Tres grandes acontecimientos golpean con furia a la sociedad colombiana por estos dias.Ocurren con el trasfondo de las conversaciones de paz impulsadas por el gobierno neoliberal y derechista del señor Juan Manuel Santos, quien administra parapetado en una coalición clientelista de politiqueros hundidos en la corrupción y el robo continuado de las rentas del Estado, en perjuicio de millones de colombianos que se debaten en la peor pobreza y miseria.
Muchas encuestas indican que la mayoría popular no cree en la estrategia de paz neoliberal santista orientada a rebobinar el régimen oligárquico que sirve a los intereses de una minoría plutocrática, nacional y global.
Si bien es cierto que los diálogos de paz adelantados en La Habana registran importantes avances en materia agraria, de democracia política y derechos de las víctimas de la guerra, tales resultados no se traducen en mejorías ciertas de las condiciones de vida de los más débiles de la sociedad: desempleados, mujeres, niños, campesinos, ancianos, discapacitados, jóvenes, victimas y trabajadores.
Llevamos casi cuatro años de paz, que la delegación de la resistencia campesina revolucionaria demanda sea con justicia, equidad y respeto por los derechos humanos fundamentales, pero los productos no son los mejores en todos los campos.
Resalto tres situaciones concretas por aquello de que por los hechos los conocereis.
La primera, los niños Wayuu de la Guajira siguen muriendo por montones, en hospitales públicos y en los andenes de sus pueblos, por causa de la desnutrición que se desprende de la pobreza y miseria de sus familias. Con un agravante que atropella la dignidad humana y es la corrupción de la burocracia santista del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar/ICBF, que hace un robo continuado, desde el 2010, cuando se inició la primea administración de JMS, de los dineros aportados para paliar la hambruna guajira.
Esas platas las asaltan los politiqueros de Cambio Radical y de la U, santistas todos, únicos dueños de las instituciones públicas locales, regionales y locales.
La segunda es el desfalco a Reficar, fechoría compartida por el santouruibismo. Pero el saqueo billonario no es solo en la construcción de dicha refinería en Cartagena. En medio de la paz, de los diálogos, de los acuerdos, los políticos santistas se dieron mañas para perpetrar el más grande asalto a la reciente y descomunal bonanza minero energética vivida por la economía colombiana por el auge de la demanda internacional de las materias primas.
Y la tercera es la arremetida violenta del alcalde de Bogotá, señor Peñalosa, contra las justas protestas frente al caos de Transmilenio que tiene sus antecedentes en la delincuencial gestión de Petro, el seudo progresista ex alcalde, protagonista del conocido carrusel de las contrataciones corruptas en las Alcaldías locales capitalinas.
No obstante que en los acuerdos de La Habana sobre participación política y víctimas se estableció dar garantías a la protesta social y garantizar los derechos de los movimientos sociales, Peñalosa y la Policía con el Esmad, dieron rienda suelta a todo el poderío represivo para aplastar la rebelión popular contra el gobierno neoliberal y cementero de la Capital.
No puede haber paz con niños Wayuu muriendo por hambre en la Guajira, con la corruptela de Reficar y Ecopetrol y con los desmanes policiales de Peñalosa para aplastar el justo rechazo del mal servicio de Transmilenio y las maniobras que quieren impedir la construcción del Metro para resolver en parte el problema de la movilidad de casi 10 millones de ciudadanos.
Si el neto de la entelequia santista de paz es esto, apague y vámonos. Nos llevó el p……
Aun así, va creciendo la movilización social y la protesta popular contra la andanada neoliberal de la casta dominante. Que sigan los preparativos del gran paro cívico nacional, con pasos muy importantes en la región Nororiental colombiano.
Van 6 semanas del 2016 y se multiplican las acciones masivas populares por los derechos y la mejora de las condiciones de vida.