Capriles en Chile: ¿Jugo, pena, lástima y risa,o lloriqueo de sedicioso?

¿Qué desea este individuo? ¿Revivir el sanguinario “Plan Cóndor”? ¿Darle respiración artificial a la ‘Política de Seguridad Nacional’ impuesta por EEUU en América Latina en la décadas de 1960-70 a través de los gobiernos golpistas militares?
Arturo Alejandro Muñoz
‘DAR JUGO’, según el metalenguaje chileno, se asocia directamente con aquellas frutas podridas que exudan pésimos aromas y son incomibles, siendo el tacho de la basura su único destino. Es fácil entender entonces que el señor Capriles viene a Chile exactamente a lo mismo: a “dar jugo”. Y del hediondo. O, peor aún, a proponer sediciones.
Obviamente, los moradores anglosajones de Fuerte Aguayo, ubicado en la hermosa comuna turística-gastronómica de Concón, sacan papel y lápiz, encienden sus computadoras y activan la extensa red de microchips y micrófonos que han instalado en cien lugares dentro de Chile, dispuestos a certificar el cumplimiento de los ‘consejos y recomendaciones’, mismas que el deshuesado Capriles–luego de haberlas recibido en Washington- debe repetir cual papagayo a las autoridades chilenas, a los oyentes ultraconservadores que asistan a sus charlas, y a oficiales en retiro de las fuerzas armadas que se encuentren presentes en ellas.
Dando entera satisfacción a los fundamentalistas conservadores chilenos (léase UDI, Opus Dei y algunos gremios patronales), Caprilesasegurará que un país es realmente “libre” sólo cuando gente como él y como los asistentes a esa conversación, lo gobiernan. Si el populacho, por exceso de información o de valentía, llegase a elegir a un individuo que no pertenezca a esa manada de predadores, de inmediato deberá hablarse de un país “aherrojado por fuerzas golpistas de izquierda”, asegurándole al gran amito del norte que el sistema neoliberal (y la propia seguridad del patroncito norteño) están en serio peligro.
En sus ‘interviú’, este reiteradamente fracasado político querrá demostrar a los capitalistas sin Dios, ley ni patria, cuán peligrosas son las elecciones en una nación si existe en ella una sociedad civil informada, decidida y soberana. “¿Ven lo que nos ocurrió a nosotros en Venezuela?”, gemirá lastimeramente, agregando el colofón principal: “no pudimos impedir que se realizasen siete, ocho, diez elecciones libres, y el pueblo nos dio vuelta la espalda en todas y cada una de ellas…¿podemos llamar a eso democracia si el populacho no está con nosotros que somos sus patrones, sus verdaderos amos?”.
Y por cierto le responderá una lluvia de aplausos emitidos por vetustos vejestorios de la política chilena, de aquellos que hoy miran con ojos de espanto la seria posibilidad de caer por debajo del 30% electoral en los comicios de noviembre próximo, motivo por el cual también han comenzado a cuestionar este sistemilla que no les ofrece garantía plena a su clasismo y a sus acciones expoliadoras.
Capriles podría aprovechar el momento para susurrar la frase que resulta más empalagosa y dulce a los oídos de los ultra derechistas: “coordinemos acciones para estructurar una alianza anti izquierdista y ‘democrática’ según nuestros términos”… en la UDI, en Punta Peuco y en el Club de Oficiales en Retiro, habrá “aleluyas y hurras”. En cambio, en La Moneda, reinará la preocupación porque el muy bobito y perdedor candidato derechista venezolano se atravesó de mala manera en un momento especialmente sensible, ya que en pocos meses más el pueblo chileno decidirá quién será su gobernante y cuál la composición de gran parte del Parlamento.
Por ello, que un desvergonzado extranjero, cuyas aristas sediciosas son innegables, intente armar jaleo al interior del país soliviantando al mundillo conservador con propuestas golpistas, no debe ser aceptado oficialmente, y menos si el propio gobierno barrunta que Capriles en sí mismo podría convertirse en un letal boomerang para la derecha local. ¿Qué desea, concretamente, este individuo? ¿Reestructurar y revivir el sanguinario “Plan Cóndor”? ¿Darle respiración artificial a la ‘Política de Seguridad Nacional’ impuesta por EEUU en América Latina en la décadas de 1960-70 a través de los gobiernos golpistas militares?
Mientras tanto, en el resto de la nación, particularmente en el pensamiento y opinión de millones de chilenos que hoy luchan con total ardor por construir una democracia verdadera y real, el golpista Capriles, sólo dará pena, risa, lástima y… especialmente, ‘jugo’. Por eso, entonces, aunque el actual gobierno de Sebastián Piñera manifieste una ideología pro norteamericana y neoliberal, Chile sigue siendo, en estricto rigor, un país donde la inmensa mayoría de su población abomina y rechaza las aventurillas golpistas, con mayor razón las detesta y combate si ellas son propuestas por un enloquecido y fanático extranjero que gusta de participar en acciones democráticas si, y sólo si, es él quien triunfe.
Señor Capriles, aquí no se le respeta ni se le acepta si viene en calidad de llorón y sedicioso porque en su patria le dieron una zurra electoral. En términos muy criollos, nos permitimos recomendarle que ¡¡vaya a dar jugo en Washington!!



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Arturo Alejandro Muñoz


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