El grito y la furia

La primera acepción de la palabra "furia" que encontramos en el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española es "Ira exaltada". Nuestros gobernantes, que se precian de ser católicos, no deberían pronunciar esta palabra, pues en el catolicismo la ira es uno de los siete pecados capitales, encabezando el orden en que se presentan los mismos, es decir, se trata del primero de estos pecados también llamados cardinales. Los pecados capitales son denominados así porque dan origen a muchos otros pecados.

Si alguien del PSUV sintiera furia (ira), en vez de ir a pintar grafitis, debería correr a la iglesia más cercana a confesarse, porque está en deuda con Dios. A menos que esté loco, lo cual sería consistente con la segunda acepción de la palabra "furia" que señala el DRAE: "Acceso de demencia" (de donde seguramente proviene la expresión "loco furioso").

Para mí, la "Furia Bolivariana" es una expresión propagandística, puesto que en realidad en Venezuela muy poca gente está furiosa, sean bolivarianos o no. Hay quienes están descontentos y sin duda más de uno está molesto, pero ando a menudo pateando calle (no tengo carro ni chofer), y puedo dar fe de que furioso, lo que se dice furioso, no hay casi nadie. Ni siquiera los chavistas, aunque unos cuantos están desencantados. Tengo cantidad de conocidos chavistas y a menudo converso con ellos, pues aparezco casi a diario por la Plaza Bolívar, y puedo asegurar que no están furiosos. Como la mayoría de los venezolanos, por más que les vaya de mal en peor, los caraqueños tienen el don maravilloso de la risa fácil y el talante amigable. Somos desordenados, impuntuales, improvisados, pero tenemos nuestras virtudes y no es la menor de ellas el buen humor.

Creo que ni siquiera los militantes que pintan los grafitis andan furiosos. Barrunto que al terminar la tarea se van a refrescar con unas birras, a joder un rato y a divertirse entre amigos. Me preocupa el hecho de que al pretender que sus militantes están furiosos, el Gobierno le pueda estar echando leña al fuego de la violencia. No quiero ni pensar que sea ese el objetivo, aunque todo es posible en el extraño mundo de Mr. Mum que es Venezuela (me refiero a un exitoso comic surrealista publicado en diarios a mediados del siglo pasado).

Para más señas, la palabra "furia" viene del nombre que era dado a cada una de las tres divinidades infernales que atormentaban con remordimientos a los autores de malas acciones, especialmente de crímenes. No dudo que gente de ese tipo haya actuado en Venezuela desde tiempos ancestrales, criminales siempre hay. Pero nadie quiere ser infernal, por más que Dios haya condenado a los humanos a vivir en un infierno desde que nos sacó a empujones del Paraíso, por malas conductas.

Algo más, vinculado a la furia: últimamente he visto a muchos políticos pegando gritos, sobre todo dirigentes y diputados de variada procedencia. Ignoro si están furiosos, lo parecen sin duda, pero como no se les puede creer, la gritería podría ser parte del teatro electoral. Si alguien me dijera que después de gritarse mutuamente los adversarios se van juntos a comer arepas o a chupar caña, no lo dudaría.

Yo, por mi parte, nunca grito. De ello, pueden dar fe familiares, amigos y allegados que me rodean. A veces me molesto y puedo hablar con firmeza, pero gritar ¡Nunca! En primer lugar, gritar es de gente maleducada, pero además es propio de quien quiere imponerse más por la agresividad que por los argumentos. También hay quienes gritan, con tono de arenga, para cosechar aplausos, vainas del Ego o de la conveniencia.

La afamada novela "El sonido y la furia" (The Sound and the Fury) del escritor estadounidense William Faulkner, narra la decadencia y destrucción final de un viejo linaje del tradicionalista sur de Estados Unidos ¿Tendrá "nuestra" furia de hoy relación con alguna decadencia? ¡Qué sé yo!

Ahora bien, quien quiera estar furioso, que lo esté. Pero que no pretenda que los demás caigamos en esos ardores, lo más seguro es que eso no pase…por ahora.


 

el SONIDO y la furia (Novela influida por Ulises de James Joyce, narra la decadencia y destrucción final de un viejo linaje del tradicionalista sur de Estados Unidos (el famoso Deep South) o sur profundo

The Sound and the Fury

William Faulkner



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Néstor Francia


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