Los Bakuninistas en acción (II)

“El movimiento revolucionario se extiende como un reguero de pólvora por toda la península… En Barcelona todavía no había pasado nada, ¡pero en la plaza pública la revolución era permanente!”

Pero era la revolución de los “aliancistas”, que consistía en mantener torneos oratorios y, precisamente por esto, es “permanente” sin moverse del sitio.

Es decir, que se invitaba a los obreros de Barcelona —el centro fabril más importante de España, que tenía en su haber histórico más combates de barricadas que ninguna otra ciudad del mundo— a enfrentarse con el poder público armado, pero no con las armas que ellos tenían también en sus manos, sino con un paro general, con una medida que sólo afectaba directamente a los burgueses individuales, pero que no iba contra su representación colectiva, contra el poder del Estado. Los obreros barceloneses habían podido, en la inactividad de los tiempos de paz, prestar oído a las frases violentas de hombres tan mansos como Alerini, Farga Pellicer y Viñas lanzaron primero sus famoso programa electoral, luego se dedicaron constantemente a calmar los ánimos, y por fin, en vez de llamar a las armas, declararon la huelga general, acabaron por provocar el desprecio de los obreros. El más débil de los intransigentes revelaba, con todo, más energía que el más enérgico de los “aliancistas”. La Alianza y la “Internacional mangoneada” por ella perdieron toda su influencia y, cuando estos caballeros proclamaron la huelga general, bajo el pretexto de paralizar con ello la acción del gobierno, los obreros se echaron sencillamente a reír. Pero la actividad de la “falsa Internacional” había conseguido, por lo menos, que Barcelona se mantuviese al margen del alzamiento cantonal. Dentro de él, la representación de la clase obrera era, en todas partes, un elemento muy fuerte; y Barcelona era la única ciudad cuya incorporación podía respaldar de un modo firme a este elemento obrero y darle la perspectiva de hacerse dueño, en fin de cuentas, de todo el movimiento. Además, la incorporación de Barcelona puede decirse que habría decidido el triunfo. Pero Barcelona no movió un dedo; los obreros barceloneses, que sabían a qué atenerse respecto a los intransigentes y habían sido “engañados por los aliancistas”, se cruzaron de brazos y dieron con ello el triunfo final al gobierno de Madrid. Todo lo cual no impidió a los aliancistas Alerini y Brousse (acerca de cuyas personas dio más detalles el informe sobre la Alianza) declarar en su periódico Solidarité Révolutionmaire:

La huelga general se había puesto a la orden del día al mismo tiempo en Alcoy. Alcoy era un centro fabril, que contaba unos 30.000 habitantes (para la época) y en el que la “Internacional, en forma bakuniniana”, donde sólo había logrado penetrar hacía un año, desarrollándose luego con gran rapidez. El socialismo, bajo cualquier forma, era bien recibido por estos obreros, que hasta entonces habían permanecido completamente al margen del movimiento como ocurría con algunos lugares de Alemania, donde repentinamente la Asociación General de Obreros Alemanes adquirió gran número de adeptos. Alcoy fue elegido, por tanto, para sede de la Comisión federal bakuninista española, y esta Comisión federal era, precisamente, la que veremos allí actuar.

El 7 de julio, una asamblea obrera toma el acuerdo de huelga general; y al día siguiente envía una comisión a entrevistarse con el alcalde, requiriéndole para que reúna en el término de veinticuatro horas a los patronos y les presente las reivindicaciones de los obreros. El alcalde, Albors, un republicano de burgués, entretiene a los obreros, pide tropas a Alicante y aconseja a los patronos que no cedan, sino que se parapeten en sus casas. En cuanto a él, estará en su puesto. Después de celebrar una entrevista con los patronos —estamos siguiendo el informe oficial de la Comisión federal aliancista, que lleva la fecha de 14 de julio de 1873—, el alcalde, que en un principio había prometido a los obreros mantenerse neutral, lanzó una proclama en la que “injuriaba y calumniaba a los obreros” y toma partido por los patronos, anulando así el derecho y la libertad de los huelguistas y retándolos a luchar. Cómo los piadosos deseos de un alcalde podían anular el derecho y la libertad de los huelguistas, es cosa que no aclara el informe. El caso fue que los obreros dirigidos por la Alianza, hicieron saber al concejo, por medio de una comisión, que, si no estaba dispuesto a mantener en la huelga la neutralidad prometida, lo mejor que podía hacer era dimitir para evitar un conflicto. La comisión no fue recibida y, cuando salía del Ayuntamiento, la fuerza pública disparó contra el pueblo, congregado en la plaza en actitud pacifica y sin armas. Así comenzó la lucha, según el “informe aliancista”. El pueblo se armó, y comenzó la batalla, que había de durar “veinte horas”. De una parte, los obreros, que Solidarité Révolutionmaire cifra en 5.000; de otra parte, 32 guardias civiles concentrados en el Ayuntamiento y algunas gentes armadas parapetadas en cuatro o cinco casas junto al mercado, casas a las que el pueblo pegó fuego a la buena manera prusiana. Por fin, a los guardias se les agotaron las municiones y tuvieron que capitular.

“No habría habido que lamentar tantas desgracias —dice el informe de la Comisión aliancista— si el alcalde Albors no hubiera engañado al pueblo simulando rendirse y haciendo luego asesinar alevosamente a los que entraron en el Ayuntamiento fiándose de su palabra; y él mismo alcalde no habría perecido, como pereció a manos de la población legítimamente indignada, si no hubiese disparado su revolver a quemarropa contra los que iban a detenerle.”

¿Cuántas bajas causó esa batalla?

“Si bien no fue posible calcular con exactitud el número de muertos y heridos (de parte del pueblo), sí se puede decir que no habrían bajado seguramente de diez. De parte de los provocadores, no bajaron de quince los muertos y los heridos.”

Esta fue la primera batalla callejera de la Alianza. Al frente de 5.000 hombres, se batió durante veinte horas contra 32 guardias civiles y algunos burgueses armados; los venció, después que ellos hubieron agotado las municiones y perdió, en total diez hombres. Se conoce que la Alianza inculcaba a sus iniciados aquella sabia sentencia de Falstaff de que “el mayor mérito de la valentía es la prudencia”.

Huelga decir que todas las noticias terroríficas de los periódicos burgueses, que hablaban de fábricas incendiadas sin objeto alguno, de guardias fusilados en masa, de personas rociadas con petróleo y luego quemadas, son puras invenciones. Los obreros vencedores, aunque estén dirigidos por “aliancistas”, cuyo lema es: “No hay que reparar en nada”, son siempre demasiado generosos con el enemigo vencido para obrar así, y éste les imputa todas las atrocidades que él no deja de cometer nunca cuando vence.

¡Eran, pues, vencedores!

“En Alcoy —dice, llena de júbilo, Solidarité Révolutionnaire—, nuestros amigos, en número de 5.000, son dueños de la situación”.

Veamos que hicieron de su “situación los tales dueños”.

Al llegar aquí, el informe de la Alianza y el periódico aliancista nos dejan en la estacada; tenemos que contentarnos con la información general de la prensa burguesa. Por ésta, nos enteramos de que en Alcoy se constituyó inmediatamente un “Comité de Salud Pública”, es decir, un gobierno revolucionario. Es cierto que el congreso celebrado por ellos en Saint-Imier (Suiza) el 15 de septiembre de 1872, los aliancistas habían acordado que “toda organización de un Poder político, del Poder llamado provisional o revolucionario no puede ser más que un engaño y resultaría tan peligroso para el proletariado como todos los gobiernos que existen actualmente”. Además, los miembros de la Comisión federal de España, residente en Alcoy, habían hecho lo indecible para conseguir que el Congreso de la Sección española de la Internacional hiciese suyo este acuerdo. Pero, a pesar de todo esto, nos encontramos que Severino Albarracín, miembro de aquella Comisión, y según ciertos informes, también Francisco Tomás, su secretario, formaban parte de ese gobierno provisional y revolucionario que era el Comité de Salud Pública de Alcoy.

¿Y qué hizo este Comité de Salud Pública? ¿Cuáles fueron sus medidas para lograr la “emancipación inmediata y completa de los obreros”? Prohibir que ningún hombre saliese de la villa, autorizando en cambio para hacerlo a las mujeres, siempre y cuando que… ¡tuviesen pase! ¡Los enemigos de la autoridad restableciendo el régimen de pases! Por lo demás, la más completa confusión, la más completa inactividad, la más completa ineptitud.

Entretanto, el general Velarde avanzaba con sus tropas desde Alicante. El gobierno tenía sus razones para ir apaciguando silenciosamente las insurrecciones locales de las provincias. Y los “dueños de la situación” de Alcoy tenían también las suyas para zafarse de un estado de cosas con el que no sabían qué hacer. Por eso, el diputado Cervera, que actuaba de mediador, encontró el camino llano. El Comité de Salud Pública resignó sus poderes, las tropas entraron en la villa el 12 de julio sin encontrar la menor resistencia y la única promesa que se hizo a cambio al Comité de Salud Pública fue... dar una amnistía general. Los aliancistas "dueños de la situación" habían salido del aprieto una vez más. Y con esto terminó la aventura de Alcoy.

En Sanlúcar de Barrameda, junto a Cádiz, “el alcalde —relata el informe aliancista— clausura el local de la Internacional y, con sus amenazas y sus incesantes atentados contra los derechos personales de los ciudadanos, provoca la cólera de los obreros. Una comisión reclama del ministro el respeto del derecho y la reapertura del local, arbitrariamente clausurado. El señor Pi accede a ello en principio…, pero denegándolo en la práctica; los obreros ven que el gobierno trata de colocar a su Asociación sistemáticamente fuera de la ley; destituyen a las autoridades locales y ponen en su lugar a otras, que ordenan la reapertura del local de la Asociación”.

“¡En Sanlúcar… el pueblo es dueño de la situación!”, exclama triunfalmente Solidarité Révolutionnaire. Los “aliancistas”, que también, en contra de sus principios anarquistas, instituyeron un gobierno revolucionario, no supieron por dónde empezar a servirse del Poder. Perdieron el tiempo en debates vacuos y acuerdos sobre el papel, y el 5 de agosto, después de ocupar las ciudades de Sevilla y Cádiz, el general Pavía destacó a unas cuantas compañías de la brigada de Soria para tomar Sanlúcar y… no encontró la menor resistencia.

Esas fueron las hazañas heroicas llevadas a cabo por la Alianza bakuninista donde nadie le hacía competencia.

Continuará…

¿Cuánto tiempo más soportaran los trabajadores españoles esas mafias sindicaleras bakuninistas de UGT y CCOO que defienden los intereses de los fascistas PePeros y los burgueses del P.S.O.E.?

¡Viva la III República socialista!
¡Gringos Go Home! Libertad para los cinco cubanos héroes de la Humanidad.
¡ChávezViviráYVencerá!
¡BolívarVive!

manueltaibo1936@gmail.com


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Manuel Taibo


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