Aquel globo de vistosos colores, que subía y subía en los cielos de parte del mundo inflado por el capitalismo de la época, oportunamente asesorado por la intelectualidad a sueldo del negocio, parece que ahora se va desinflando, porque la realidad ha dejado aparcadas, entre otras cosas, las ideologías. No obstante, como la política ha pasado a ser puro espectáculo, servido por los medios de difusión de forma generalizada, la muchedumbre ni lo aprecia, porque sigue confiando en que sus elites le suministren entretenimiento y bien-vivir. Mas haciendo una escapada del panorama virtual visible, es posible observar que los eslóganes políticos de aquellos tiempos, que estableció la burguesía para ganarse a las masas, representados en aquel vistoso globo que lanzaron a la atmósfera de progreso, ahora son simples formalismos para conservar un orden basado en la apariencia.
Los fundamentos políticos establecidos por el capitalismo burgués, señalando como más significativos la democracia representativa, el Estado de Derecho y la división del poderes, evidentemente conservan su vigencia teórica, pero adaptados a las circunstancias actuales. Hay que tener en cuenta que hoy en el panorama se impone el espectáculo, como método de distracción, y tales elementos políticos están diseñados para formar parte del espectáculo. Esto es debido a que la obra ya no la escribe el capitalismo burgués, sino el capitalismo sinárquico. La política se mueve aparentemente en busca del interés general y realmente en el terreno del mercado. Por tanto, su trabajo es procurar ocurrencias, que vende a las gentes como progreso, para atraer de uno u otro lado el voto de los ciudadanos, y asegurar el orden legal, diseñado para consolidar la sumisión de las masas a la elite ocasional surgida del voto. De ahí que el globo siga flotando en el espacio de cualquier sociedad que se tiene por avanzada, soportado por el poder de las creencias que acompañan a este ambiente de espectáculo dominante, mientras la realidad viene a decir que el globo burgués, con el rótulo democracia y los aportes políticos más señalados, se está desinflando.
Si se observa la democracia, en su papel representativo, que acabó siendo universal movida por la racionalidad, agotado su recorrido, solamente es un nombre para venir a decir a las gentes que las elites políticas no se imponen, sino que se elige a los mejores. El problema viene determinar quien son los mejores. Hoy, en el imperio del mercado, los mejores son los que más venden, contando con la ayuda de la publicidad. Lo mismo sucede con la política. Con lo que en este modelo de democracia comercializada no hay garantía de que gobiernen los mejores, políticamente hablando, aunque sí los mejores vendedores. Téngase en cuenta que, en la democracia representativa, los candidatos están a promocionarse personalmente a la sombra del partido, con objeto de llegar a gobernar y mantenerse en el gobierno el mayor tiempo posible. Por otro lado, como todo se reduce al voto con perfiles comerciales, los propios votantes ya no votan tanto por ideología como mirando por sus conveniencias particulares. En cuanto a lo sustancial de la democracia, gobernar atendiendo al interés general, es un rótulo vacío de contenido, invocado como tapadera, que pretende dar un toque de racionalidad a los intereses particulares de los gobernantes. Con lo que, si la representación tiene un alto componente de falacia, el sistema de gobierno no sirve, porque el pueblo realmente no está representado, solo puede entenderse como una apariencia más. Por tanto, el sentido práctico de la representación no funciona puesto que el pueblo no gobierna ni indirectamente, con lo que una democracia en la que el pueblo no gobierna no es democracia.
Con referencia al Estado de Derecho, en la práctica ha pasado a ser un orden legal burocratizado, dirigido a alimentar a una minoría laboral y reforzar el control del poder gobernante sobre la ciudadanía. Cabe hablar de Estado de Derecho en cuanto se nutre de leyes en abundancia para regular cualquier actividad humana, sometiendo todo al control del que ejerce el poder para hacerle el gobierno mas llevadero, pero en él no hay espacio para la libertad personal, porque las leyes, en un avance desbordante, limitan y ahogan cualquier posibilidad de caminar por libre, ni en el plano más íntimo, sin ser objeto de represión. La ley, en la práctica, sale a escena para dar lustre a sus promotores y, a menudo, va dirigida a favorecer a grupos sociales de moda, curiosamente incurriendo en la desigualdad que se dice trata de combatir; lo que pasa a ser el ultimo capítulo para alejarla del interés general. En cuanto a la aplicación de la ley, no es infrecuente comprobar que la propia justicia la contamina con apreciaciones personalistas. Podría entenderse que el Estado de Derecho ha sido reemplazado por el Estado de las leyes.
La separación de poderes es una teoría a la que se acogen las constituciones desde aquellos tiempos hasta el momento actual. Realmente se trata de distinguir funciones estatales, en una estructura integrada en el plano de la burocratización del Estado, atendiendo a la más eficaz distribución de las mismas. Una separación, también llamada división de poderes, que tiene mucho de formal, porque el poder del Estado es único, ya que su actividad se realiza en nombre del Estado usando su autoridad, entendida como poder, que se expresa en el ejercicio de la función correspondiente. Los llamados poderes son independientes en la realización de sus respectivas funciones, pero debidamente conectados, mas a medida que aumenta la conexión disminuyen las garantías de imparcialidad. Y esto se lleva al límite cuando el que se dice legitimado por la voluntad popular se sale de los cauces del poder establecido y controla, ya sea en virtud de la mayoría o de la autoridad de las leyes a los otros dos poderes. Por otro lado, si el poder sortea la normalidad jurídica, entra en juego el personalismo que se extiende a todos los niveles, de tal manera que situados los personajes apropiados en la cima formal de cada función, coordinados bajo cuerda por el ejecutivo, la división de poderes es solamente apariencia, y en esta dirección apunta la tendencia.
Finalmente, el sistema estatal diseñado por la burguesía, que sustituyó al del viejo régimen, comienza a decaer por otras circunstancias, en cuanto sus aportaciones políticas se ven afectadas por los intereses del mercado global y el significativo dominio de las nuevas tecnologías. El primero, al facilitar los procesos comerciales, apunta hacia la conversión del Estado en un aparato vaciado de soberanía, de camino hacia una simple unidad administrativa sujeta a modelos imperialistas foráneos. Las nuevas tecnologías hacen dudar de la limpieza de lo que queda de la primitiva democracia representativa, punto de referencia en el funcionamiento del Estado burgués.