Panfleto contra el monolitismo ideológico

La democracia revolucionaria reconoce la diversidad de enfoques de las corrientes revolucionarias de opinión en el PSUV

Hemos planteado que una organización política revolucionaria se construye desde la articulación unitaria de tendencias y corrientes revolucionarias. Se trata de un planteamiento preciso: un partido de corrientes-tendencias revolucionarias que trabajan y actúan en función de la unidad orgánica, respetando la diversidad interna de enfoques, el juego de mayorías y minorías, con la plena libertad de ejercer los derechos políticos fundamentales.

Frente a este planteamiento, en el debate político es ostensible la gravísima confusión entre esta idea y una presunta justificación de “fracciones internas de poder”, de sectarismos organizados por grupos de poder internos. Esta confusión nace o del desconocimiento de los que significa “diversidad de pensamientos” o de un cálculo político fundado en el monolito ideológico, pero en cualquier caso, tiende a reforzar los viejos hábitos organizativos del estalinismo-burocrático en cuestiones organizativas; es decir, el centralismo de aparato.

Desde nuestro punto de vista, el centralismo de aparato fue derrumbado al cerrarse el ciclo histórico-político de los movimientos anti-sistémicos en 1968. La vieja izquierda de aparato murió mucho antes de la caída del muro de Berlín, murió justo cuando las corrientes revolucionarias irrumpen a pesar de los grandes aparatos de partido y sus líneas políticas, iniciando los perfiles del nuevo socialismo del siglo XXI, hasta llegar a los movimientos alter-mundistas de la actualidad.
El “centralismo democrático” ni bien practicado ni mal practicado, garantizan la prefiguración de la democracia revolucionaria, participativa y protagónica, porque está montado sencillamente en la misma lógica de representación/sustitución que se pretende desmontar en el nuevo socialismo. Solo una redefinición de la democracia interna, asumiendo la participación y el protagonismo de una militancia como intelectual colectivo articulado al poder popular, puede asumir las tareas de ruptura con la vieja izquierda de aparato.

Del espíritu post-68 surgió toda una crítica radical a la forma-partido que ayudó a desmontar los mitos y fetiches sedimentados por el estalinismo, pero que en sus excesos llegó a negar la necesidad de mediaciones político-partidistas para enfrentarse al espinoso asunto del ejercicio, de la lucha y de la gestión del poder. El movimientismo y el autonomismo tuvieron allí sus mejores expresiones, pero hoy sabemos que no se trata de un gestó reactivo, de ir de un polo-aparato a un polo-movimientista, sino de potenciar los agenciamientos colectivos revolucionarios en la articulación entre movimientos sociales contra-hegemónicos y las diversas formaciones partidarias con proyectos revolucionarios.
Para el caso específico de Venezuela, se trata de la edificación, nada más y nada menos, de una forma/partido, la más democrática de nuestra historia, que articule orgánicamente las diversas corrientes revolucionarias en su seno, y que además establezca relaciones horizontales y sinérgicas con los movimientos sociales contra-hegemónicos.

Un partido revolucionario que liquide la “sopa de letras” de la izquierda partidaria, unificado con símbolos comunes, con una conducción unitaria, donde los viejos partidos del “bloque del cambio” pierden su identidad como asociaciones políticas, y pasan a ser partes fecundadoras de la batalla de ideas; que reconocen la diversidad de perspectivas revolucionarias, donde no hay monolitos ideológicos, donde se debate/construye el nuevo socialismo del siglo XXI, donde el tema socialista no es un asunto teórico-especulativo, sino la elaboración compartida de un proyecto estratégico, de un programa político, de una estrategia y táctica adecuadas para cada una de las coyunturas, que reconoce matices, acentos diferenciales, que reconoce en fin una variedad posible de perspectivas revolucionarias para lograr los objetivos estratégicos y tácticos comunes. Se trata de una comunidad política para la liberación social, pero una comunidad democrática, diversa, fecunda, unitaria.
De allí, la dificultad de plantear la tesis del frente político como salida. La experiencia de Chile, entre otras, demostró que un frente anti-imperialista no es capaz de contener las contradicciones inter-partidarias ni en tiempos de flujo revolucionario ni en tiempos de reflujo, producto de la ofensiva contrarrevolucionaria. Se requiere una estructura orgánica unitaria, pero con la suficiente flexibilidad interna, para que la diversidad se convierta en una fortaleza que potencie su capacidad transformadora.

No es lo mismo una coalición de partidos con autonomía de línea política y funcionamiento interno, que el juego de mayorías y minorías en una estructura orgánica unitaria, donde las minorías se comprometen a seguir la línea mayoritaria, y se abstienen de realizar actividades de sectas divisionistas. Esto es obvio, nadie se une para dividirse, para fragmentarse. Pero las mayorías reconocen la existencia de las corrientes minoritarias de expresar y defender sus posiciones, hasta intentar persuadir, de lograr la influencia ético-política frente a mayorías contingentes. Esta es la democracia interna, y sin democracia interna, sin madurez democrática interna, es muy difícil luchar hacia fuera por la democratización revolucionaria.

Por esto, quienes cuestiones la existencia y reconocimiento de corrientes internas en la estructura orgánica quieren tamizar autoritariamente la diversidad, la pluralidad revolucionaria. Declarar un no rotundo al debate sobre el partido de corrientes y tendencias es negar el debate político. Y este es el planteamiento del pensamiento único, del pensamiento único de aparato, derivado directamente del estalinismo en cuestiones de partido. Hay maneras de plantear las tendencias y corrientes como si fuesen grupos de poder y presión internos. Esto debilita obviamente una estructura unitaria orgánica. Pero otra cosa, son los enfoques, los planteamientos, las perspectivas que se organizan como ideas-fuerza en el seno de una organización política revolucionaria. Revisemos la historia de los partidos que lograron impulsar revoluciones victoriosas y veremos polémica ideológico-política, nada de automatismos psíquicos ni pensamientos únicos. Debate, polémica, batalla de ideas, con un fin superior: la unidad revolucionaria.

Frente a los que proponen que el PSUV no debe reconocer corrientes internas de opinión, hay quienes proponemos que el PSUV no prohíba, censure o sancione negativamente en sus estatutos a las corrientes internas de opinión. Más bien, en los estatutos deben reconocerse las corrientes internas de opinión, que se estimulen las formas de pensamiento crítico, que se estimule la libre expresión de enfoques, que se amplíe constantemente la variedad posible de planteamientos sobre un mismo tema, que se fecunde y enriquezca el debate constructivo, que se galvanice la conciencia revolucionaria a través del debate democrático interno. Un debate con propósitos claramente definidos: mejorar la capacidad transformadora frente a adversarios/enemigos, ampliar la base de apoyo social, y generar saltos de calidad como el intelectual colectivo, como partido revolucionario

El debate apenas comienza y por tanto está abierto. Si se cierra en este momento, ya sabemos hacia donde se dirige este proceso. En este momento se trata de un planteamiento abierto a la batalla de las ideas, donde con argumentos históricos, ético-políticos y teóricos se refute con consistencia este planteamiento, porque de no reconocerse la diversidad de enfoques, corrientes y perspectivas revolucionarias en el seno del PSUV, estaríamos a las puertas no de un parto sino de un aborto histórico. Si se confunden deliberadamente las corrientes/tendencias de opinión con fracciones, con sectas internas, se está en una falacia, se confunden opiniones diversas con grupos de poder.

Como ha dicho Luis Vitale: Una nueva concepción de partido en esta fase histórica de la lucha de clases mundial debe fundamentarse en el criterio de UNIDAD EN LA DIVERSIDAD, es decir convivencia en una misma organización de las tendencias revolucionarias afines. Se trata de tendencias revolucionarias, nada de tendencias reformistas o de tendencias dogmáticas, o de corrientes oportunistas. El carácter revolucionario de una tendencia se prueba en la capacidad transformadora de sus ideas, de sus valores, de sus sensibilidades, en la pasión revolucionaria de sus planteamientos. No hay corrientes auto-declaradas revolucionarias, hay corrientes que prueban en la praxis su perspectiva revolucionaria.

El método para reagruparlas hasta llegar a su unificación no es sólo a través de una estrategia y un programa comunes, sino también de una conciencia sobre la concepción de que sólo un acuerdo acerca de la política y el funcionamiento del partido pueda asegurar el proceso de unidad de los revolucionarios. Lo fundamental es garantizar el respeto a todas las posiciones y su derecho a expresarse dentro de la organización, sobre la base del acatamiento consciente y democrático a las resoluciones de la mayoría.

A los compañeros camaradas que tiene recelo sobre los peligros de permitir la formación de tendencias, les recordamos que las divisiones han provocado divisiones, precisamente del criterio monolítico de impedir la libre expresión de las corrientes, que al verse coartadas terminan por distanciarse y formar un nuevo núcleo o agrupación.

Las tendencias son formaciones que se crean para plantear acentos ideológicos diferenciados y posiciones políticas y, a diferencia de las fracciones, no tienen disciplina propia por encima de la del partido, ni estructura organizativa cerrada. Se trata de corrientes con una disciplina unitaria. El único requisito que deben cumplir es que se constituyan sobre enfoques y bases políticas sustentadas, que se den a conocer al conjunto del partido a través de documentos en el que le den consistencia a sus proposiciones, enfoques y criterios.

A las tendencias minoritarias no se les pide que abandonen sus puntos de vista una vez que han sido derrotadas en los congresos nacionales; lo único que se les exige es que respeten el derecho democrático de la mayoría a llevar adelante las resoluciones aprobadas y que cumplan los acuerdos, como todos los militantes. Sólo un partido revolucionario que desde sus inicios permita la libre expresión de las ideas y el derecho a formar corrientes y tendencias de opinión puede preservar la unidad en la diversidad y el respeto al pensamiento crítico-reflexivo, individual y colectivo.

Un partido revolucionario antiimperialista, anticapitalista, antiracista y anti-patriarcal que exprese tanto los intereses específicos de clase como de una mitad significativa de la población oprimida, es decir, las mujeres en plural, con su propia diversidad. La opresión que sufren no sólo es el resultado de la dominación de clase sino también de la existencia del patriarcado, que se remonta a las primeras sociedades de clases adoptando nuevas formas bajo el sistema capitalista. Por consiguiente no basta con liquidar el régimen burgués de dominación de clase sino que también es necesario terminar con el racismo, con el sexismo, con el patriarcado y otras discriminaciones, para alcanzar una sociedad donde todos los seres humanos sean iguales, sin discriminación de ningún tipo. Un partido revolucionario con un planteamiento abierto en materia sexual, en materia ética y moral, sin espíritus inquisidores, sin hipocresías ni discriminaciones.

Un partido que sea capaz de respetar la autonomía organizativa de los sindicatos reivindicativos, la autonomía de los consejos de trabajadores, de las organizaciones barriales y territoriales, de los campesinos, de los estudiantes, de los movimientos sociales como el de las feministas, ecologistas y grupos culturales, de los cristianos de base y del movimiento indígena, trabajando junto a ellos no con el interés exclusivo de ganar militantes y menos “controlarlos”, sino de contribuir a potenciar sus luchas por la justicia social y cultural.

Se trata de hacer una política no en representación de sino a través de los dirigentes “auténticamente reconocidos” del pueblo, facilitando la comunicación con un lenguaje más comprensible, sin imposiciones doctrinarias y verticalismos. Un partido democrático revolucionario en un doble aspecto: crítico de toda forma de despotismo del Estado y del resto de las instituciones de la sociedad, incluida la familia, y al mismo tiempo dentro de sus propias filas, edificando con ejemplo de ejercicio democrático.

Un partido democrático revolucionario capaz de defender y profundizar las libertades sin confundirlas con las instituciones burguesas; de denunciar cualquier atropello a la libre expresión de las ideas y de su práctica social en los sindicatos, poblaciones, universidades, grupos culturales y científicos; un partido que recoja las mejores tradiciones del socialismo, en su sentido libertario.

Un partido pro-autogestionario en varias vertientes: a) estimulando toda acción desde abajo de los movimientos sociales tendiente a implementar formas de autogestión en las fábricas, campos y otros lugares de trabajo, aunque consciente de que la autogestión plena sólo podrá alcanzarse en el auténtico socialismo; b) apoyando cualquier manifestación popular destinada a expresar la auto-organización y auto-representación; c) promoviendo en el propio partido actividades autogestionarias, ya sea en diarias prácticas militantes como en la elaboración de políticas, porque la gestación de una línea política desde las bases, sin necesidad de depender siempre de la voz de los dirigentes, es una forma también autogestionarias de pensamiento y de iniciativa.

Un partido que combata el sectarismo de los demás partidos como el propio; que sepa aplicar con flexibilidad la táctica de acciones comunes con aquellos que realmente luchen contra el imperialismo y /o por las libertades democrático-revolucionarias, sin temor a ser acusado de revisionista por los dogmáticos de siempre, al mismo tiempo que sepa diferenciarse, sin estridencias ni epítetos del reformismo y el oportunismo, con firmeza ideológica.

Un partido capaz de implementar una plataforma unitaria política-social de los explotados y oprimidos, de las organizaciones políticas y sociales de izquierda, consciente de que se trata de una plataforma de movilización del conjunto del pueblo por las reivindicaciones sentidas, bajo la influencia intelectual, moral y política del partido revolucionario.

Un partido que sepa comprender la estrecha relación entre democracia y socialismo. Que no le entregue a la oligarquía y al imperialismo, y sus grupos auxiliares de apoyo, el concepto de democracia, como si ésta sólo se condensara en elecciones cada cierto tiempo.

Para que el discurso del nuevo partido tenga credibilidad hay que comenzar dando el ejemplo en cuanto a democracia partidaria interna. La organización unitaria democrática es una categoría política clave para la construcción de un partido revolucionario, sin caer en el centralismo burocrático. El hecho histórico es que en nombre del presunto “centralismo democrático”, los partidos revolucionarios han actuado de manera centralista y antidemocrática.

El concepto de organización unitaria democrática contempla la autonomía relativa de las bases y de los organismos intermedios en un proceso permanente de coordinación; no de imposición verticalista sino de comunicación fluida entre las bases y dirección y entre dirección y base. Organización unitaria democrática significara no sólo coordinar sino asumir la conducción política trenzando mandos compartidos.

Hay que dar el ejemplo en cuanto a la generación del poder dentro del partido. Hasta ahora, las direcciones de los partidos de la izquierda y también las de los partidos que se dicen marxistas revolucionarias han sido elegidas por intermedios de delegados asistentes a los Congresos. Opinamos que esta generación del poder no es realmente democrática, porque se hace a través de un mecanismo de delegación o representación de las bases. Una verdadera generación democrática es elegir a lo(a)s dirigentes a través de una votación directa y secreta de todo(a)s los militantes de los compañero(a)s que se presenten como candidato(a)s, ya sea de manera individual, por tendencias o promovidos por organismos del partido. En el nuevo partido, las mujeres deben tener una representación a nivel de los órganos de dirección, proporcional a la cantidad de compañeras que militan en el partido; pero en ningún caso será inferior al 25%, siendo lo óptimo el 50%. La mayoría de los elegidos para los órganos de dirección deben ser compañeros/as destacados en las circunscripciones territoriales o sectoriales, propuestas por estas mismas bases, con el fin de que representen por mandato imperativo las respectivas bases de apoyo social

La forma de votar también debe ser un ejemplo para otras organizaciones sociales y políticas. Proponemos que las mociones se voten no a mano alzada por una posición u otra, sino en forma secreta. Presentadas, por ejemplo, dos o más mociones, se vota cada una de ellas: a favor, en contra, abstención y no voto. Esto permite votar a conciencia cada una de las mociones, evitando la manipulación a mano alzada por una posición, que si es mayoritaria de hecho excluye la votación por las otras. Votar a conciencia significa primero informarse y estar lo mejor preparado posible.

Finalmente, la tarea fundamental del nuevo partido socialista, que reconozca la diversidad y unidad revolucionaria de las tendencias, es un nuevo tipo de educación política, porque la que se practica repite la metodología de los procesos de enseñanza/aprendizaje capitalistas, donde se reproducen las jerarquías de saber, los mitos cientificistas, el culto al pragmatismo y la ausencia de un verdadero diálogo de saberes y experiencias. Se trata de una educación política que sea a la vez educación popular, motor fundamental de la auto-emancipación del pueblo en ejercicio de sus habilidades y capacidades humanas, para romper de raíz la separación entre gobernantes y gobernados. Como decía Robinsón:

“Napoleón quería gobernar al género humano,

Bolívar quería que se gobernara por si,

y Yo quiero que aprendan a gobernarse.”(Simón Rodríguez)

jbiardeau@yahoo.com.mx


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Javier Biardeau R.

Articulista de opinión. Sociología Política. Planificación del Desarrollo. Estudios Latinoamericanos. Desde la izquierda en favor del Poder constituyente y del Pensamiento Crítico

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