Sr.Presidente, si no saca la Guardia Nacional y el Indepabis a la calle, ésta revolución se irá por el caño

No hay un día que alguien no me relate sus historias de terror. Pareciera que estuviésemos viviendo un estado de cosas aberrantes que ya son “naturales” y “normales” en el diario vivir. Yo aprendí que la vida es como una película de eventos instantáneos que nos dejan mensajes y reflexiones. Veo a nuestro respetable presidente hablar sobre la doctrina socialista y la necesidad de ser más proclives a la solidaridad y al amor patrio. Tengo dos pantallas el frente: Un país desangrándose por la violencia y su hermana siamesa, la impunidad, y en la otra un líder con el pecho henchido de amor por su nación y su gente, tratando de despertarle la conciencia a miles de compatriotas que están de espaldas al gran reto que vivimos. En la segunda pantalla, la del jefe de estado, se puede visualizar perfectamente un séquito de funcionarios que, de hecho, están también de espaldas a la realidad que se vive calle por calle, casa por casa, ciudad por ciudad, región por región. Se enclaustran en sus despachos y se olvidan del reclamo del soberano que clama por una pequeña atención a sus requerimientos elementales. El derecho más elemental es el derecho a la vida y hoy día no lo tenemos, como tampoco se tenía en la tenebrosa cuarta república cuando desaparecían periodistas, estudiantes y políticos adversos sin rendir cuentas. Las policías de entonces eran organismos de represión que actuaban con total impunidad y al amparo de los gobernantes de turno. Las torturas eran cosa “rutinaria” y nadie hacía nada. Hoy, bajo la égida del presidente Chávez, los derechos humanos han pasado a una octava casi superior. Tenemos acceso a reclamar los abusos de policías y bandidos. Existe una Defensoría del Pueblo y una mediana Fiscalía que atiende más o menos al denunciante. Pero no hay gente adinerada presa o procesada por sus delitos. Por los medios de comunicación social se denuncian todo tipo de crímenes pero la mayoría de estos siguen sin castigo. Y todo este marasmo de perversiones causa desencanto, decepción por el proceso bolivariano y apatía electoral.



Al revisar la prensa diaria vemos innumerables asesinatos y secuestros que nos agobian. Nuestras casas se han convertido en verdaderas prisiones donde la mayoría reza para que no le pase nada malo al cruzar la calle. El robo de vehículos adquirió cifras astronómicas. Los funcionarios policiales están hasta el cuello en muchos delitos y nadie confía en ellos. Transitar por las noches a pie es una locura, una insensatez del tamaño del océano. Las conversaciones del 100% de la población se basan en relatos criminales que hemos sufrido o que algún familiar sufrió. Es hora, señor presidente, de que usted tome el toro por los cuernos. Sus funcionarios del área policial no le van a decir la verdad. Le maquillan los porcentajes delictuales y muchos son cómplices de colegas que delinquen descaradamente. Estamos al borde de la desesperación. Los diputados, alcaldes, ministros y gobernadores no se sensibilizan porque cuentan con guardaespaldas las 24 horas para ellos y su familia. Y a nosotros que nos coma el tigre.

Si usted, señor presidente, no coloca a la Guardia Nacional en las calles para frenar tanta delincuencia y asesinatos. Si la burócrata Asamblea Nacional no legisla en lo que tiene que legislar para tatar de apoyar la parte legal en relación al tema. Si la bendita ley de policía nacional no se concreta y se depuran los podridos cuerpos policiales, entonces, querido presidente, olvídese de socialismo, de patria o de ideales humanistas pues la muerte nos acecha a cada segundo. ¿Por qué sus ministros no salen a la calle a preguntarle al soberano sobre el tema? ¿Por qué se encierran en sus bunkers de poder y desdeñan al que le dio su voto?



Por otro lado, los comerciantes están especulando groseramente. Aumentan los precios de una semana para otra en más del 100% y no pasa nada. No es posible que el Indepabis tenga apenas una piche oficina en las principales ciudades y un personal exiguo que no puede abarcar ni el 10% del comercio. El sueldo, los ingresos que devengamos al mes se diluyen como sal en agua. Los repuesteros, los supermercados y tiendas de ropa y enseres domésticos esenciales elevan los precios sin ningún escrúpulo y así quedamos a merced de esa gentuza usurera. Tal como está estructurado, el Indepabis resulta inocuo, muy poco efectivo y poco eficiente. ¿Por qué no se le asignan mucho más recursos para ampliar su campo de acción? ¿Por qué, señor presidente?

De seguir como vamos a esta incipiente revolución se la llevará el diablo.

efraingran@gmail.com


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Efrain Jose Granadillo


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