Dilma, Lula y Chacumbele: ¡Toma tu tomate!

Es muy seguro, que lo que manifiesto ahora como escrito, no sea muy agradable. Para mi que lo escribo, no lo es, pero eso no le resta valor o le quita un poco de verdad a lo que expreso.

A Dilma no la tumbo la derecha. Ella se fue a la derecha, estableció un concubinato con la derecha y la derecha decidió que para gobernar con ella, mejor gobernaba sola.

Dilma tuvo lo que de alguna manera sembró. Lula tendrá probablemente algo de los que el mismo sembró y lo que Dilma posteriormente continuó abonando. Efectivamente, lo de Dilma fue un golpe de Estado (blando o duro) pero se lo buscó.

Su lógica fue estar en el gobierno y estuvieron en el gobierno hasta que la pareja que tenían y la relación (consilación/negociación con una clase) que habían configurado para gobernar se lo permitieran. Gobernar no es necesariamente tener los hilos del poder, ni estar en condiciones de tener una relación de fuerza (Estado) que vaya más allá del mero asunto del gobierno. “Tenían” el gobierno, pero no el poder.

Ese afán por sentirse gobierno, presidenta o presidente, le hizo olvidar algo que habían sufrido y combatido en sus primeros abriles y que se llama derecha. Se les olvidó hasta donde es capaz de llegar a esa derecha. Creyeron en un concubinato y pagó por eso.

En la chiquita, Dilma gobernó más con la derecha que con su partido y con fuerzas y organizaciones políticas que estaban más a la izquierda.

Resulta entonces, que Dilma tuvo un largo concubinato con la derecha. Esa derecha tuvo la gran oportunidad de hacer jugosos negocios desde el gobierno de Lula y Dilma a través de mecanismo de corrupción. No cabe más que mirar (y lamentar) esa ironía. Dilma sufrió en carne propia el síndrome de “chacumbele”.

En todo el juicio político que culminó con la concreción del Golpe de Estado, Dilma (y Lula También) ha debido sentir ese sabor amargo de ser enjuiciada por su pareja de gobierno y ser apoyado por el pueblo y organizaciones, que no alcanzaron una participación patagónica como ha debido ser.

Dilma (no es agradable decirlo), se fue a la derecha y la derecha se empeñó en salir de ella. Tal vez, Dilma no conoció a Luis Herrera Campins. Si lo hubiese conocido u oído, probablemente pudo pensar en esto: Dime con quién andas andas y te diré quien eres. Dilma se fue a la derecha y la derecha no se la caló. Así es la derecha. Es el alacrán que usó a la rana.



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Evaristo Marcano Marín


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