La imposibilidad del socialismo en la periferia capitalista

Hacia la segunda mitad del siglo XIX y como producto de un conjunto de fenómenos históricos precedentes como las revoluciones agrícolas e industrial inglesas de los siglos XVII y XVIII, la revolución francesa del siglo XVIII, la emergencia de la economía política inglesa, el socialismo utópico francés y la filosofía clásica alemana, hizo su aparición en el continente europeo, la esperanzas de la redención social para las clases explotadas del capitalismo céntrico, de la mano de Carlos Marx y Federico Engels. La posibilidad de superación de las miserias del capitalismo se hizo más patente en el pensamiento de estos dos personajes, con la fallida experiencia histórica de la Comuna de Paris de 1871, la efervescencia de lucha de clases del proletariado industrial y las crisis cíclicas del sistema capitalista.

Para Marx lo revolucionario que trajo la burguesía, tal como lo dejo sentado en del Manifiesto Comunista, fueron dos hechos históricos fundamentales: el desarrollo de las fuerzas productivas como nunca antes lo habían logrados las clases explotadoras precedentes y la creación del proletariado como clase convocada a ponerle solución de continuidad a la explotación del hombre por el hombre. En el Manifiesto de la Primera Internacional de Trabajadores de 1864, Marx trazo la hoja de ruta del asalariado en su reto de derrocar a la burguesía.

El dueto Marx-Engels estaba convencido de posibilidad de derrocamiento de la burguesía por el proletariado en aquellas naciones de mayor desarrollo burgués, cuando las fuerzas productivas desatadas por el capital entraran en con contradicción con las relaciones de producción capitalista.

Con la derrota de la Comuna de Paris, la división de la Primera Internacional entre bakuninistas y marxistas, más el gran empuje del naciente capital imperialista y la gran migración de europeos hacia el continente americano, la lucha de clases en el Centro fue aminorada por el capital; pues, con la incorporación a la economía capitalista-mundo por el capital monopolista de muchas regiones periféricas suministradoras de materias primas y mano de obra barata, no solamente creció la tasa de ganancia en las economía metropolitanas, sino que el salario también aumento sustancialmente.

En los años que corrieron entre 1850 y la Primera Guerra Mundial de 1914, Europa Occidental experimento uno de sus periodos de más espectacular crecimiento económico. Bajo este escenario se celebró en 1889 la Segunda Internacional de Trabajadores.

En las deliberaciones de la Segunda Internacional se profundizó la división del movimiento socialista mundial que se había originado en la Primera Internacional. Surgieron aquí dos tendencia irreconciliable: la revolucionaria encabezada entre otros por Rosa Luxemburgo y la socialdemócrata encabezada por Eduard Bernstein. Luxemburgo planteaba la vía revolucionaria para derrocar al capital, mientras Bernstein propuso la vía pacífica para alcanza el socialismo a través de la democracia burguesa y de esa manera mejorar la existencia de la clase trabajadora. La historia posterior demostraría que en Europa occidental, Bernstein estaba más acertado que la Luxemburgo.

La Primera Guerra Mundial no solamente ocasiono el inicio del derrumbe de la hegemonía inglesa en el sistema capitalista-mundo, sino que también origino la concreción de la primera experiencia anticapitalista, guiada por los bolcheviques en el imperio ruso de los Romanov en 1917.

El triunfo del partido bolchevique en Rusia impuso una doble visión histórica sobre el futuro de las revoluciones socialistas: i) Se concretó la revisión que hizo Marx sobre el futuro del movimiento revolucionario, consistente en afirmar que también era posible una revolución socialista en países de escaso desarrollo capitalista como Rusia y ii) las revoluciones socialistas se darían en los eslabones más débiles del sistema capitalista-mundo, o sea, en la periferia del sistema. Esta tesis fue defendida tanto por Lenin como por Trotsky. El advenimiento de la Primera Posguerra(1918-1939) trajo la entronización de la tesis soviética del "Socialismo en un solo país", donde Stalin en oposición a Marx, Engels, Lenin y Trotsky, propuso que el socialismo solo se desarrollaría en la URSS, olvidándose del resto del sistema capitalista, tanto desarrollado como subdesarrollado.

La Segunda Guerra Mundial, la coexistencia pacífica pactada y la aniquilación atómica asegurada entre las dos superpotencias triunfadoras de dicho evento (USA-URSS), alejaron aún más la posibilidad de una revolución socialista, a tanto en el capitalismo desarrollado como en el periférico. En el capitalismo desarrollado noratlantico el capital se blindo con el Estado de Bienestar y la OTAN; y en la periferia se impuso la tesis del estalinismo, consistente en alcanzar primero una revolución democrático-.burguesa que desarrollara las fuerzas productivas, frenadas por el feudalismo reinante.

En contravía a lo planteado por el estalinismo, la revolución china de 1949, la revolución cubana de 1959, la revolución vietnamita de 1975 y la revolución sandinista de 1979, demostraron que si era posible un insurgencia revolucionaria contra el imperialismo noratlantico en la periferia del sistema. Con estos eventos la esperanza de la redención social de las clases explotadas alcanzo niveles siderales tricontinentales. La llegada de la primera ola progresista en Latinoamérica en 1999 con Hugo Chávez la cabeza, reforzó aún más esta percepción. Estos eventos parecían demostrar que si era posible instaurar un proceso de cambio epocal hacia el socialismo en la periferia del sistema.

A pesar del triunfalismo socialista de finales de la pasada centuria, la caída del Muro de Berlín en 1989 y del modo de producción asiático moderno en 1991, mejor conocido como socialismo real, las esperanzas de instaurar el socialismo periférico comenzaron a diluirse. Esta desilusión se agravo con el desarrollo espectacular del capitalismo chino, el enrumba miento hacia la economía de mercado de Vietnam, la agonía económica del llamado socialismo cubano y el matrimonio con la economía del capital de los países que integraron la antigua URSS. Hacia la segunda década del presente siglo el desengaño socialista se hizo más patente, cuando los gobiernos progresistas latinoamericanos comenzaron a mostrar su verdadero talante, es decir, cuando evidenciaron que no eran más que proyectos políticos administradores del capital con una retórica socialista.

Frente a los grandes fracasos por edificar el socialismo en los países subdesarrollados o periféricos, la ciencia social latinoamericana, debe avocarse con urgencia dar una explicación de semejante frustración histórica. Este reto debe comenzar por interpelar la caída del socialismo real o modo de producción asiático moderno.

Como una aproximación hipotética a la imposibilidad de instaurar el socialismo en la periferia del sistema, vamos a sugerir algunos de los grandes obstáculos que han impedido lograr el cometido que veníamos comentando.

I.-UNA DOBLE CARENCIA TEÓRICA.

La masa explotadas nuestroamericanas hasta el presente ha carecido de una teoría que alumbre el camino de la transición al socialismo. Con la Tercer Internacional se dispuso de un aparataje teórico conocido como marxismo-leninismo, el cual demostró su ineficiencia teórica cuando su praxis, la URSS, se fue por el albañal de la historia. Urge una nueva teoría del poder, del partido y del estado periférico que cimenté la democracia socialista y el poder obediencial.

Por otra parte, los países periféricos o subdesarrollados son exportadores de naturaleza, y por consiguiente, son receptores de una renta del suelo internacional que les proporciona el mercado mundial. Esta condición primario-exportadora impone el desarrollo de una economía política de los recursos naturales que comienza a despegar de la mano de Bernard Mommer, Guillermo Flichman, J. Iñigo Carrera, Rolando Astarita, entre otros. Sin embargo falta mucho por hacer en la totalidad dé todos los países del continente.

Si la condición primario-exportadora reclama una teoría de la renta del suelo internacional llevada a sus últimas consecuencias, el destino interno que se le ha dado as esta renta del suelo presenta ausencias teóricas más acusadas. Para el caso venezolano, debemos puntualizar que el economista Asdrúbal Baptista hizo un monumental esfuerzo en develar, la especificidad del capitalismo creado con la renta petrolera, pero para del resto de América Latina falta mucho por investigar. Siguiendo las ideas de Baptista y Mommer, aprendemos que un país primario-exportador puede tener un intercambio desigual a su favor y gozar de una copiosa renta internacional del suelo, pero a las vez, esto se convierte en una rémora para el desarrollo capitalista, lo que los condena a una agonía económica permanente. Sin una economía política de los recursos naturales no podemos proponer un proyecto socialista en estas latitudes. La renta internacional de suelo no puede ser el futuro de América Latina, pero sin renta del suelo no habrá futuro capitalista ni socialista.

II.-CARENCIA DE CUADROS REVOLUCIONARIOS

La ausencia de una teoría política para la periferia del sistema, así como de una economía policía de los recursos naturales, impide la formación de cuadros políticos que despejen la vía de la transición al socialismo en estos linderos. Muchos de los cuadros políticos del movimiento revolucionario una vez en el poder, terminan como burócratas anquilosados funcionales al capital o abrazan la tentación reformista socialdemócrata. Son muchos los funcionarios revolucionarios que con el tiempo se transforman en un nueva burguesía.

III.-AUSENCIA DE ORGANIZACIONES VERDADERAMENTE SOCIALISTAS

A partir de la experiencia histórica del modo dé producción asiático moderno o socialismo realmente existente, urge construir una nueva organización política que supere la concepción leninista del partido y donde quede claramente plasmada la idea marxiana que reza así: "solo la clase obrera salva a la clase obrera". Se debe erradicar de una vez por todas, la idea de que la clase trabajadora necesita de un grupo de iluminados que le siembre conciencia de clase. Al mismo tiempo, se debe tener en cuenta que en la periferia del sistema, además de la clase obrera, hacen vida otros grupo humanos étnicos, sexuales, religiosos que es de urgencia incorporarles a los proyectos revolucionarios. Por último, se debe tener en cuenta que la revolución no será obra de una sola organización revolucionaria, por lo que debemos inventar una vacuna antisectaria que permita la pacífica convivencia entre las diversas organizaciones aspirante al socialismo.

En atención a lo expuesto y afincándonos en el caso de Venezuela, se nos presenta un panorama político bien encriptado, pues, el país se debate entre: continuar con la agonía del capitalismo rentístico, abrazar la receta diabólica neoliberal, intentar un proyecto de modo de producción asiático moderno estilo fidelista-cubano o intentar un ensayo de capitalismo nórdico tropicalizado. Descifrar esta incógnita a nuestro entender pasa por volver a las grandes contribuciones al pensamiento político universal del dueto Marx-Engels, a fin de superar las estrecheces teóricas del marxismo-leninismo, de la teoría de la dependencia y de los diferentes marxismos y neomarxismos que han empantanado la solución teoría del socialismo periférico.



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Humberto Trompiz Vallés

Historiador y profesor universitario jubilado, especializado en historia petrolera de Venezuela.

 htrompizvalles@gmail.com      @trompizpetroleo

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