Habemus papam y habemus pendejos

La recién elección del papa Francisco me trajo a la pensadora una novela policial que escribí hace años (Muerte en el Vaticano C.A) donde narro los vínculos del Vaticano con las instituciones u hombres poderosos como: crueles reyes, príncipes arteros, dictadores asesinos (Hitler, Franco, Mussolini, Pinochet, Videla…) sin dejar de lado la Mafia, con la cuales realizó numerosos negocios “non santos”, obteniendo colosales dividendos. Ciertamente la Iglesia Católica oculta pasajes sumamente escabrosos que, por lo general, no son divulgados por la prensa y mucho menos, por los canales privados de la televisión. A manea de sumario voy a reseñar algunos de estos.

A partir de la imposición del cristianismo mentiras y más mentiras se desencadenaron para conquistar el mundo, una de éstas fue la "donación de Constantino". Según ésta, el papa Silvestre I, curó de lepra al sagaz emperador y éste, como indemnización renunció al título imperial, declarando a Silvestre jefe de todos los sacerdotes y propietario de esas tierras. Surgen de esta manera los llamados Estados Pontificios, una de las grandes estafas de la humanidad.

Los enormes beneficios obtenidos por la Iglesia Católica fueron consecuencia de los vínculos políticos en el papado. Se trata del caso de los nexos del Sumo Pontífice Esteban II con la dinastía Carolingia en el año 756. Para esa fecha “Pipino el Breve” cedió en carácter de “donación” los territorios conquistados: veintidós ciudades de la Italia central, entre éstas las provincias de Emilia-Romagna y Marca, posteriormente, Ravena, Ferrara, Bolonia, Rímini, Pesaro, Ancona, Fano, Senigallia Perusa y de la Pentacole. Todas éstas se unen a Roma, formando así el nuevo Estado Pontificio que perduró durante 12 siglos. No cabe duda del afán de posesión de la iglesia de bienes muebles e inmuebles, no quedó allí. El papa Esteban II exhibió ante el emperador un documento apócrifo, convenientemente falsificado por la Curia Romana, lo que se llamó la “Donación de Constantino”. Según este simulado protocolo (de cuya falsedad no existe ninguna duda, pues quedó demostrado en el siglo XV) Constantino I, El Grande, cedió al papa Silvestre I, para sí y los sucesores, la posesión de toda Italia y la dignidad imperial. Afortunadamente, Pipino no cayó en la trampa de la ambición papal y sólo donó a Su Santidad los territorios referidos anteriormente y no toda la provincia itálica tal como pretendía Esteban II. Por fortuna, el nuevo Estado Pontificio duró hasta el 1870 cuando se reunifica la república italiana, quedando reducido los estados pontificios a 44 hectáreas, la actual Ciudad del Vaticano y al palacio de Castel Gandolfo, gracias a la el convenio y la “benevolencia” del dictador fascista Mussolini.

Algunos de los ocupantes del solio de san Pedro tuvieron vidas vergonzosas, entre los más destacados tenemos: en el 904, Sergio III, amante de una mujer intrigante y muy hermosa de nombre Marioza. Juan X (914-928) llegó a pontífice gracias a la protección Marioza esposa del conde Teofiláctico y de Teodora, la hija de ambos. La mujer del anterior noble se enamoró perdidamente del futuro pontífice y, para tenerlo cerca, lo hizo papa, consecuencia de su gran influencia en el Imperio Romano. La pornocracia caracterizó su papado. La referida santidad parece que le dedicó más tiempo al goce de los cuerpos que a la santificación las almas. Juan XII (955-964), nombrado papa a los 16 años mantuvo una vida disoluta. Fue sorprendió infraganti por el esposo de una de sus amantes. El esposo “cornudo”, sin tomar en cuenta la santidad del pontífice, no dudó en propinarle a Juan XII una soberana paliza y como consecuencia de la tunda murió a los tres días. El “pobre Juan”, contaba con un harén bien nutrido de concubinas con las que era bastante pródigo, a consta de las arcas de San Pedro. Imposible olvidar a Alejandro VI (1492-1503), cuyo nombre verdadero era Rodrigo Borgia, padre de cuatro hijos bastardos (César, Juan, Lucrecia y Jofre), con su concubina llamada Vanossa, aparte de aquellos que tuvo con prostitutas. Habemus Pendejos.

A esa cáfila de curas sinvergüenzas podemos debo agregar ciertos pontífices dementes y crueles, como es el caso de del papa Esteban IV (?-897). Esta Suprema Santidad, celebró en el año 896 un macabro proceso póstumo contra el antiguo papa Formoso, quien permanecía en el descanso eterno de su alma. El ungido por el Espíritu Santo ordenó que se abriera la tumba de Formoso y que se expusiera ante los jueces el esqueleto con los ornamentos papales, sentado en una silla de brazos ubicada en la sala del tétrico Sínodo. El cura cadavérico, luego de un largo juicio fue declarado culpable y condenado. Al concluir el asunto un sacerdote le cortó la mano derecha a la momia para impedir nuevas bendiciones aún en el más allá, le cercenó la cabeza y los despojos fueron lanzados al río Tíber. Estos fueron, en un principio, los padres de la iglesia y que en un momento cautivaron el alma de los feligreses. Habemus pendejos.

Fue notorio el caso de Marcial Marcel, fundador de “Los legionarios de Cristo”, comunidad instituida en México en el año 1941, es decir, en pleno siglo XX. El “santo reverendo” fue investigado por abusos sexuales contra seminaristas; el referido también fue inquirido por la Congregación para la Doctrina de la Fe, la antigua Santa Inquisición. El papa Juan Pablo II no lo sancionó, a pesar de lo grave de la acusación y pruebas presentadas contra el aberrado sacerdote. Benedicto XVI, el sucesor del anterior y papa actualmente jubilado, en ese tiempo director de la referida hermandad, lo castigó cambiándolo de ciudad y no lo denunció ante las autoridades componentes, evitando con esta descarada sanción que el cura pederasta pagara condena en una prisión. El nuevo pontífice lo único que le pidió al abusador Marcel, fue un “sincero arrepentimiento”. Pero esto no es más que la punta del iceberg, según un informe especializado el 4 % del clero católico de los EEUU, unos 4000 sacerdote estuvieron y están implicados en prácticas sexuales con menores, más o menos durante 50 años, tales experiencias son frecuentes en España, Colombia, Irlanda…A tal grado llega el problema que en la diócesis de Spokne de los EEUU se cancelaron más de 48 millones de dólares para compensar tales abusos y acallar el escándalo. Con el agravante que es notoria la política de encubrimiento de tales delitos por parte de la jerarquía eclesiástica. ¡Y pensar que por una inocente y placentera masturbación los curas hipócritas de la Iglesia católica envían a un adolescente para que su alma se mortifique con el fuego sempiterno del infierno! Habemus pendejos.

En el siglo que acaba de terminar, fue notorio el caso de algunos sacerdotes quienes, amparados por su investidura sagrada, cometieron todo tipo de tropelías. Es el caso del cardenal John Cody, arzobispo de Chicago, ex director de una de las diócesis más ricas del mundo católico; fue acusado de racista, un estafador que desapareció, por arte de birlibirloque, los fondos diocesanos para su beneficio personal, un libertino quien aspiraba desfogarse con a toda mujer que se cruzaba en su camino. Mucho se habla del escándalo financiero por los valores bursátiles especulativos que la iglesia católica de Estados Unidos, durante el crac financiero, adquirió año 1929. En tribunales de EEUU e Italia se conocen de las maquinaciones de montones de millones de dólares del Banco del Vaticano, bajo el gobierno del arzobispo Paúl Marcinkus, viejo amigo de Cody y el eslabón entre él, Marcinkus y el propio Papa Pablo VI y el estafador convicto Michele Sindona. Parece que las autoridades del Vaticano se olvidaron de las interdicciones de diversos concilios como: el Cartago (345), el de Aix (789), el ecuménico de Vienne (1311) y ciertos papas cuando prohibieron las ganancias por concepto de intereses por préstamos. Contrariamente, en la actualidad la Iglesia Católica está en mercado monetario logrando colosales ganancias dado dinero a interés. Habemus pendejos.

Por todo lo anterior no es sorprendente que el papa Federico I, recién elegido en un encierro cardenalicio, estuviese vinculado con la dictadura del presidente argentino J. R. Videla. Aquí en Venezuela es notoria la conchupancia de la Conferencia Episcopal con la oligarquía rastrera. Los “beneméritos obispos” utilizaron diversos calificativos para referirse a mi comandante Chávez: tirano, dictador, comunista, ateo, autócrata…muy lejos de la misericordia que debían practicar dichos prelados.

Por fortuna mi comandante Chávez se liberó de la jerarquía eclesiástica y les enseñó a los venezolanos la importancia de alcanzar la libertad como un peso que debe llevarse y más nunca dejárselo arrebatar, a pesar de lo pesado que este sea. Chávez vive... carajo.


enocsnchezlpez@yahoo.com


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Enoc Sánchez


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