La vanguardia es necesaria…

Reescribimos la misma idea para hacernos entender mejor... Este escrito hace referencia a la necesidad de cambiar el rumbo de una sociedad extraviada en la anarquía, la que impone la sociedad capitalista, Les corresponde a los hombres y mujeres conscientes de este drama humano asumir un papel activo para generar un cambio drástico en la sociedad, siempre que queramos prolongar la permanencia de nuestra especie en el tiempo. Este grupo de hombres y mujeres es lo que llamamos vanguardia, la cual siempre ha existido y va existir.

No hay manera de que una masa humana se exprese como pueblo si no se encuentra unida por un sistema firme de valores, sin aceptar un destino común, o en caso contrario, a través de una vanguardia que la guíe, que piense por ella, la eduque y la haga avanzar hacia un destino compartido y la integre. El problema es la calidad humana o política de los líderes sociales; lo que importa son las ideas que una vanguardia con calidad moral, intelectual y política termina aplicando sobre la voluntad de muchos. Nuestro asunto es el cómo adquirir y reproducir una consciencia humanista que sea positiva, que afirma la vida y apacigüe el instinto destructor humano.

La otra cara de la moneda donde se encuentra la vanguardia, es la llamada democracia, la consulta de las mayorías; que éstas se las deje decidir sobre lo que les conviene. Pero no hay una democracia verdadera sin un pueblo verdadero, sin una conciencia nacional. No hay una democracia verdadera en una sociedad que carece de sentido cósmico. Pusimos como ejemplo un escrito del joven Hegel hablando de la caída del imperio romano, donde explica cómo la república romana fue un concierto social, una comunión ciudadana casi perfecta donde cada individuo se sentía parte o dueño de ella, de su república, de su Estado y sus instituciones. Estado y ciudadanía significaba lo mismo para un ciudadano romano. En tal cosmos, en tal orden tiene sentido la democracia.

Pero en una sociedad caótica, imposible; en una sociedad rota, anarquizada por la competencia, escindida de sus instituciones y del poder, la democracia no funciona. Hegel describe de forma gráfica el drama trágico cuando esa comunión se rompe, ya en tiempos del imperio, citando los epitafios en las lápidas de los cementerios, donde los romanos agradecen y pedían la muerte, como un descanso de esa disociación, del infierno que fue para cada individuo sentirse desvinculado del destino de su ciudad, de La Patria. En tiempos del imperio había muerto la república y con ella la democracia y el ciudadano romano.

Nosotros habiendo tenido una historia compartida en la revolución de independencia, ahora nos deberíamos unir para alcanzar de nuevo un destino común perdido, aquel que en algún momento soñamos y creímos alcanzar en los años de nuestra guerra de independencia, un destino de libertad, justicia e igualdad. Un sueño que perdimos, porque ahora somos una sociedad escindida en nuestra consciencia, rota por la tiranía de oligarcas… y ahora por el capitalismo.

En tal disociación, por un lado van los intereses privados y por el otro el desinterés de una sociedad fragmentada, extraviada; por un lado el interés de los capitalistas y por el otro las necesidades de los trabajadores. La historia del joven Hegel es solo un ejemplo que explica el vínculo indisoluble entre el ejercicio democrático, verdaderamente ciudadano y participativo, con la noción espiritual de pueblo, de una sociedad humana que comparte intereses y valores comunes; el mismo concepto que define la idea de patria, que no se puede aplicar ahora a nuestra sociedad, o a cualquier sociedad capitalista, partida en pedacitos, porque el capitalismo se sirve del caos social y luego lo reprime y no tiene fronteras ni patria.

Una sociedad capitalista dividida en clases antagónicas – donde ya no existen los antiguos esclavos que fueron el sostén material de la república y la democracia romana –, cuenta con "obreros-esclavos" para la producción, esclavos modernos, que sostienen la vida privilegiada de sus nuevos amos; obligados como rebaños a elegir "libremente" por los que serán sus esclavistas, o por la forma, entre varias opciones, con las que van a ser atados a sus necesidades más básicas. Donde sus intereses de "clase esclava" coinciden con los de sus amos. Sin consciencia de clases no hay elección, ni libertad. No hay democracia, se trata de una tiranía disfrazada de libertad, que llaman democracia porque la gente vota pero no decide.

Sin una espiritualidad compartida por toda la sociedad, sin sentido de Patria, seremos una sociedad extraviada, seremos víctimas de una competencia animal la cual nos enfrenta a todos contra todos. Es por eso que la revolución socialista se hace necesaria, para unir a la sociedad en un destino social común. Pero no hay manera de hacer una revolución socialista sin una vanguardia política que lleve adelante la idea de la revolución y del socialismo; ¡un ideal de unidad cósmica y de equilibrio humanos!

La revolución se hará más real y poderosa "cuando lo extraordinario se haga lo cotidiano", ese es el punto donde esa vanguardia deja de ejercer como motor de los primeros cambios necesarios, cuando sumando y agrandando su tamaño, alimentando y nutriéndose de la realidad, se ha reproducido en ella, creando consciencia del deber social, cambiando el mundo; esa es la tarea de la vanguardia; de políticos, militares, artistas, obreros, estudiantes, científicos... Pero no podemos esperar que una multitud "esclavizada", atontada, que se conduce con los mismos valores de sus esclavistas, pueda pensar y actuar para hacer cambios verdaderamente revolucionarios; sin una guía que les señale el camino, sin líderes que destaquen y den luz a la ignorancia. El caracazo fue un ejemplo de eso.

El caracazo fue una reacción popular explosiva, instintiva, ciega, sin dirección política, puesto que sorprendió a toda clase de dirigencia política. En ese momento hizo falta la clarividencia de un líder como Lenin para que calculara el estallido social y le diera forma, dirección política, pero ese Lenin nunca apareció. O si lo hubo no pudo hacer nada.

La vanguardia está para prever esos hechos y sobre todo para construir y dirigir la revolución socialista. Son hombres y mujeres que se han seleccionado de forma natural por su calidad moral. Hombres y mujeres de principios, bajo el escrutinio constante de sus consciencias. ¡Así de fantástica debe ser la vanguardia! ¡Así de verdadera! ¡Así de imposible! Si no, no puede ser vanguardia. Porque si fuera el hombre del capitalismo, no cambiaría nada. Al contrario, lo mejor del capitalismo (del oportunismo), refuerza todo lo malo de la sociedad, para provecho propio.

Hoy día se niega desde el mismo gobierno la validez de la "vanguardia" descalificando llamándola "súper liderazgos", "mesianismo" o "excesos", "locura", "tiranía", refiriéndose a Chávez. De forma demagógica y cobarde, hacen creer que una masa inculta, que su voz está representada en el gobierno, gracias al voto…, el gobierno que los usa para provecho propio y lleva de las narices a votar cada tantos años. La democracia de los tontos y de los poderosos. Dicen representar la voz del pueblo, después de haber manipulado la voluntad del pueblo.

Estos adalides de la democracia burguesa y de la manipulación, niegan la vanguardia porque no quieren, no saben o no pueden educar a la masa. La vanguardia debe ser el primer motor de la revolución socialista. Deben ser hombres y mujeres extraordinarios; los espíritus "muy normales" no son aptos para esas faenas.

Los versos de Bertolt Brecht resumen esta idea de vanguardia "Hay hombres que luchan un día y son buenos. Hay otros que luchan un año y son mejores. Hay quienes luchan muchos años y son muy buenos. Pero hay los que luchan toda la vida: esos son los imprescindibles". La vanguardia debe ser la de hombres y mujeres "imprescindibles", y si no, por lo menos "muy buenos".

Es así como la idea de organizar una vanguardia vence frente a una democracia pobre, conducida por demagogos, basada en un prejuicio, en una entelequia vaciada de historia.

Detrás del rechazo a la vanguardia se esconde un escepticismo sobre la capacidad humana de ser una especie espiritual y elevada, noble y altamente generosa consigo misma, ¡equilibrada! La única especie que ha sido capaz de sublimar la maldad en arte, como un recordatorio eterno de lo que somos, venciéndola, ¡atándola dentro de nuestros corazones, por ser la maldad parte de los instintos humanos, pero más destructores, más disolventes de nuestra especie!

CHÁVEZ VOLVERÁ…



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Marcos Luna

Dibujante, ex militante de izquierda, ahora chavista

 marcosluna1818@gmail.com

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