En todos los artículos anteriores establecimos la distinción fundamental entre Economía en la Comunidad y Economía Comunal, y desarrollamos los vectores estratégicos para su viabilidad práctica. Ahora debemos responder la pregunta definitiva: ¿hacia qué forma de sociedad nos conduce este modelo? La Economía Comunal no es simplemente una alternativa de gestión económica; es el fundamento material para un nuevo tipo de relaciones sociales basadas en la soberanía, la dignidad y la felicidad social colectiva.
El concepto de inteligencia colectiva "activa, afectiva, efectiva y festiva" representa mucho más que una forma de tomar decisiones. Constituye un nuevo paradigma civilizatorio donde:
• Lo activo representa la capacidad de transformación material consciente.
• Lo afectivo incorpora la solidaridad y el cuidado como motores económicos.
• Lo efectivo garantiza la eficiencia al servicio de los fines comunales.
• Lo festivo recupera la alegría del hacer común y la celebración de la vida.
Esta inteligencia cuádruple, ejercida a través de múltiples modos, convierte a la ciudadanía comunal de objeto del desarrollo en sujeto protagónico de su propio destino. Es la antítesis de la inteligencia individual que mueve al emprendedor capitalista.
El modelo tripartito de reinversión del excedente —bienestar de los trabajadores, mejora del servicio y fondo de solidaridad— no es solo un mecanismo financiero. Es una práctica transformadora que construye día a día una ética económica radicalmente distinta: Al destinar parte del excedente al bienestar de los asociados-trabajadores y las asociadas-trabajadoras, se supera la lógica del salario como costo a minimizar y se reconoce el trabajo como actividad humana creadora. La reinversión en el servicio mismo asegura que la comunidad se beneficie de su propio esfuerzo colectivo, creando un círculo virtuoso de calidad y accesibilidad. El fondo para los más vulnerables convierte la ayuda mutua de un acto espontáneo en un derecho comunitario garantizado.
Uno de los avances conceptuales más significativos del modelo comunal es su capacidad para subordinar las herramientas de mercado a los objetivos sociales. Esto implica:
• La utilización del cálculo de costos, no para maximizar ganancias, sino para garantizar sostenibilidad.
• El empleo de indicadores de calidad, no para competir, sino para mejorar continuamente el servicio.
• El aprovechamiento de la innovación tecnológica, no para excluir, sino para incluir.
Esta subordinación convierte al mercado —de fin en sí mismo— en instrumento al servicio de la vida comunal, demostrando que es posible aprovechar herramientas técnicas sin caer en la lógica capitalista. La Economía Comunal trasciende así su carácter sectorial, deja de ser un motor en la economía venezolana para convertirse en el núcleo de un nuevo metabolismo socioeconómico donde:
• La propiedad deja de ser un derecho de exclusión para convertirse en un vínculo de corresponsabilidad.
• El trabajo se transforma de mercancía en expresión de la creatividad humana.
• El excedente circula como savia comunitaria en lugar de acumularse como capital privado.
Este es el salto civilizatorio que representa la Economía Comunal: no se trata de gestionar mejor la escasez, sino de crear nuevas abundancias; no de incluir a los excluidos en el mercado, sino de construir una sociedad donde la exclusión sea estructuralmente imposible. El éxito de la Revolución Bolivariana se juega en esta capacidad de hacer de cada Entidad Local/comunal un laboratorio concreto de la nueva sociedad. La máxima felicidad social posible deja de ser una aspiración para convertirse en un proceso de construcción material, día a día, proyecto comunal por proyecto comunal. En la medida en que esta distinción fundamental entre Economía en la Comunidad y Economía Comunal se haga carne en cada rincón del territorio, estaremos construyendo no solo una economía alternativa, sino la base material para una sociedad de seres humanos verdaderamente libres y solidarios.