Entrevistando imaginariamente a Marx sobre lo tratado en: El capítulo IV de “El Capital” (IV)

¿Cuál es el fin en si mismo de la circulación del dinero como capital?

Cabe, indudablemente, que en la fórmula M – D – M, los dos polos M y M, como, por ejemplo, el azúcar y la camisa, sean también magnitudes de valor cuantitativamente distintas. El labriego puede, evidentemente, vender su azúcar por más de lo que vale o comprar la camisa por menos de su valor. También puede ocurrir que el sastre le engañe. Sin embargo, en esta forma de circulación, las tales diferencias de valor son puramente fortuitas. Por el hecho de que ambos polos, el azúcar y la camisa, sean equivalentes, el cambio no pierde radicalmente su sentido y razón de ser, como ocurre con el proceso D – M – D. Por el contario, la equivalencia de estos dos factores, es aquí, condición para el desarrollo normal del proceso.

La repetición o renovación del acto de vender para comprar tiene su pauta y su meta, como el propio proceso, en un fin último exterior a él: en el consumo, en la satisfacción de determinadas necesidades. En cambio, cuando se compra para vender, el proceso comienza y acaba por el mismo factor, por el dinero o valor de cambio y ya esto hace que el proceso sea interminable. Cierto es que D se ha convertido en D+ΔD, los 100 bolívares en 100+10. Pero cualitativamente considerados los 110 bolívares son lo mismo que los 100, a saber: dinero. Y considerados cuantitativamente, los 110 bolívares son, como los 100, una suma limitada de valor. Si los 110 bolívares se gastasen como dinero, faltarían a su papel. Dejarían de ser capital. Sustraídas a la circulación, se petrificarían en forma de tesoro y no harían brotar ni un céntimo, aún cuando estuviesen encerradas en su cueva hasta el día del juicio final. Por tanto, se trata de valorizar el valor, a la misma necesidad responde la valorización de 110 bolívares que la de 100, pues ambas cantidades son expresiones limitadas del valor de cambio y ambas tienen, por consiguiente, la misión de acercarse a la riqueza incrementando su magnitud. Cierto es que el valor primitivamente desembolsado de 100 bolívares se distingue durante breves instantes de la plusvalía de 10 bolívares que hace brotar de la circulación, pero esta diferencia se esfuma enseguida. Al terminar el proceso, no nos encontramos con el valor original de 100 bolívares a un lado y a otro lado la plusvalía de 10. Lo que brota del proceso es un valor único de 110 bolívares, valor que se presenta, para repetir el proceso de valorización, bajo la misma forma que el de los 100 bolívares originales. Al terminarse el proceso, el dinero brota nuevamente como su punto inicial. El final de cada ciclo aislado, en el que se consuma la operación de comprar para vender, forma por tanto, de suyo, el comienzo de un ciclo nuevo. La circulación simple de mercancías –el proceso de vender para comprar- sirve de medio para la consecución de un fin último situado fuera de la circulación: la asimilación de valores de uso, la satisfacción de necesidades. En cambio, la circulación del dinero como capital lleva en sí mismo su fin, pues la valorización del valor sólo se da dentro de este proceso constantemente renovado. El movimiento del capital es, por tanto, incesante.


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Nicolás Urdaneta Núñez


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