial de la democracia total del sistema.

En las asambleas municipales constituidas por delegados de la base se
eligen los candidatos a ser miembros de las asambleas provinciales y
diputados a la Asamblea Nacional del Poder Popular.
Esta última elige al Consejo de Estado, integrado por una veintena de
miembros, y éstos a su presidente, el Jefe del Estado, quien es
también presidente del Gobierno.

Todos los electos, desde los delegados de base hasta el Presidente de
la República, están obligados a rendir cuenta de su ejecutoria varias
veces en el año a quienes los eligieron.
La inspiración inicial ha sido la democracia asamblearia griega, pero
a diferencia de ésta, en la que los esclavos estaban excluidos, los
electores son hombres y mujeres; blancos, negros y mestizos; civiles y
militares: toda la gama de la sociedad cubana, sin otras limitaciones
que aquellas que restringen los derechos de quienes cumplen alguna
sanción jurídica que así lo determina, impuesta por las autoridades
judiciales correspondientes.

El sistema es aún perfectible. Pero sus estatutos exigen que toda
modificación deba siempre encaminarse al acercamiento de la dirección
política del país a la población, teniendo en cuenta el hecho esencial
de que el poder hegemónico en Cuba esté siempre y únicamente en manos
del pueblo cubano.



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Manuel Yepe

Abogado, economista y politólogo. Profesor del Instituto Superior de Relaciones Internacionales de La Habana, Cuba.

 manuelyepe@gmail.com

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